Como cada año, PwC ha presentado en Davos, durante la cumbre del Foro Económico Mundial, su tradicional Encuesta Mundial de CEOs. Los resultados a nivel global revelan que la confianza de los grandes líderes empresariales ha caído respecto al año pasado. Sólo el 35% de los encuestados confía mucho en que su empresa va a mejorar los ingresos en los próximos doce meses, frente al 39% de 2015, y sólo el 27% espera buenas noticias de la economía mundial.

Por el contrario, las expectativas de los CEO españoles son mucho más optimistas, tanto sobre sus empresas como sobre la economía. El 54% confía mucho en una mejora de sus ingresos (casi 20 puntos porcentuales más que en 2015 y más que en 2008, el primer año de la crisis) y el 41% se inclina por pensar que la economía va a mejorar. Además, casi seis de cada diez esperan ampliar plantilla durante 2016. Un panorama muy halagüeño si no fuera por la elevada inquietud que manifiestan por la incertidumbre geopolítica. Casi todos (el 91%) así lo consignan en la encuesta.

Coincido en buena parte con este diagnóstico y creo que nuestro próximo ciclo va a depender de la situación política, de la coyuntura económica internacional y de la velocidad a la que nuestras empresas afronten los retos de gestión que tienen encima de la mesa.

Soy consciente de la preocupación que existe entre nuestro empresariado por la situación política, lo que, de algún modo, pone en cuarentena su optimismo ante el futuro inmediato de sus negocios. La incertidumbre sobre la formación de un Gobierno estable en España y las incógnitas asociadas al nuevo Ejecutivo de Cataluña son factores de inestabilidad que tienden a debilitar la confianza en el futuro inmediato.

Más allá de nuestras fronteras también hay motivos de preocupación en el escenario económico. Las dudas sobre la fortaleza de China, combinadas con la debilidad de otros países emergentes, provocada por el descenso de los precios de las materias primas, han puesto en estado de máxima alerta a los inversores, que asisten inquietos a una caída pronunciada, y probablemente desproporcionada, de los mercados bursátiles en todo el mundo, incluyendo por supuesto el español.

Las principales amenazas desde el punto de vista del negocio son la revolución tecnológica y el cambio del consumidor

Las empresas también tienen asignaturas pendientes. Los propios resultados de la encuesta de los CEO españoles desvelan que las principales amenazas desde el punto de vista del negocio son la revolución tecnológica y el cambio del consumidor, y en esos aspectos tenemos un amplio margen de mejora. El nivel de digitalización de las organizaciones españolas, fundamental para hacer frente a ambos retos, es equiparable al promedio mundial, pero queda lejos de la situación que hay en los países más avanzados. La empresa española necesita asimismo ser más grande (el tamaño es lo que la diferencia en productividad de las economías centrales de Europa) y dedicar más recursos a la innovación.

Entre las asignaturas pendientes, también me llama la atención cómo los CEO españoles y los del resto del mundo, quizá con los efectos de la crisis aún a flor de piel, son cada vez más conscientes de la necesidad de crear negocios más sostenibles, con los riesgos mejor analizados y gestionados, donde prime la ética, los resultados a largo plazo sobre el corto plazo y donde los stakeholders -no solo los accionistas, sino también los empleados, los clientes, la sociedad…- sean el eje sobre el que pivoten las decisiones empresariales.

Tras años de grandes sacrificios por parte de todos, en nuestras manos está consolidar la recuperación de la economía, que nos ha permitido regresar a tasas de crecimiento previas a la crisis, que ha mitigado los desequilibrios de las cuentas públicas y que ha dinamizado el maltrecho mercado laboral. Para ello es imprescindible que los representantes de nuestros partidos políticos cedan en sus posiciones irrenunciables (lo que ahora se llaman líneas rojas) y logren un pacto que preserve los avances registrados en los últimos años e impulse políticas eficaces en aquellos otros aspectos de la actividad económica que todavía presentan serias deficiencias, como la insuficiente mejora de la productividad, la anemia de la I+D o la fuerte segmentación del mercado laboral.

Las bases están puestas. Nuestra economía y nuestras empresas han recuperado el tono vital y el futuro, aun con las serias amenazas que vienen de fuera, depende en buena parte de nuestro esfuerzo y nuestra determinación. Solo queda que todos nos demos cuenta de lo que nos toca hacer. / Y de que seamos capaces de conseguir la necesaria estabilidad política para seguir avanzando.