Se han escrito ríos de pixeles sobre el impacto de la economía colaborativa en sectores como el transporte (con la aparición fulgurante de Uber y otras compañías similares) o el alojamiento (Airbnb) y su capacidad para poner en cuestión los modelos de negocio establecidos. Se ha hablado mucho menos de sus repercusiones en el sector financiero. Pero haberlas haylas, como pone de relieve el último informe de la plataforma DeNovo, creada por Strategy&, la consultora estratégica de PwC, para analizar el impacto de los fenómenos disruptivos en los negocios actuales.

Lo primero que hay que señalar es que una de las claves del éxito de la economía colaborativa es que rompe los moldes de la idea de confianza. ¿Por qué una persona cualquiera se sube en el coche de un desconocido antes que en un taxi cuyo conductor tiene una licencia oficial? La respuesta, probablemente, está en el cambio en el concepto de confianza. Hasta ahora, los consumidores de este tipo de servicios se fiaban sobre todo de las instituciones (que expiden permisos, licencias o autorizaciones y ofrecen una cierta garantía de seguridad). Pero ahora han empezado a fiarse más de la experiencia de otros clientes (sus pares), de tal manera que las aplicaciones digitales, que te permiten validar fácilmente el servicio a través de las opiniones de otros, son un atractivo irresistible para muchos de ellos.

La economía colaborativa es una amenaza para los operadores financieros tradicionales, cuya cuota de mercado puede menguar en algunos servicios, pero al mismo tiempo una oportunidad de crecimiento para la industria

El cambio de enfoque tiene una consecuencia directa sobre el sector financiero, que se nutre de la confianza en todas sus actividades, y afecta especialmente a algunos servicios que dependen de un intermediario fiable e independiente para verificar una transacción. Pensemos, por ejemplo, en la tecnología blockchain, que es la que soporta la creación de la moneda virtual bitcoin. Esta tecnología, basada en la construcción de listas descentralizadas de operaciones, permite verificar transacciones de forma segura, lo cual limita o hace innecesaria la intervención de los intermediarios tradicionales en el mercado de transacciones, como los servicios de pago, de custodia o de intercambios de activos.

Estos cambios son una amenaza para los operadores financieros tradicionales, cuya cuota de mercado puede menguar en algunos servicios, pero al mismo tiempo la economía colaborativa ofrece oportunidades de crecimiento a la industria. En medios de pago, por ejemplo, hay una creciente demanda de aplicaciones nativas internas. Asimismo, hay mucho que hacer para dar respuesta a la necesidades de pagos multipartes de la economía colaborativa, ya que hay que combinar los intereses de al menos tres actores: el propietario del activo (un coche, una vivienda…), el consumidor (el que usa el activo) y el facilitador de la conexión (la plataforma de negocio).

Otra ramificación positiva del impacto en los servicios financieros atañe a los seguros. La economía colaborativa se basa en el empleo eficiente de los activos, pero rara vez ese nuevo uso está respaldado por un seguro, lo cual ofrece oportunidades de negocio para las compañías del sector. Pongamos como ejemplo el caso de un propietario de un apartamento en la playa que quiere ofrecerlo en una plataforma de alquiler turístico. Ese propietario habrá contratado probablemente un seguro personal de daños de la vivienda, pero ese producto no cubre su uso con fines comerciales, lo cual abre la puerta a que las aseguradoras diseñen pólizas adaptadas a las nuevas circunstancias.

Estas oportunidades están ahí, pero no van a estar ahí siempre. La competencia es dura. Las start-ups buscan cualquier resquicio para introducir una cuña en el jugoso negocio del sector financiero, y la economía colaborativa abre horizontes nuevos para todos. Serán los más rápidos y los más flexibles los que consigan gestionar en su beneficio el mundo en cambio permanente que nos ha tocado vivir.