La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea tendrá importantes implicaciones para el transporte aéreo en Gran Bretaña y en el resto de Europa, en tanto en cuanto el sector es un impulsor clave del crecimiento económico, de la actividad empresarial y del empleo. Han pasado cinco meses desde que los británicos se inclinaron por salir de la UE y, de momento, lo único que sabemos es la intención del gobierno del Reino Unido de activar el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea a finales de marzo de 2017… Y que, después del pronunciamiento, el pasado 3 de noviembre, de la Corte Superior de Justicia británica, existen argumentos a favor y en contra sobre si tiene competencias para hacerlo.

Un informe elaborado por PwC antes del referéndum concluía que el PIB británico podría disminuir entre un 3% y el 5,5% hasta 2020 como consecuencia de la salida de la Unión. Además, el menor crecimiento de la economía podría implicar la pérdida de entre 11,9 y 19,5 millones de pasajeros, en función de los distintos escenarios analizados. Aunque estas predicciones no se deben tomar de forma absoluta, la realidad es que la incertidumbre ya está afectando a la actividad en el Reino Unido, en la UE y en el sector del transporte aéreo, en su conjunto.

El menor crecimiento de la economía británica podría implicar la pérdida de entre 11,9 y 19,5 millones de pasajeros, en función de los distintos escenarios post-Brexit analizados

A continuación resumimos algunas de las consecuencias principales:

– Fluctuación de la economía. Históricamente, la demanda de vuelos está directamente relacionada con la evolución del PIB. Si la economía británica cae, se reducirá la demanda de vuelos desde y hacia el Reino Unido. Además, el Reino Unido es exportador neto de pasajeros, muchos de los cuales viajan a destinos europeos. Lo que sugiere que en la próxima década se producirá una ralentización del tráfico de pasajeros en la UE.

– Caída de la libra. La caída del valor de la libra esterlina respecto al dólar y al euro es otra preocupación. Más allá de lo sucedido los días inmediatamente posteriores al Brexit, la evolución de la moneda británica en el futuro puede perjudicar al sector de tres maneras. En primer lugar, el número de turistas que sale del Reino Unido es sustancialmente mayor que el que entra; y aunque una libra más barata puede impulsar el turismo hacia Gran Bretaña, afectará sensiblemente a la demanda de vuelos de los ciudadanos británicos que pasan sus vacaciones fuera de las islas y que ahora resultarán más caros.  Pero, además, impactará en otros costes que las aerolíneas pagan en dólares como el carburante o los contratos de leasing. Para las líneas aéreas británicas más dependientes de los pasajeros de las islas, el corto plazo se presenta complicado. Además, todo apunta a que las líneas aéreas van a tener que afrontar mayores  costes de financiación, que se unen a las dificultades que desde el inicio de la crisis han tenido para acceder a financiación bancaria  low-cost, lo que les obligará a buscar  otras fuentes alternativas de financiación. 

– Costes laborales. Si la libre circulación de trabajadores entre Reino Unido y la Unión Europea se limita, los costes operativos para las aerolíneas basadas en Reino Unido aumentarán.

– Riesgos de acceso al mercado. El mayor riesgo para el sector a largo plazo –tanto en el Reino Unido como en el resto de la Unión- está en el acuerdo final de acceso al mercado que se alcance. En 1997, se eliminaron las restricciones comerciales para las aerolíneas europeas dentro de la UE. Hasta esa fecha el acceso al mercado dependía de acuerdos bilaterales entre países y no existían aerolíneas paneuropeas como Ryanair o Wizz. Todo ello supuso la transformación del mercado, con un fuerte crecimiento de los destinos, precios más bajos y un aumento de la competencia en la UE. Pero ahora, estas libertades están en peligro. Al menos, en teoría, sin un acuerdo sobre el acceso al mercado, el Reino Unido y la UE podrían volver a los acuerdos bilaterales anteriores al mercado único.

Aun así, existen soluciones alternativas. Una de ellas es la Zona Europea Común de Aviación (ZECA), un acuerdo entre la UE y los estados del oeste de los Balcanes, Noruega e Islandia, en el que podría entrar el Reino Unido. Otra solución sería alcanzar un acuerdo similar al de Cielos Abiertos que la UE intentó negociar con Estados Unidos en 2006. En ambos casos, hay distintos obstáculos políticos y sociales que superar pero que permitirían mantener  la flexibilidad del mercado único aéreo.

– Otros riesgos regulatorios: La salida de la UE del Reino Unido plantea distintos retos desde el punto de visa regulatorio. En primer lugar, relativos a la propiedad y control de las aerolíneas. Para que las líneas aéreas sean consideradas como operadores europeos, la regulación de la UE requiere que el 50% pertenezca y esté controlado por accionistas de la Unión Europea. Las aerolíneas que cumplan con estas exigencias serán libres de operar en todo el territorio de la Unión. Esto podría suponer  reubicar la sede central de algunas aerolíneas y trasladar su registro a un estado miembro.

En segundo lugar, el Brexit hace que sea necesario para el Reino Unido reformular sus relaciones con otros países. Por el momento, las aerolíneas basadas en el Reino Unido acceden a países como Estados Unidos o Brasil gracias a acuerdos entre estos y la Unión Europea. Al Reino Unido le urge gestionar estas relaciones, especialmente con Estados Unidos, ya que su mercado de transporte aéreo es el segundo más relevante para ellos.

Finalmente, el Reino Unido ha sido un agente destacado a la hora de proponer medidas para mejorar el control del tráfico aéreo y la eficiencia del Cielo Único Europeo. Pero ahora, los avances que estaban previstos van a ralentizarse, y algunas de las mejoras no ocurrirán. Como consecuencia, aumentará el coste para las aerolíneas y, por tanto, para los consumidores.