Hace veinte años, la tarjeta SIM ganó aceptación a nivel mundial como el ‘corazón’ que nos identificaba y autentificaba como dueños de nuestros teléfonos móviles. Hoy tiene los días contados. En los próximos años, va a ser reemplazada por  el empuje de la SIM virtual o e-SIM, un conjunto de software, apps, y en ocasiones también hardware, que vendrán instalados en el dispositivo. Tras el abandono progresivo de la línea fija, el consumidor está a punto de cortar su último vínculo físico con las compañías telefónicas, dando por finalizada una relación que le mantenía ‘atado’ desde que Graham Bell llamara a Thomas Watson. Y en consecuencia, el negocio de las telecos nunca volverá a ser el mismo.

En los próximos dos a tres años, los cambios en los hábitos de consumo van a ser tan importantes que tendrán el poder de trastocar los papeles de todos los agentes del mercado. La necesidad de tener una SIM en el móvil para hacerlo funcionar ponía a las operadoras y a los proveedores de servicios Wifi en el centro de la conectividad. Ahora estas empresas temen perder su posición privilegiada.

Las oportunidades para los fabricantes de móviles son ahora numerosas. Estas compañías tendrán más incentivos para vender directamente a los consumidores, y a la vez, darles servicio, convirtiéndose en Operadores Móviles Virtuales (OMV). Estos OMVs van ‘a hombros de gigantes’. No poseen una concesión de espectro de frecuencia, pero compran acceso al por mayor a las operadoras y lo revenden a los consumidores.

Pero esto no es todo. Las OMVs existentes tendrán que hacer frente a una oleada de nuevos competidores. Fabricantes de móviles, sí, pero también procedentes de 0tras industrias completamente distintas. Coches, neveras o cámaras están cada vez más conectados a través del Internet de las Cosas, y las e-SIMs van a facilitar enormemente ese proceso. De modo que no es descabellado pensar que estos fabricantes también acaben siendo operadores virtuales.

Se calcula que para 2020 habrá 50.000 millones de dispositivos conectados a la red a través de una SIM virtual. Eso es cien veces el número que había en 2003 y el doble que en 2015

Realmente, el cambio más inminente y radical es el que va a darse en materia de conectividad. Si analizamos la historia de la telefonía móvil, vemos que casi todos los canales para conectarse a una red pasaban antes o después por una tarjeta SIM, que era siempre propiedad de un operador. Estos chips servían de pegamento a las empresas del mercado. Las operadoras retenían a sus clientes en contratos de varios años, a través de sus sistemas de financiación: con la SIM, estas empresas ofertaban los últimos modelos de teléfono a un precio mucho menor que el del terminal libre, que vendía el fabricante.

Aunque los móviles podrían seguir pre-configurados por un operador en concreto, las tarjetas virtuales  irán haciendo que el consumidor tenga la última palabra sobre su conectividad. Un dispositivo adaptado para las e-SIM es mucho más fácil de conectar a la red, por lo que antes que firmar un contrato para una tarjeta física, los usuarios elegirán un plan de precios cuando configuren su dispositivo por primera vez, en un proceso más parecido al de contratar el WiFi. En ese punto, los clientes podrían optar por añadir su dispositivo al plan que estén utilizando con otros aparatos electrónicos. Con el tiempo los planes multi-dispositivo serán la norma, lo que hará que las relaciones contractuales se simplifiquen enormemente y los precios sean más bajos.

Está claro que todos estos cambios no van a suceder de la noche a la mañana. Las primeras e-SIM llegaron en 2015, y funcionaban integradas en dispositivos como tabletas o wearables –el iPad Air 2, o el smartwatch de Samsung-. En la industria se cree que pasarán varios años hasta que estas tarjetas sean compatibles con todos los teléfonos móviles. Nuestra predicción es que tardarán dos años en empezar a abrirse paso. Por tanto, es el momento perfecto para que los distintos agentes del mercado redefinan su estrategia y encuentren sus nichos en el nuevo entorno definido por las e-SIM.

Los operadores tradicionales deberían quitarse el miedo de que las e-SIMs les conviertan en meros proveedores B2B de infraestructura. Y empezar a pensar en estrategias para competir con los fabricantes de móviles y las ágiles OMVs. En cualquier caso, no todo son malas noticias; aunque la aparición de las e-SIM podría aislarles, supone también una gran oportunidad para ofrecer paquetes de servicios multi-dispositivo. De hecho, el nuevo entorno de las e-SIM podría dar a estas telecos un mayor poder de retención de su cartera actual de clientes.

Por su parte, los fabricantes de móviles tienen que explorar a fondo la nueva coyuntura y probar sus nuevas capacidades. Para los recién llegados, eso supone expandir sus canales de venta. Su objetivo es el mismo que el de los operadoras: hacerse con el ansiado ‘pack’ de dispositivos y sus conexiones.

Esto pone a los dos grupos en línea de colisión. Pero hay una noticia que gustará a todos los agentes del sector: el pastel a repartir es cada vez más grande. Se calcula que para 2020 habrá 50.000 millones de dispositivos conectados a la red. Eso es cien veces el número que había en 2003 y el doble que en 2015, según Cisco.

Y la e-SIM va a ser un gran impulsor o facilitador de ese crecimiento. Según el Ericsson Mobility Report de 2016, para 2021, 28.000 millones de dispositivos serán compatibles con tarjetas de este tipo, casi el doble que en 2015. Más de la mitad van a ser coches, maquinaria industrial, accesorios y otros aparatos conectados a través del Internet de la Cosas.

Otros artículos de Strategy& en Ideas PwC: