Durante la campaña presidencial americana, el entonces candidato Donald Trump puso sobre la mesa dar un giro radical a las relaciones comerciales de Estados Unidos con el resto del mundo. Entre sus propuestas, algunas de las cuales se han concretado en las últimas semanas, incluía un impuesto a las ventas de bienes importados en EEUU –en inglés, border tax-; aranceles a las importaciones de países en concretos (de entre un 30% y un 40%),  y una renegociación de sus acuerdos comerciales clave.

Desde entonces, la nueva Administración ha pedido un análisis completo de los 500.000 millones de dólares de déficit comercial que tiene Estados Unidos con el resto del mundo. Los resultados se conocerán a finales de junio pero, ¿qué impacto tendría en la economía mundial si, finalmente, se ponen en marcha estas propuestas?  

Los defensores de estas iniciativas consideran que un incremento de los aranceles  traería más ingresos para el gobierno norteamericano. Además, entienden que estas medidas ayudarían a fortalecer el dólar y, como consecuencia, a hacer más baratos los productos importados y eliminar, al menos en parte, el efecto en los consumidores de Estados Unidos.

¿Cuál sería el impacto que tendría en la economía mundial de la puesta en marcha de las promesas de Trump en materia de comercio exterior?

Sin embargo, esta visión da por hecho que el valor del dólar solo viene determinado por los flujos comerciales. Y la realidad es que influyen muchos factores más como, por ejemplo, la política monetaria estadounidense en relación con otros grandes países, la incertidumbre y las perspectivas sobre el crecimiento de la economía norteamericana, entre otros aspectos. Por tanto, es difícil predecir, a estas alturas, cuál será la evolución del dólar como consecuencia de la puesta en práctica de estas medidas. Pero, además,  hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones:

  1. Llevadas a extremo, estas medidas podrían llegar a provocar una guerra comercial. La imposición generalizada de mayores aranceles a las importaciones en EEUU supondría decir adiós a la política comercial liberal que, durante décadas -o al menos, hasta la crisis-, ha propiciado el crecimiento del comercio tanto en Estados Unidos, como del resto del mundo. De acuerdo con los últimos datos del Banco Mundial, Estados Unidos aplica una tasa a las importaciones del 1,6%. Si esta aumentara, por ejemplo, cinco puntos, llevaría su economía, en términos de proteccionismo, a niveles comparables con la de países con niveles de ingresos medios o bajos.  Muchos de los cuales usan este tipo de políticas arancelarias para proteger su industria nacional durante las primeras etapas de su desarrollo económico, tal y como Estados Unidos hizo durante el siglo XIX y a comienzos del siglo XX.
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  3. La respuesta de los principales socios comerciales de EEUU. Algunos de los socios comerciales más relevantes para Estados Unidos, como China, México o Alemania, ya han dejado clara su intención que responderán a este tipo de medidas. Si, como es de suponer, asumimos que esta respuesta implica  imponer mayores aranceles a los productos americanos, la teoría económica –y el sentido común- sugiere que, al final, ambas partes saldrán perjudicadas de éste toma y daca (incluso aunque algunos sectores de la economía norteamericana salga favorecidos en el medio plazo). Según las estimaciones del Peterson Institute, una guerra comercial de este tipo podría llevar a una reducción del 3% del PIB estadounidense en los próximos dos años. El daño para los socios comerciales del de EEUU dependerá de la magnitud de los flujos comerciales bilaterales y de su  capacidad para sustituir las importaciones americanas –ya sea produciéndolos o trayéndolos de otros mercados- a los mismos precios.  
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  5. El impacto de pueden suponer para las empresas. El efecto más importante de un aumento significativo del proteccionismo en Estados Unidos sería una mayor incertidumbre para los negocios. Esto podría llevar a la comunidad empresarial a pensárselo dos veces antes de realizar grandes inversiones relacionadas con el comercio en EEUU; lo que, a corto plazo, podría llevar a una ralentización de su crecimiento.

Además, algunos sectores y mercados geográficos podrían verse especialmente afectados en función de cómo –o sí- todas estas promesas electorales se convierten en políticas reales. Por ejemplo, las compañías  automoción, textil, y de maquinaria en  México y China, sufrirían las consecuencias de forma más acentuada, lo que les podría llevar a replantearse el modelo de sus cadenas de suministro.

A pesar de todo, la mayoría de los CEOs no están, de momento, demasiado preocupados por este asunto. En nuestra última encuesta mundial de CEOs, casi el 65% de los primeros ejecutivos norteamericanos se mostraron muy confiados acerca de la evolución de sus negocios durante los próximos tres años, por encima de la media mundial del 51%.