La era de la automatización ya está aquí. Los robots ya sirven comida en San Francisco. Los coches autónomos se están desarrollando a pasos agigantados. Incluso en China, las fábricas están usando la tecnología como sustituto de los trabajadores en las cadenas de montaje. El rápido (y desenfrenado) despliegue de la tecnología para reducir la carga de trabajo ha inspirado una ola de temor por un futuro distópico, en el que, simplemente, no habrá trabajo para las personas. Esta línea de pensamiento parece inevitable, a medida en que el software y la inteligencia artificial ganan relevancia y consiguen grandes mejoras de la productividad.

Pero, si eres un escéptico de esta teoría, no tienes más que entrar en la web de una empresa que se dedique a la construcción de viviendas para sentirte respaldado.

La construcción de viviendas es una de las industrias más importantes en Estados Unidos. Tras desplomarse durante la caída del mercado inmobiliario y la Gran Recesión que comenzó en 2008, el sector ha vuelto a la carga. El número de nuevas viviendas ha ido aumentando. Y sin embargo, los constructores inmobiliarios se quejan de que la escasez de trabajadores está perjudicando a su actividad. La solución habitual para las industrias que se enfrentan a una insuficiencia de mano de obra es aplicar la tecnología. En este caso, se trataría de rediseñar los procesos para que un edificio pueda ser construido con menos carga de trabajo humana. Pero la realidad es que, al menos en Estados Unidos, la construcción parece ser sorprendentemente resistente a las mejoras tecnológicas. Cualquiera que haya trabajado en cualquier reforma se dará cuenta de esto de manera intuitiva. Pero existen datos que lo demuestran.

Matthew C. Klein, del Financial Times, comparó hace poco estadísticas de compañías inmobiliarias en Estados Unidos y en Japón. Resulta que Japón tiene una tasa claramente más alta de nuevas construcciones per cápita para el segmento de personas de 25 a 54 años, el principal grupo comprador de viviendas. Además, señala que desde 2016 existe “un número más alto de nuevas viviendas en construcción por trabajador en Japón -0,25-, que en Estados Unidos -0,17-.  Dicho de otra manera”, explica Klein, “EEUU ha construido el mismo número de viviendas en 2016 que en 1992, pero ha necesitado un 46% más de personal para hacerlo”. En contraste, Japón que construyó en 2016 un 31% menos de edificios que en 1992, con un 20% menos de mano de obra.

La realidad es que, al menos en Estados Unidos, la construcción  de viviendas parece ser sorprendentemente resistente a las mejoras tecnológicas

Ed Zarenski, un veterano del sector y autor del blog Construction Analytics, señala un fenómeno similar. Desde 2006, en pleno apogeo del boom inmobiliario, el volumen de nuevas viviendas ha caído un 29% en Estados Unidos. No obstante el número de empleos en construcción solo se ha reducido un 22%. Si hacemos cuentas, ahora necesitamos “un 27% más de trabajadores que antes para hacer el mismo trabajo”.

Pero los problemas van aún más allá. En 2014, Cadiff García -también del FT- advirtió que “desde mediados del siglo pasado hasta 2012, el crecimiento anual de la productividad laboral en el sector de la construcción en EEUU era próxima a cero, y ha sido negativa las últimas dos décadas”

¿Qué quiere decir esto? Bueno, hay algo único en la construcción de viviendas. Típicamente, la actividad constructora ha sido un trabajo casi a medida  –en un mismo espacio, se producen remodelaciones, reformas, demoliciones, tras las que se vuelve a construir una vivienda, o tal vez varias -. Es difícil alcanzar economías de escala o automatizar los procesos cuando todos los trabajos, o casi todos, son únicos. Si cada camiseta fuera hecha por encargo –con tallas, estilos, patrones y tejidos diferentes– sería muy difícil conseguir una camiseta por tres dólares. No hay más que pensar en la gran cantidad de opciones que se abren a la hora de construir una casa: gravilla o asfalto en la entrada, quinientos estilos de tejas entre los que elegir, calefacción de gas o eléctrica,  electrodomésticos, baños, ventanas… Sin duda, existen muchísimos planes de desarrollo y bloques de apartamentos ya construidos en Estados Unidos. Pero incluso ahí caben mil variantes entre unos proyectos y otros, e incluso dentro de cada proyecto.

Además, existen diferencias importantes entre la construcción de viviendas, con, por ejemplo la fabricación de coches o electrodomésticos. Las fábricas crean sus propios entornos artificiales que son propicios para la tarea que realizan: toda la estructura está diseñada para optimizar el flujo de personas y materiales, de manera que pueden pasar todo el día despachando cientos, miles o millones de unidades de exactamente el mismo producto. Como resultado, los operadores de estas fábricas pueden actuar sistemáticamente y aplicar tecnología, correcciones y mejoras para que el proceso se desarrolle de forma más eficiente. ¿Ganancias en productividad? Voilá!

Pero en el sector de la construcción, por naturaleza, el fabricante tiene poco control sobre el entorno en el que opera. Por eso, debe actuar lenta y cuidadosamente. Los trabajadores pueden estar reformando una cocina mientras la familia vive en la casa, lo que significa que tendrán que trabajar con mimo. Con frecuencia, los constructores de viviendas levantan un edificio nuevo en una calle llena de casas, por lo que deberán tener cuidado de no molestar a los vecinos o destrozar las infraestructuras colindantes. En muchas zonas no se puede construir durante el fin de semana, por la noche o por la mañana temprano. Y para colmo, el mal tiempo también interfiere.

Dado que los terrenos suelen ser pequeños, la construcción debe realizarse en etapas sucesivas. En este aspecto, la forma tradicional de operar del sector, por medio de la subcontratación de empresas pequeñas y especializadas, también limita los beneficios en productividad. Primero, se llama a un equipo concreto para excavar los cimientos. Cuando terminan, llegan los encargados del vertido de hormigón. A continuación, se trabaja en la estructura de la casa. Más tarde llegan los fontaneros y electricistas… Todos deben trabajar secuencialmente, de manera que un solo retraso en una fase o la mala coordinación entre ellas pueden descuadrar el calendario.

Por supuesto, es difícil obtener mejoras significativas en productividad sin aprovechar al máximo la última tecnología. Y aquí, de nuevo, la construcción de viviendas parece estar anclada en una fase analógica. Los trabajadores se presentan en páginas de empleo con sus trabajos y proyectos en papel impreso. Según mi experiencia, el modo más habitual de comunicarse en las obras es a gritos, a través de walkie-talkies o por teléfono. A pesar de que se usan algunos equipos mecanizados, y aunque algunos constructores están experimentando con prefabricados, la mayor parte del trabajo se lleva a cabo in situ y a mano.

La ironía es que todo esto parece dar resultado en el sector. Puede que eso explique la complacencia o auto-indulgencia de algunos en cuanto a la automatización y a la eficiencia. Cuando el mercado está creciendo, como sucede ahora en este, y los constructores pueden sacar beneficio desarrollando su business as usual, no hay mucho ímpetu por cambiar las cosas -especialmente, cuando no hay competencia externa más barata y eficiente. Lo que es seguro es que no parece que los robots vayan a desempeñar trabajos de construcción a corto plazo.