La tecnología blockchain, o cadena de bloques, nació con el pecado original de ser la infraestructura de soporte de las criptomonedas, en especial del bitcoin. Su volatilidad, consumo de energía y uso ocasional para el blanqueo de capitales le ha hecho adquirir una imagen peyorativa. Sin embargo, blockchain ha acabado por superar esa asociación negativa, y hoy en día está considerada una de las tecnologías más disruptivas y con mayor proyección en el mundo de los negocios.

La cadena de bloques se fundamenta en una base de datos compartida y distribuida, una especie de gran libro de contabilidad criptográficamente seguro, trazable y transparente que permite registrar de manera inmutable, y sin necesidad de verificación externa, cualquier transacción o relación de datos, ya sea de dinero, de bienes, de propiedades, de votos… De esta manera, es  una tecnología de gran utilidad en los servicios financieros (está especialmente desarrollada en los pagos transfronterizos), en la industria de la salud, en la firma de contratos, en los procesos de identidad digital o en el ámbito de la educación.

Todo esto es más o menos conocido. Lo que es menos sabido es que blockchain tiene también un gran recorrido, real y potencial, en materia de sostenibilidad y cambio climático, tal y como se demuestra en el informe Building block(chain)s for a better planet, que acaba de publicar PwC. El informe, que forma parte de una serie realizada en colaboración con el Foro Económico Mundial (Fourth Industrial Revolution and the Earth), revela la existencia de un entusiasmo emergente por el uso de la cadena de bloques para apoyar la protección del medioambiente. El estudio se concentra en más de 65 casos de uso de aplicaciones que han sido identificadas como relevantes en este ámbito. Estas son las más importantes:

  • Cambio climático. Es el segmento más fértil en este tipo de iniciativas. Incluye proyectos relacionados con la energías limpias (sistemas de comercialización de energías renovables, autentificación de certificados, gestión de redes), con el transporte inteligente (coche compartido, sistemas de aparcamiento, logística), con las ciudades inteligentes (transacciones sin papeles, plataformas descentralizadas de voto, registros), uso sostenible del suelo (minería sostenible, automatización de la recogida de datos) y consumo y producción sostenibles (soluciones de residuos, verificación de datos ambientales, sociales y de gobernanza,  compensación de emisiones de carbono).
  • Biodiversidad y conservación. En esta área se han detectado casos de uso para la protección del hábitat natural (criptomonedas para invertir en restauración de hábitat y conservación de especies, seguimiento de especies en peligro de extinción), comercio sostenible (transparencia en las transacciones y trazabilidad de las cadenas de suministro), control de la contaminación (registro de pesticidas, incentivos para la gestión de residuos), control de enfermedades (plataforma de datos digitales) y materialización del capital natural (seguimiento de maderas y otros recursos, plataforma descentralizada para el intercambio de activos naturales).  
  • Preservación de los océanos. Aquí hay que incluir iniciativas para la pesca sostenible (seguimiento de la procedencia del pescado, vigilancia de las capturas ilegales), el impacto del cambio climático (control de temperatura y propiedades del agua, incentivos para invertir en la conservación), protección de especies (recaudación de fondos para preservar la vida marina), prevención de la contaminación (reciclado de plásticos, transporte más rápido y eficiente) y protección de hábitat (registro de datos oceánicos).
  • Seguridad del agua. Los casos de uso abarcan el suministro de agua (gestión y control, micropagos para donaciones de contadores), planificación en sequías (control y pronóstico de las precipitaciones, seguros para cosechas), saneamiento (sistemas para el tratamiento adecuado del agua, vigilancia de datos de calidad), control de cuencas hidrográficas (mejora y monitorización de la calidad de las captaciones) y eficiencia (comercio de recursos de agua sobrantes, contadores inteligentes).
  • Aire limpio. Los proyectos se refieren a la filtración del aire (activación automática de dispositivos, registro de datos de contaminación), combustibles limpios (pagos para estaciones públicas de carga de coches eléctricos), detección temprana (aviso de filtraciones químicas tóxicas, sistema automático de vigilancia de la calidad del aire) y control y prevención (sistemas de monitorización de metano y dióxido de nitrógeno)
  • Desastres climáticos. Se han identificado iniciativas en marcha sobre predicciones (análisis del impacto del clima extremo, registro de datos), planes de resistencia (respuestas de emergencia), instrumentos financieros (financiación de proyectos de recuperación, plataformas de seguros, gestión de transacciones), infraestructuras (gestión de la electricidad para prevenir apagones, redes descentralizadas) y sistemas de alerta (sensores de aviso temprano, control de riesgos naturales).

La lista de casos de uso es ciertamente notable por su amplitud y profundidad. Pero el informe intenta mantener los pies en el suelo y advierte que todas estas iniciativas necesitan estímulos y el desarrollo apropiado de una tecnología que todavía adolece de cierto grado de inmadurez. Es posible que blockchain nos ayude a salvar el planeta, pero no lo hará por sí misma: hace falta un espíritu de colaboración entre los distintos grupos de interés (las industrias tecnológicas, los inversores, los políticos medioambientales, los reguladores, los ciudadanos) que permita que lo mucho que tiene de prometedor se haga realidad.