En rugby, para avanzar es necesario retroceder; ¿y en supervisión?

Pero, ¿dónde debe estar ese equilibrio entre autoridad local española y brazo supervisor europeo? ¿Va a ser el Banco de España un mero ejecutor de un modelo de supervisión diseñado en Frankfurt?, ¿va a ser un defensor de la idiosincrasia de los bancos españoles si el modelo de Frankfurt no lo capta en su justa medida?, ¿va a tener realmente influencia?

En los 24 años que trabajé allí he visto un estado de permanente reforma del histórico edificio, para la que trabajaban numerosos empleados como los que sufrieron ayer el accidente. Profesionales que realmente hacían del edificio un lugar más operativo en los tiempos modernos. El reto del Banco de España era precisamente conjugar los actuales estándares de seguridad con lo que de museo tiene ese bello edificio y, a su vez, crear un lugar de oficina eficiente. Este espíritu de adaptación y equilibrio permanente es el que toca ahora apelar en supervisión.

En efecto, en este último año se ha hablado mucho del traspaso de competencias que se efectúa hoy y lo diferente que va a ser el modelo de supervisión. El Banco de España, sin ir más lejos, la semana pasada reconoció este hecho, aunque resaltó que su opinión va a ser relevante como buen conocedor del sistema financiero español.

Pero, ¿dónde debe estar ese equilibrio entre autoridad local española y brazo supervisor europeo? ¿Va a ser el Banco de España un mero ejecutor de un modelo de supervisión diseñado en Frankfurt?, ¿va a ser un defensor de la idiosincrasia de los bancos españoles si el modelo de Frankfurt no lo capta en su justa medida?, ¿va a tener realmente influencia?

La banca española mira la transición con preocupación, ya que observa riesgos comparativos importantes. Por un lado, tiene la sensación histórica de estar perjudicado en ciertos temas, como el cálculo de los activos ponderados por riesgo; por otro, observa como el modelo de supervisión, que es mucho más anglosajón en cuanto a sus procedimientos y formalización, le va a perjudicar en su comparación respecto a otros países donde esta cultura de gobernanza y formalista está más arraigada.

Pero es que a raíz del ejercicio de AQR se ha hecho muy visible otra diferencia histórica, la del cálculo de las provisiones. España contabiliza con un sistema tasado (anejo IX), mientras que la mayoría de la industria internacional lo hace mediante un descuento de flujos puro sin guías supervisoras.

En resumen, el Banco de España debe buscar este equilibrio y temas concretos para gestionar hay. Precisamente, para generar influencia ha colocado en Frankfurt casi un 30% de los mandos directivos técnicos del supervisor único, todo un éxito que ya veremos si puede contrarrestar nuestra falta de representantes en el Supervisory Board.

En definitiva, jugamos a lo técnico más que a lo político. El miedo es que por defender planteamientos técnicos distintos a los existentes en la mayoría del sistema financiero europeo, y por muy sólidos que sean, se produzca el hecho de que no se cierren las diferencias en el corto plazo.

Esto es lo que puede pasar con nuestra normativa contable del anejo IX. Probablemente, desde el punto de vista supervisor, auditor e incluso industrial, es deseable que haya guías objetivas de cálculo de las provisiones. Probablemente sea una decisión acertada llegar a un consenso europeo en esta materia. El problema es que eso parece lejísimos en el momento político procesal de la configuración del supervisor único. El Banco de España debe hacerse la reflexión de si puede ser mejor recular ahora temporalmente, permitiendo la aplicación de la normativa internacional en estado puro, para promover guías supervisoras futuras. En rugby, para avanzar hay veces hay que retroceder; ¿y en supervisión?

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