¿Es posible cambiar la curva demográfica? El caso japonés

Japón cuenta con una de las demografías más complicadas del mundo. Desde que la población nipona alcanzara su tope en 2010, con 128 millones de habitantes, ha descendido en 1,3 millones de personas. Y los datos correspondientes a 2018 apuntan a una aceleración de este proceso, con 448.000 personas menos -solo contando el número de fallecimientos menos los nacimientos, sin tener en cuenta la inmigración-.

El gobierno japonés ya ha advertido que, si esta evolución continúa, la población podría caer hasta los 88 millones en 2065. Pero, además, la población ha envejecido: el 28% tiene más de 65 años, comparado con el 18% en el Reino Unidos y el 15% en Estados Unidos. Y esta tendencia también parece que se va intensificar en los próximos años.

Una población cada vez menos numerosa y más vieja tiene importantes consecuencias desde el punto de vista económico. Menos trabajadores significa tener que incrementar la productividad para evitar que la economía se contraiga. Al tiempo que supone una mayor proporción de pensionistas y de personas utilizando los servicios públicos, como la salud y el transporte, y que no aportan ingresos al estado a través de los impuestos. Japón puede ser un caso a seguir para otras economías occidentales con los mismos desafíos demográficos.

Japón está haciendo frente al descenso y al envejecimiento de su población con una batería de medidas que empiezan a surtir efecto

En Japón está ocurriendo algo interesante. En 2018, el número de personas con 15 o más años disminuyó un 0,1%, pero el número de trabajadores aumentó un 1,7%. Un incremento que no está relacionado con el fuerte descenso del desempleo, que lleva cayendo durante años. En su lugar, el mercado laboral, ya de por sí en buena situación, ha encontrado alternativas para mejorar todavía más. En 2012, Japón tenía una tasa de empleo en la media de la de las economías más desarrolladas. Pero, en 2018, la tasa de participación de la población en el mercado de trabajo creció hasta ser era una de las más altas del mundo (ver gráfico).

¿De dónde ha salido este crecimiento? En Japón, la tasa de empleo femenino ha sido, históricamente, muy baja. Detrás de estas circunstancias se esconden tres razones, principalmente. Una cultura muy extendida de largas jornadas de trabajo, roles de género muy arraigados y un mercado laboral muy poco flexible. Pero esta situación está cambiando. Hace muy poco, en 2002, el gap entre la tasa de empleo femenino en Estados Unidos, y Japón era del diez por ciento. Pero mientras que en Estados Unidos se ha estancado, en el país nipón ha crecido hasta llegar a superarlo, hoy en día, ampliamente.

Otra característica típica del mercado laboral japonés ha sido la distribución, por edad, de la participación de la mujer en el mercado de trabajo. Esto también ha cambiado. Cada vez más número de mujeres vuelven antes a sus empleos después de tener hijos.  Y las políticas del Gobierno tienen mucho que ver con la nueva situación.

El ejecutivo nipón ha aumentado el número de plazas en las guarderías y, para 2021, tiene previsto el acceso gratuito para los niños de entre tres y cinco años. En 2015 se promulgó una ley que exige a las grandes empresas del país a fijar objetivos de contratación y promoción de mujeres (aunque no hay penalizaciones para aquellas que la incumplan). El gobierno también ha limitado el número de horas de extra para evitar el exceso de trabajo y generar nuevos puestos en aquellos ámbitos donde haya una demanda clara.

Otro colectivo sobre el que se han tomado medidas ha sido el de los trabajadores de más edad. Durante el periodo mayor crecimiento de la economía japonesa, el porcentaje de trabajadores mayores de 65 años cayó ininterrumpidamente hasta situarse en el 18%, a principios de los 2000. El gobierno japonés está tratando de mantener a los futuros pensionistas en el mundo laboral el máximo tiempo posible. Esto incluye la idea de retrasar la edad de jubilación de los funcionarios de los 60 a los 65 años e incrementar  las pensiones públicas para todos aquellos que aplacen su salida del mercado de trabajo. En la actualidad, Japón se ha convertido en el país de mundo que retiene a un mayor porcentaje de empleados mayores (25%), por delante de Estados Unidos (18%) y Reino Unido (10%).

Los esfuerzos y las medidas para aumentar el empleo entre las mujeres y los empleados mayores responden también, en parte, que culturalmente los japoneses prefieren este tipo de medidas a la inmigración. A pesar de todo, a finales de 2018, el Parlamento aprobó la creación de dos nuevos tipos de visados: uno por tiempo limitado y, otro, que ofrece lo posibilidad de acabar consiguiendo el derecho de residencia de forma permanente. Estas soluciones se ha puesto en marcha entre tanto se consiguen introducir a más nacionales en el mercado laboral.

¿Hasta cuándo se podrá mantener esta nueva tendencia? Si la la tasa de paro sigue cayendo, ininterrumpidamente, al ritmo medio de los últimos ocho años, la economía japonesa llegaría al cero desempleo en 2027. También es posible que esta fecha se retrase si la población activa sigue aumentando. Sea como fuere, las medidas que ha puesto en marcha Japón se presentan como una prueba para otras economías que también se enfrentan a problemas demográficos parecidos. Puede que sea el camino a seguir en el futuro.

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