COP25: más ambición climática (y no solo por parte de Europa)

El planeta está llegando a un punto de no retorno. La necesidad de realizar cambios es urgente. Hace apenas unos días, la Unión Europea declaraba la emergencia climática. Esto implica que la Eurocámara ha pedido al Ejecutivo comunitario que convierta la lucha contra el cambio climático en una de sus prioridades para esta legislatura, y que se asegure de que todas las propuestas estén «alineadas con el objetivo de limitar el calentamiento global a menos de 1,5 grados».

La urgencia, según los científicos, es clara: de mantenerse el nivel actual de emisiones, para 2030, las temperaturas habrán aumentado hasta un nivel que hará que se intensifiquen las consecuencias negativas del cambio climático, y se ponga en riesgo el modo de vida tal y como lo conocemos.

Así las cosas, no es de extrañar que, este año, la Cumbre del Clima esté recibiendo una atención mediática sin precedentes. Desde el pasado lunes, día 2, alrededor de 25.000 personas de 200 países -entre políticos, empresarios, ONG y científicos- se reúnen en Madrid para debatir sobre las consecuencias del cambio climático y discutir posibles soluciones para evitar las mismas, bajo el lema ‘Time for action‘ (en español, “Tiempo de actuar“).

Las expectativas de esta Cumbre son grandes y los temas a tratar numerosos: desde la contribución de las empresas hacia una economía baja en carbono y el afianzamiento de las reglas de funcionamiento del Acuerdo de París (y, en concreto, los mecanismos de cooperación –comercio de emisiones y mecanismos de desarrollo limpio, por ejemplo -), hasta las finanzas responsables (bancos y aseguradoras juegan un papel clave al canalizar financiación para proyectos sostenibles o gestionar riesgos de catástrofes naturales) o las aportaciones al Fondo Verde del Clima, que apoya la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo o los mecanismo de compensación de fenómenos climáticos como los huracanes.

Pero, si hay un reto relevante en esta Cumbre COP25, es la necesidad de conseguir una mayor ambición climática de las Partes. Con las contribuciones que los países han puesto encima de la mesa, seguiríamos superando el umbral de 1,5ºC antes de 2050.

Conviene recordar que, según un análisis de PwC, la intensidad de emisiones de carbono de la economía mundial se contrajo un 1,6% en 2018. Esto es menos de la mitad de lo que se redujo en 2015 -un 3,3%-, cuando cerca de 190 países se comprometieron con el Acuerdo de París y está muy por debajo de la tasa de descarbonización de la economía del 7,5% anual que tendríamos que tener para, con una probabilidad de dos tercios, alcanzar la meta de los 2ºC.

Las cumbres mundiales del clima siguen siendo un entorno clave para la negociación política, y cada vez tienen más utilidad como herramientas de presión para que los distintos grupos de interés (empresas, ONG, sociedad civil, etc.) presionen a los gobiernos para tomar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.

El gran problema es que todo esto sucede en un momento de turbulencias protagonizado por la incertidumbre política y económica (temores a la llegada de una recesión, guerra comercial, Brexit, etc.) y el reciente anuncio de Estados Unidos de iniciar su retirada del Acuerdo de París.

Solo las emisiones de EE.UU. representan el 13% del total a nivel mundial, y reemplazar su potencial contribución a los compromisos del Acuerdo de París exige un esfuerzo adicional del resto de los países. Este esfuerzo deberá ser proporcionalmente distribuido entre los países, pero no olvidemos que China, India, Rusia, EEUU y la UE representan el 60% de las emisiones. En la medida, por tanto, en que no consigamos una mayor implicación de China (27% de las emisiones), India (7% de las emisiones) y Rusia (4,6%), todo esfuerzo de la UE quedará en balde.

La UE, con un 9% de las emisiones globales, es el único gran emisor que ha adoptado una postura alineada con el Acuerdo de París y apunta a reducir sus emisiones un 58% para el año 2030 y, según lo expresado en la apertura, a convertirse en el primer continente con huella de carbono cero para 2050. En definitiva, la actitud de la UE es ejemplarizante, pero no es suficiente para alcanzar los retos a los que nos enfrentamos. Veremos si, con el incremento de la presión de la sociedad civil, conseguimos una mayor ambición climática por parte del resto de economías presentes en la Cumbre.


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