La brújula de los fondos europeos: España aprueba con nota la selectividad

El Plan Europeo de Recuperación (Next Generation EU) aportará a España en los próximos seis años 140.000 millones de euros (repartidos a partes casi iguales entre subvenciones a fondo perdido y préstamos), sobre un total de 750.000 millones de euros para el conjunto de los países de la Unión Europea. El desafío es gestionar bien esa importante cantidad de dinero y asegurar que los fondos llegan a tiempo para sostener la recuperación de la economía, que ya está en marcha. Esta semana se ha dado un paso importante, con la aprobación sin reservas por parte de la Comisión Europea del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España, que es el primer país, junto a Portugal, en recibir el beneplácito de Bruselas. En esta serie quincenal de informaciones de actualidad ofrecemos una recopilación de historias para entender cuándo, cómo, por qué y para qué llegarán los fondos.

Ni una pega… o solo una

Justo cuando se están conociendo los resultados de los exámenes de selectividad en toda España, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Van der Leyen, viajó el miércoles pasado a España para dar por aprobado y bendecido el plan español de recuperación (69.500 millones de euros en transferencias), y no solo de palabra.

Los documentos que entregó al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, (la propuesta, el anexo y el trabajo adicional) son ampliamente elogiosos con el contenido del plan, y su valoración de los distintos aspectos que lo componen es muy positiva, con nueve sobresalientes (A, en la terminología académica anglosajona) y un notable (B).

La única y ligera pega es la que se refiere al coste del plan, que en opinión de los técnicos de la Comisión tiene “algunas lagunas” sobre “la razonabilidad y plausibilidad de los costes estimados”, lo cual impide darle el sobresaliente y le deja la puntuación en notable.

19.000 millones… con algo de retraso, con condiciones y menos de los presupuestado

Con el plan español aprobado y la financiación ya en marcha, ahora falta por saber el cuánto y el cuándo de los fondos europeos. Para este año, la previsión es que lleguen 19.000 millones: un anticipo de 9.000 millones en verano y un desembolso ordinario de otros 10.000 millones en diciembre. El anticipo llegará seguramente en agosto, algo más tarde de lo previsto, ya que se esperaba tenerlo en el bolsillo en julio. Tras la aprobación de los planes nacionales por parte de la Comisión Europea, falta la bendición del Consejo Europeo (los países miembros), que tiene un mes de plazo para examinarlos, y después hay que firmar un acuerdo financiero con Bruselas.

Por otra parte, como señala El Confidencial, los 19.000 millones que se recibirán este año se quedan cortos frente a los 27.000 millones previstos en los presupuestos de este año. En todo caso, para recibir los 10.000 millones de diciembre, como para las sucesivos ingresos previstos, es condición indispensable ir superando los exámenes que cada tres meses realizará la Comisión Europea para asegurarse de que se cumplen todos los requisitos, especialmente los relacionados con las reformas comprometidas del mercado laboral y del sistema de pensiones.

El primer eurobono, otro día histórico

La prueba evidente de que el proceso de concesión de los fondos europeos es irreversible fue el lanzamiento el pasado martes de la primera emisión de bonos europeos vinculados al Plan Europeo de Recuperación (Next Generation EU). Fue un día histórico (otro, podríamos añadir), según la expresión de la presidenta de la Comisión Europa, Ursula von der Leyen.

Se emitieron bonos a diez años por valor de 20.000 millones de euros, con una sobresuscripción de siete veces la oferta de lanzamiento. Y eso que la Comisión Europea dejó fuera de la operación a diez grandes bancos europeos y estadounidenses, castigados por algunos pecadillos previos contra la libre competencia.

El tipo de interés fue del 0,086%, superior al del bono alemán (-0,2%) y más bajo que el francés (en torno al 0,14%) o el español (algo por encima del 0,4%). Se materializó así “el momento hamiltoniano”, tal y como lo definió en su día el ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz. Se refería a la decisión tomada en 1790 por Alexander Hamilton, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, entonces naciente país, de hacerse cargo de las deudas de guerra de las antiguas colonias británicas a cambio de asumir los impuestos a la importación. Aunque el paralelismo tiene sus detractores.

Y ahora empieza lo difícil: de las musas al teatro

Si el proceso de elaboración y aprobación del plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia parece haber sido un éxito, ahora empieza lo difícil: distribuir y gestionar los fondos. O como decía Lope de Vega, “pasar de las musas al teatro”.

Las reclamaciones territoriales (de comunidades autónomas y ayuntamientos) están ahí, y el presidente Pedro Sánchez se ha apresurado a anunciar que convocará a los presidentes autonómicos antes del verano para intentar articular una  estrategia conjunta. También hay dudas sobre la capacidad de la economía española de absorber las ayudas y aprovecharlas al máximo.

La recuperación viene fuerte

En parte gracias al estímulo de los fondos europeos, la recuperación de la economía española ya está en marcha y parece que será vigorosa. Tras las buenas noticias de la revisión al alza de las previsiones de la OCDE, así lo ha certificado el Banco de España, que ha mejorado moderadamente las expectativas de aumento del PIB para 2021, 2022 y 2023, aunque también señala en su análisis los riesgos y puntos negros.

Más sorprendentes son las declaraciones de Ana Patricia Botín, la presidenta de Banco Santander, que dice que “España se va a salir del mapa” y espera para este año un crecimiento de la economía del 8% o el 9%, muy por encima de las estimaciones oficiales. Y no es la única. El presidente de Inditex, Pablo Isla, y el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, también coincidieron en que España crecerá más de lo previsto. Pablo Isla, sin embargo, advirtió contra el riesgo de caer en la autocomplacencia en la gestión de los fondos europeos.

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