La historia de los medios de pago está marcada por el éxito del dinero en efectivo. Desde que se acuñaron las primeras monedas, en el siglo VII antes de Cristo, el efectivo ha vertebrado el intercambio de bienes y servicios y aún hoy es el medio de pago claramente predominante en el mundo. Sin embargo, la revolución tecnológica ha acelerado el proceso de sustitución del dinero por otros medios de pago.
La realidad del sector es muy diversa desde el punto de vista geográfico. En general, hay una relación directamente proporcional entre el desarrollo de una economía y el uso de medios distintos del efectivo. A mayor desarrollo, mayor empleo de las tarjetas, de las transferencias, de las domiciliaciones y de los cheques. África, con un 99% de empleo de efectivo, y Norteamérica, con un 51%, serían las regiones en los extremos de la escala.
La creciente proliferación de los pagos a través de Internet y, sobre todo, del teléfono móvil está cambiando la fisonomía de la industria del sector en todo el mundo. El actual statu quo, en el cual los bancos tienen una posición dominante, está amenazado por la aparición de nuevos y potentes competidores (gigantes tecnológicos, operadoras de telecomunicaciones, fabricantes de móviles, empresas de distribución, start ups…) que están llamando a la puerta, o la han derribado ya.
En esta batalla, donde las fronteras de los negocios son difusas, las entidades bancarias parten con la ventaja de la confianza de los clientes. Pese a la reciente crisis financiera, y la consecuente erosión de la reputación del sector, los ciudadanos siguen confiando en “su banco”. Sin embargo, los avances tecnológicos están creando numerosas grietas en el proceso de pago, lo cual favorece la desintermediación y la reducción de márgenes, y obliga en última instancia a cambiar el modelo de negocio tradicional. En este proceso de transformación, los bancos no solo tienen que defender sus nichos de negocio actuales (efectivo, transferencias, tarjetas…) sino que pueden atacar otros territorios de ingresos casi vírgenes, como los pagos móviles, los monederos electrónicos o la facturación electrónica. Según datos de PwC, lo que está en juego en este tira y afloja estratégico es un mercado de 20.000 millones de dólares.
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