“Lo importante de una Administración pública no es su tamaño, sino su capacidad para funcionar de manera eficaz. Por ello, la mejor Administración no sería la que no existe, sino la que no se nota que existe”. Estas afirmaciones, con las que seguro coinciden la mayoría de los lectores, son, además de una representación ideal de lo que debería ser la Administración, lo que prevemos que ésta sea en menos de veinte años.
En los próximos años dejaremos atrás una Administración basada en estructuras rígidas, mastodónticas y subterráneas, para transformarla en una basada en redes, ágil, flexible y más proactiva, que genere rendimiento económico. Las instituciones actuarán con un modelo de demanda centrado en gestionar de manera eficaz las verdaderas necesidades de los ciudadanos, y las nuevas tecnologías y el Big Data, que se desarrollan a pasos agigantados, permitirán desarrollar un espacio abierto y transparente, en el que las instituciones ofrecerán una oferta de servicios mucho más amplia. Es el “new normal” de la Administración de 2033.
¿Cómo y por qué va a suceder todo esto?
En primer lugar -y como no podía ser de otra forma-, el artífice de este cambio va a ser el ciudadano. Cada día más informado y más participativo, es el mejor conocedor de la situación real del gasto público, y exige más eficiencia en estas inversiones y una mayor estabilidad presupuestaria. Simultáneamente, y en la línea de lo que está pasando en cualquier mercado, es un consumidor que demanda mejores servicios. Esta situación de tensión va a forzar a las administraciones a alcanzar mayores cotas de eficiencia en sus procesos y resultados.
En segundo lugar, las empresas van a tener una gran influencia a la hora de marcar el rumbo de la Administración al demandar un desarrollo económico basado en políticas activas, que den mejores condiciones de fiscalidad y que fomenten un sistema educativo más orientado al empleo y al entorno real. Pero al mismo tiempo, rechazan entornos excesivamente regulados o mercados volátiles.
En tercer lugar, las tecnologías de la información como el Big Data, el Open Data u Open Source, omnipresentes en todo proceso de transformación, también serán herramientas clave en la evolución que vivirán las instituciones en los próximos años. Una ventanilla abierta 24/7, más rápida y personalizada para cada ciudadano.
Por último, el desarrollo de un entorno competitivo. Si hay una asignatura pendiente para la Administración es el de convertirse en un agente de generación de desarrollo económico y social. Cada vez más, la atracción de inversiones se disputa a nivel de territorios, por lo que colaborar en la producción de un sistema innovación que atraiga el talento y fomente un tejido empresarial competitivo, serán tareas en las que irá involucrada la Administración. Para ello, transformar el modelo organizativo e incentivar el talento y el liderazgo de sus profesionales, es uno de los cambios fundamentales que atravesarán estas instituciones.
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