Los clásicos del pop, un activo de valor incalculable

Neil Young es famoso por su rechazo a la comercialización de la música pop. En 1988, en su canción ‘This Note’s for You‘, decía que “no canto para nadie” porque “me hace parecer tonto” -en inglés, look like a joke-. Pero el legendario cantautor parece haber cambiado de opinión, el pasado mes de enero, cuando vendió el 50% de su catálogo de 1.180 canciones al fondo Hipgnosis Songs. Según el informe anual de Hipgnosis, a los pocos meses del acuerdo, la empresa británica de inversión en propiedad intelectual y gestión musical había licenciado los temas ‘Old Man‘ de Neil Young, para la serie ‘The Equalizer‘ -una producción de CBS- y ‘Harvest Moon‘, para ‘Sex Education‘ -la comedia de Netflix-.

Independientemente de que venda sus canciones o no, Neil Young tuvo un timing impecable.

Con el crecimiento del streaming, la enorme demanda de los catálogos pop de antes está ofreciendo un nuevo medio para la creación de valor en la industria de Entretenimiento y Medios

Actualmente, los productores de anuncios, películas, televisión, espectáculos de Broadway y Las Vegas, así como de videojuegos, servicios de streaming y dispositivos, no se cansan de los viejos éxitos musicales, especialmente, de aquellos de los años 60 y 70. El reciente repunte de acuerdos millonarios por los derechos de la música y las letras de leyendas, como Bob Dylan, Paul Simon, Prince, Burt Bacharach y Stevie Nicks, ha convertido los repertorios de canciones en uno de los activos más valiosos de la industria del entretenimiento.

Ahora que los servicios de streaming ya no tienen temor a que la piratería acabe con la industria de la música, las canciones de siempre tienen aún más valor. Ya que ofrecen, como dijo Aaron Siegel, director global de banca de inversión en Entretenimiento de Goldman Sachs, “un riesgo similar al de los bonos con una rentabilidad parecida a la de la renta variable”. El consumo mundial de streaming aumentará un 32% en los próximos cinco años, hasta alcanzar los 24.800 millones de dólares en 2025, según el informe Global Entertainment & Media Outlook 2021-2025 de PwC. También, las ventas de publicidad para streaming alcanzarán la cifra de 4.400 millones de dólares en 2025, y se incrementarán un 32%.

Ante este boom de la música, no es de extrañar que los repertorios de canciones pop clásicas susciten un gran interés. Con la llegada cada vez mayor del audio en streaming y la relevancia de la creación digital en TikTok y YouTube, las canciones clásicas están demostrando ser un punto de apoyo para el desarrollo de estrategias en una nueva era. Un impulso que está siendo especialmente bienvenido en un sector que se ha visto presionado por la disrupción digital.

Clásicos, pero buenos

Sin duda, al ver el enorme potencial que está en juego, las compañías discográficas de todo el mundo están invirtiendo grandes cantidades de dinero en los álbumes clásicos de la música pop, en ocasiones, sólo para comercializar un puñado de canciones memorables.

Por ejemplo, se dice que Universal Music Group -que salió a bolsa en septiembre- ha pagado a Bob Dylan alrededor de 325 millones de dólares por su repertorio. Mientras que Sony Music Publishing, la mayor editorial del sector, puso sobre la mesa unos 250 millones de dólares por los derechos de las canciones de Paul Simon. También, Primary Wave Music abonó 100 millones de dólares por el 80% de las composiciones de Stevie Nicks, y ha llegado a acuerdos por las canciones de Burt Bacharach, Olivia Newton-John y los Four Seasons.

El fondo Hipgnosis Songs no sólo pretende hacerse con los clásicos de Neil Young. La empresa pagó casi 323 millones de dólares por la cartera de derechos de autor de Kobalt Music, con más de 33.000 canciones de músicos como Lindsey Buckingham, Steve Winwood y Mariah Carey. Desde que la compañía salió a la Bolsa de Londres en 2018, han invertido 1.940 millones de dólares en 138 catálogos con 64.098 canciones. Además, Apollo, una de las mayores firmas de capital privado, respaldó a la ejecutiva musical Sherrese Clarke Soares, con 1.000 millones de dólares para adquirir juntos activos musicales.

Aunque es cierto que los responsables de los acuerdos no siempre revelan las cifras de sus transacciones, algunos ejecutivos de la industria afirman que, al menos, algunos catálogos de alto perfil se han vendido por un valor treinta veces mayor al beneficio que generan en un año. Estas cifras son música para los oídos de los propietarios de estos repertorios, especialmente, para los artistas que buscan retirarse o recuperar los ingresos de los conciertos que perdieron durante la COVID-19. Además, unos cuantos esperan poder eludir los aumentos propuestos de los impuestos federales (en EEUU) sobre las ganancias de capital, que los propietarios de las colecciones deben pagar cuando sus obras se están vendiendo.

Sin embargo, la mayoría de los artistas no piensan que las canciones antiguas vayan a volver a la cima de las listas de éxitos, aunque algunas puedan dar la sorpresa. Por ejemplo, el éxito de Fleetwood Mac, ‘Dreams‘, de 1977, cobró nueva vida, el año pasado, después de que un hombre de Idaho se convirtiera en una estrella de TikTok con un vídeo en el que aparecía en un monopatín haciendo playback con la canción.

Tina Fassbender, propietaria de Fassbender Financial Management -firma que se encarga de asesorar compositores-, lo explica muy bien: “Yo era una defensora de ‘Aguanta, estas son tus rentas y legados’, pero el panorama ha cambiado.”

Hoy en día, los propietarios de los derechos de autor cobran cuando los jóvenes creadores de éxitos reutilizan o rehacen melodías, a menudo con canciones que eran populares mucho antes de que ellos nacieran. El año pasado, ‘Freak‘, de la cantante Doja Cat, tomó como muestra el éxito de 1959, ‘Put Your Head on My Shoulder‘, de Paul Anka. En 2019, Ariana Grande incorporóMy Favorite Things‘ del musical ‘The Sound of Music’ (de Rodgers y Hammerstein) en su exitoso sencillo ‘7 Rings‘.

La realidad es que no solo las empresas de la industria musical tienen a los clásicos del pop en el punto. Estos también sobresalen en los acuerdos de licencias para productos o producciones. Son uno de los pocos elementos culturales que atraen oyentes de todos los grupos de edad, de todas las nacionalidades y de todas las corrientes altamente polarizadas.

Incluso asociar canciones pop en productos de gran consumo de nuestro día a día puede resultar de gran valor. Por ejemplo, en los partidos de los Pittsburgh Steelers, se encuentra la cerveza Oh Mama de Voodoo Brewing Co., cuyo nombre está tomado de la letra inicial de la canción ‘Renegade‘ de Styx de 1979, un himno del equipo. También, las estanterías de los supermercados están llenas de la nueva edición limitada de cereales Monster Mash de General Mills, que recuerda el éxito de 1962 de Bobby Boris, Pickett & the Crypt-Kickers.

“Estamos superando el crecimiento -de la industria musical- en cerca de un 8% gracias a todas nuestras iniciativas de mejora del valor. Es una parte importante de lo que hacemos”, afirma el director general de Reservoir Media, Golnar Khosrowshahi, cuya empresa ha concedido la licencia de Monster Mash a General Mills. Reservoir Media, que salió a bolsa este año, obtuvo recientemente los derechos de uso de las canciones de Joni Mitchell, Alabama, Billy Strayhorn, John Denver, Sheryl Crow y Rickie Lee Jones.

Según PwC, los ingresos por las llamadas licencias de sincronización -uso de música en distintos soportes como televisión, anuncios, videojuegos, redes sociales-, y los derechos de autor de las canciones incorporadas a otras obras, crecerán un 13%, hasta los 520 millones de dólares, entre 2021 y 2025.

Algunos compradores son todavía más optimistas, como el director general de Primary Wave Music, Lawrence Mestel, que recientemente compró una importante participación en el patrimonio de Prince y que está trabajando en espectáculos de Broadway con obras de Whitney Houston, Smokey Robinson y Burt Bacharach, así como en un espectáculo para un casino de Las Vegas con la música de la superestrella del reggae, Bob Marley.

“Prince será mucho más valioso dentro de 10 años que hoy”, dice Lawrence Mestel. “Tiene un archivo de miles de masters y vídeos sin explotar. Nunca ha habido un espectáculo de Broadway ni una película biográfica ni mucha explotación orgánica de Prince y su marca. Hay mucho que hacer que va a encantar a los fans”.

Pero no todos los álbumes pop son iguales. Como asegura Lawrence Mestel, los artistas con éxitos nuevos o recientes pueden parecer atractivos porque están ganando mucho dinero ahora, pero se espera que esos ingresos disminuyan a medida que las canciones pierdan su caché. No hay garantía de que tengan un valor duradero como los clásicos. “Cuando se compran cosas demasiado nuevas, es mejor pagar un precio bajo porque el flujo de ingresos va a bajar”, dice.

Sin embargo, Aaron Siegel, de Goldman Sachs, dice que aún no está preocupado. “Cada generación es escéptica con respecto a la música de la nueva generación. Las nuevas generaciones siempre crean estándares y clásicos. Tengo plena confianza en que la música de esta generación seguirá resonando y resistirá el paso del tiempo”.

Independientemente de la época, la impresionante demanda de catálogos pop podría no durar. “El tope del mercado está llegando”, dice Tina Fasbender. Eso ha provocado tiras y aflojas con clientes deseosos de cobrar los mismos precios que han recibido Bob Dylan y Neil Young. “No puedes decirle a alguien: Tu catálogo no vale eso”.

Dicho de otro modo, los que apuestan por el futuro de los catálogos de música pop tienen que preguntarse: ¿Qué pasará con las decisiones que están tomando ahora después de la fiebre del oro?, como diría Neil Young,


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