Hace algunos años, en una entrevista con Soledad O’Brien, periodista especializada de radio y televisión, hablaba sobre las lecciones de liderazgo que había aprendido al dirigir su propia productora, Starfish Media Group: “Hay dos cualidades que no se pueden enseñar a las personas”. Cuando explico esto de las “dos cualidades”, me acerqué a ella, ansiosa por escuchar su teoría. ¿La primera? “No creo que puedas enseñar a las personas a ser curiosas”, dijo. ¿Y la segunda? “Estoy obsesionada con la atención a los detalles, y no sé si esto se puede enseñar”.
Y puede que O’Brien tenga razón. La atención al detalle puede ser innata, pero también es una cualidad que las personas deben desarrollar. Si no la tienes, intenta mejorar. Para bien o para mal, tengo lo que yo llamo “cerebro de editor”, y no puedo apagarlo. Encuentro erratas en cualquier página web, me doy cuenta cuando sobra un espacio en un texto, veo pequeños fallos de formato en diapositivas de PowerPoint, y no estoy presumiendo. De hecho, a veces me gustaría poder apagarlo. Sin embargo, a lo largo de los años he conocido a un gran número de directivos que tienen este mismo hábito mental, y lo han utilizado de manera constructiva para elevar el nivel de los equipos que han dirigido.
Independientemente de que sea innato o aprendido, ser detallista es una cualidad que beneficia a todos los profesionales
Marc Rosen, CEO de JCPenney, señalaba que: “Yo veo todos los problemas. Por ejemplo, si paseo con mi esposa por nuestro jardín, me fijaré en la única mata de hierba que se está volviendo marrón y me preguntaré qué tenemos que hacer con la hierba”. En cambio, mi mujer dirá: “¿A que el césped está estupendo hoy?” “Ambos enfoques tienen su belleza, pero yo no puedo evitar ver siempre ese trozo de hierba marrón en el césped. Y aunque reconozco que hay una parte buena en ello, a veces puede resultar un poco agotador”, explica Rosen.
Y muchos CEOs no tienen miedo de insistir a los miembros de sus equipos en que deben estar atentos a los pequeños detalles. “La forma en que haces cualquier cosa es la forma en que haces todo”, afirma Kim Perell, emprendedora del sector tecnológico. “Y si no eres detallista en todo lo que haces, significa que serás descuidado en algún ambito. Por eso, mi nivel de tolerancia en este sentido es cero. A veces, después de haber terminado una reunión, le digo a las personas que se han olvidado de poner el número de página en una de sus diapositivas. Creo que todo el mundo se esfuerza por hacer un buen trabajo, pero también creo que hace falta recordarles que hay que ser muy profesionales en todo momento”.
Estoy seguro que algunas personas leerán esta cita de Kim Perell y pensarán: “¿En serio? ¿Es este el mejor uso que puede hacer un CEO de su tiempo?”. No obstante, yo estoy de acuerdo con Perell en su explicación de por qué es importante prestar atención a los detalles. Se trata de ser profesionales. Ya sea en el trabajo que realizamos individualmente, en el de nuestro equipo o en el de nuestra empresa de forma más general, estos pequeños detalles influyen poco a poco en tu reputación. Seguro que habrán muchas personas que no se darán cuenta de un pequeño error, pero algunos compañeros, clientes y consumidores sí lo harán, y esto supondrá una pérdida de reconocimiento.
Pero, ¿qué nos dice la teoría de O’Brien de que la atención a los detalles es una cualidad innata? En mi opinión, las personas pueden aprender a prestar más atención a los detalles. Si les explicas por qué deben hacerlo, intentarán asimilar la lección. Y eso debe ser lo que pasa en entornos de trabajo en los que están en juego las vidas de las personas, por ejemplo, en quirófanos y cabinas de pilotaje de aviones. Pero, ¿y en la oficina?
En los años que pasé como editor dirigiendo equipos de reporteros, aprendí que era una buena práctica, cuando me cambiaba de trabajo, explicar a mis nuevos compañeros que no me gustaba hacer correcciones, es decir, poner anotaciones al final de los artículos para indicar que la versión anterior tenía algún error ortográfico o de los hechos que describía. Y no lo decía de forma hostil. Simplemente lo compartía como un hecho sobre mí. De este modo enviaba una señal clara de que confiaba en que las personas comprobarían la veracidad de los hechos antes de publicar un artículo.
Así que, en cuanto a la pregunta de si es una cuestión innata o adquirida, la respuesta es que probablemente sea un poco de ambas, aunque lo mejor es desarrollar un espíritu detallista si tienes la sensación de que no has nacido con él. Como líder, creo que también puedes transmitir la idea de que la profesionalidad y el rigor son importantes. El truco está en dar a las personas argumentos para que les importe, ya sea por motivos de seguridad o porque, como mínimo, los cargos directivos se fijan en estas cosas (y puede que las tengan en cuenta a la hora de evaluar su rendimiento).
Si aspiras a progresar en tu carrera profesional, lo más aconsejable es que te preocupes por los detalles. Al fin y al cabo, es muy probable que tu jefe tenga “cerebro de editor”, y ganarás puntos con él si te aseguras de que todo está impecable. Y si alguien que esté leyendo este artículo y encuentra una errata, me defenderé diciendo que la puse como prueba para ver si estabas prestando atención.