Más allá de los sectores, ya están aquí los dominios de crecimiento

    Solo hay que ojear los periódicos para darse cuenta de que nos enfrentamos a tiempos históricos. Por un lado, los múltiples conflictos bélicos abiertos y la guerra arancelaria evidencian la fractura de un orden geopolítico que se construyó, no sin esfuerzos, tras la Guerra Fría y dos guerras mundiales. Por otro, la irrupción de las nuevas tecnologías y el cambio climático están desafiando también el statu quo, obligándonos a repensar el mundo tal y como lo conocíamos.

    Algunos vaticinan que la Inteligencia Artificial (IA) podría tener un impacto mayor que la segunda revolución industrial de finales del siglo XIX que, combinando la producción en serie y el uso de la energía eléctrica, transformó por completo a la economía global. Sobre los efectos del cambio climático, por desgracia, no tenemos que imaginarnos las consecuencias ni ir tampoco demasiado lejos: basta con recordar recientes inundaciones en nuestro país o los devastadores incendios de Los Ángeles en el arranque de 2025.

    Sin perder este contexto como telón de fondo, los directivos, que tienen que lidiar en su día a día con múltiples incertidumbres (dificultades para acceder a los mercados, interrupciones en la cadena de suministros, encarecimiento de los costes de los insumos, etc.), pueden caer con facilidad en un peligro: que los problemas a corto plazo acaparen por completo sus agendas y no sean capaces de prestar atención a lo realmente importante: dónde se está creando valor y dónde pueden surgir nuevas oportunidades.

    El informe ‘Value in Motion‘ de PwC, fruto de una intensa investigación a la que se han dedicado miles de horas de trabajo y de reflexión en diálogo con las empresas más punteras del planeta, trata de ayudar a los líderes empresariales a navegar en estos tiempos inciertos, poniendo de manifiesto que es posible transformar los obstáculos que hemos mencionado en facilitadores del cambio y detallando por qué es más urgente que nunca explorar nuevos ámbitos de crecimiento. ¿Cuáles deben ser los próximos pasos? ¿Cómo podemos ser actores y no simples espectadores de los cambios que se están produciendo a nivel global?

    Lo primero de lo que debemos ser conscientes es de que los sectores tradicionales se están desdibujando y están siendo sustituidos, por lo que podemos denominar nuevos dominios o espacios de crecimiento. Al igual que un empresario de principios del siglo XIX (que viajaba a caballo o a lo sumo en barco de vapor) no podía imaginarse las posibilidades que abrirían gracias a los automóviles, los trenes de alta velocidad, los aviones o Internet, posiblemente un ciudadano de nuestra época no será capaz de reconocer nuestro mundo a finales del siglo XXI. Pero no hay que coger una máquina del tiempo para ser testigos de la transformación en la que estamos inmersos. Si observamos bien, ya en el presente, los players que están logrando tener éxito son aquellos que están desafiando la lógica, viendo nuestro mundo más allá de compartimentos estancos.

    Pongamos algunos ejemplos para entenderlo mejor. El auge del vehículo eléctrico no es consecuencia únicamente de la acción de la industria del automóvil, sino que detrás están los proveedores de energía, los fabricantes de baterías, las empresas tecnológicas y muchas que trabajan el ámbito de la movilidad. En esta misma línea, empresas agrícolas de toda la vida están sabiendo crear valor de forma exponencial integrando herramientas como drones, cámaras, reconocimiento de patrones de IA, visión artificial o análisis de datos, que ayudan a conocer cuándo la fruta está madura o a diferenciar entre aquellas plagas de insectos que pueden poner en peligro la producción y las que son inofensivas.

    No podemos mirar la economía global o de un país como una suma de agricultura, industria manufacturera, construcción, transporte, hostelería, banca, automoción y un largo etcétera, sino que debemos plantearnos cuáles son las necesidades de nuestros clientes y plantear nuevas formas de responder a ellas: cómo fabricamos, cómo construimos, cómo nos alimentamos, cómo nos cuidamos, cómo buscamos financiación… Las líneas que delimitaban los sectores se están borrando para dar paso a una nueva manera de ver nuestro sistema industrial. No se trata de cambiar por cambiar, sino de ser capaces de evolucionar a medida que se crean nuevas posibilidades.

    Como lo que no se mide no se puede mejorar, pongamos algunas cifras encima de la mesa para entender mejor los retos a los que nos enfrentamos. El informe ‘Value in Motion‘ estima que la IA tiene el potencial de aumentar un 15% el PIB mundial en 2035 y que, en el mismo periodo, el cambio climático podría restar un 7% a la economía global. Pero este es solo el mejor de los escenarios posibles, ya que el retorno de la inversión en IA podría caer hasta el 8% o incluso el 1% si el despliegue no se realiza de forma responsable, con una gobernanza clara que sea capaz de generar confianza en los consumidores y los usuarios. Algo parecido puede ocurre con el cambio climático, que puede multiplicar sus efectos perversos si no se trabaja de forma activa por la descarbonización.

    En estos tiempos inciertos, ¿cómo deben reaccionar las empresas? ¿Quedarse quietas o anticiparse a los cambios? Cuatro de cada diez directivos avisan de que sus compañías no serán viables en la próxima década si nada cambia. Otro dato que conviene tener en cuenta es que el 20% de las empresas más innovadoras se está quedando con el 80% del crecimiento rentable, con la mayor porción del pastel. Si somos realistas, las compañías que están más retrasadas ahora, también lo seguirán estando en el futuro, a menos que empiecen a diseñar una hoja de ruta creíble y sólida para remediarlo.

    En un mundo disruptivo como el nuestro, no basta con adaptarse, hay que reinventarse. Aunque no podemos adivinar cómo será el mañana que emergerá, podemos inspirarnos con las palabras de Ilya Prigogine, el premio Nobel que investigó el caos en el mundo físico: “La incertidumbre está en el corazón mismo de la creatividad humana”. El rol que jugarán nuestras compañías en la próxima era, pero también el futuro de nuestro planeta y el estilo de vida de las próximas generaciones está en nuestras manos.

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