La COVID-19 está erosionando la posición de la mujer en el mercado laboral más que la de los hombres. En otras pandemias y crisis financieras los trabajadores dedicados a labores más administrativas y los empleados en los sectores dominados por hombres fueron los primeros en ver desaparecer sus puestos de trabajo. Pero la COVID-19 ha golpeado más y más rápido a los más vulnerables de la sociedad: los que trabajan en puestos menos remunerados y en sectores como el comercio, los hoteles y el turismo, que se han visto directamente afectados por los cierres de las economías. Un segmento del mercado laboral está integrado, mayoritariamente, por mujeres.
Un informe reciente de PwC, Women in Work 2021: The impact of COVID-19 on women in work, revela que desde 2011 hasta 2019, las mujeres de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han avanzado constantemente hacia su empoderamiento económico. Los indicadores clave utilizados para medir el progreso son: la brecha salarial, la población activa, la tasa de paro femenino, la diferencia de la participación entre hombre y mujeres en el mercado de trabajo, y la proporción de mujeres empleadas a tiempo completo. Algunos países, como Islandia y Suecia, se sitúan constantemente entre los más avanzados. Este año, Nueva Zelanda ha escalado hasta el tercer puesto.
Pero el progreso durante la última década ha sido lento. Según nuestras estimaciones, si se mantienen las tendencias actuales, necesitaremos 24 años para que la participación de las mujeres en el mercado laboral alcance a la de los hombres, 112 años para cerrar la brecha salarial y sesenta años para que la proporción de trabajadoras a tiempo completo sea igual a la de los hombres.
Las personas que trabajan en sectores con un menor nivel de remuneración y una mayor proximidad son las más perjudicadas por el confinamiento. El 40% de las mujeres que trabajan, lo hacen en estos sectores
Estas cifras, por impactantes que parezcan, serán aún peores cuando se compruebe el efecto total de la pandemia. Es una realidad que la COVID-19 está teniendo un enorme impacto en los mercados laborales de todo el mundo, lo que se traduce en la pérdida de puestos de trabajo tanto para mujeres como para hombres, ya que se han cerrado sectores enteros de la economía. Sin embargo, son las mujeres las que más están sufriendo. En Estados Unidos los datos de la OCDE muestran que la tasa de desempleo femenino se disparó del 4,4% en marzo de 2020 al 16,1% en abril. Después, en diciembre de 2020, bajó hasta el 6,7%, todavía tres puntos por encima que en diciembre del año anterior. La tasa de desempleo masculina también aumentó, pero no con la misma intensidad.
En algunos países, como el Reino Unido, el efecto de la pandemia en el empleo aún no se ha visto, ya que los planes de los Gobiernos para evitar los despidos han hecho posible que las empresas mantengan a sus trabajadores, a pesar del shock de demanda. Pero también en este caso hay más puestos de trabajo de mujeres en peligro que de hombres –de los 15,3 millones de empleos que se han destruido en el Reino Unido en el tercer trimestre de 2020, el 52% (de los que se conocía el género) estaban ocupados por mujeres, a pesar de que éstas representan sólo el 48% de la población activa del país.
¿Por qué está pasando esto?
Hay algunas razones detrás de esta tendencia. Primero, la pandemia está afectando de forma desproporcionada a los sectores y puestos de trabajo con más fuerza laboral femenina. Las personas que trabajan en sectores con un menor nivel de remuneración y una mayor proximidad física -alojamiento y alimentación, entretenimiento y ocio-, son las más perjudicadas por el confinamiento. En todo el mundo, el 40% de las mujeres empleadas (aproximadamente 500 millones de personas), en contraste con un 37% de los hombres, trabajan en estos sectores tan golpeados.
En segundo lugar, la pandemia está amplificando las desigualdades existentes en la cantidad de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que realizan las mujeres en todo el mundo. Antes de la epidemia, las mujeres dedicaban, a la semana, una media de seis horas más que los hombres al cuidado no remunerado de sus hijos. Durante la COVID-19, las mujeres han asumido mayor parte de esta carga, y ahora dedican 7,7 horas más a la semana que los hombres, según un estudio de ONU Mujeres. Este segundo turno, que suma 31,5 horas semanales, es prácticamente el equivalente a un trabajo adicional a tiempo completo. En Estados Unidos y el Reino Unido, los datos de las encuestas muestran que estas responsabilidades adicionales en el cuidado, ya han reducido la contribución de las mujeres a la economía. Y cuánto más dure esta carga adicional, más probable será que las mujeres sigan descolgándose del mercado laboral.
Estimamos que, como consecuencia a la pandemia, la participación de la mujer en el mercado laboral que refleja nuestro Women in Work Index, se reducirá en 2020 y lo hará aún más en 2021, revirtiendo su situación a los niveles del año 2017. Para recuperarnos de este daño y hacerlo por completo en 2030, será necesario duplicar el ritmo de avance que tuvimos entre 2011 y 2019. Un objetivo difícil de alcanzar.
Las respuestas políticas para la recuperación económica deben abordar específicamente el impacto de la pandemia en la mujer. Si no se actúa para prevenir que se queden más rezagadas de lo que ya están, es posible que la OCDE no pueda retomar el ritmo de crecimiento previo a la pandemia para alcanzar la igualdad de género.
Gobiernos y empresas deben colaborar para acelerar el progreso hacia la igualdad de género en el trabajo. Nuestro informe identifica cuatro acciones que pueden favorecer una recuperación económica sostenible e inclusivas tras la COVID-19:
- Evaluar activamente los efectos de género e igualdad de todas las políticas gubernamentales. Esto significa llevar a cabo evaluaciones del impacto en la igualdad para garantizar que las políticas protegen a las mujeres y a otros grupos marginados en el mercado laboral. También, informar de las respuestas más justas y eficaces a la COVID-19 para futuras crisis.
- Empoderar a las mujeres para que participen en el mercado laboral afrontando las desigualdades de género subyacentes en la sociedad en torno al trabajo doméstico y el cuidado no remunerado. Las medidas incluyen el reconocimiento del valor del trabajo de los cuidados no remunerados realizado por las mujeres (equivalente a alrededor del 10% del PIB mundial cada año); la redistribución de este trabajo a través de la igualdad de acceso y los incentivos para tomar el permiso parental remunerado tanto para las madres como para los padres; el cuidado de niños asequible y el acceso a acuerdos de trabajo flexibles para todos.
- Adoptar medidas para evitar que la pandemia aumente las ya significativas diferencias salariales entre hombres y mujeres. Las medidas incluyen la obligación de informar sobre las diferencias salariales entre hombres y mujeres, la promoción de la igualdad salarial en todos los sectores y dentro de ellos, y la elaboración y aplicación de planes de acción en materia de género en las empresas para que más mujeres ocupen puestos de liderazgo.
- Brindar apoyo a las iniciativas empresariales femeninas y crear más empleo femenino en los sectores económicos de mayor crecimiento. Esto incluye focalizar y adaptar las iniciativas de desarrollo a las necesidades de las mujeres; incentivar a las mujeres a volver a capacitarse en áreas como energía renovable, IA y crecimiento limpio; y proporcionar programas de apoyo financiero más amplio para las emprendedoras y las empresas emergentes lideradas por mujeres.