El desplome bursátil chino produjo un contagio inmediato en los mercados de valores de todo el mundo; de la noche a la mañana, se dispararon las dudas sobre la salud del gigante asiático, y resucitó el miedo a una recaída global en la crisis financiera. ¿Pero cuáles son las proporciones reales de estos hechos y a quienes afecta esta situación?
Una cosas está clara: la economía de China está sufriendo una desaceleración, y la situación entraña riesgos significativos. Las turbulencias chinas se desencadenaron al explotar una burbuja inmobiliaria auspiciada por las políticas de estímulo y de abaratamiento de deuda. Cuando los inversores perdieron la confianza en el mercado de la vivienda, comenzaron a invertir en bolsa, lo que generó una nueva burbuja que ha estallado en las últimas semanas.
Por otra parte, la apreciación del yuan había mermado el crecimiento en las exportaciones chinas y la moneda era poco sensible a las fuerzas de mercado, condición necesaria para que esta fuera adoptada como divisa de cambio válida en la reserva global. El proceso de devaluación frente al dólar, acometido por las autoridades chinas a mediados de agosto, puede no haber hecho más que comenzar.
Europa y EEUU, un impacto relativo…
Una de las consecuencias principales de la desaceleración de la actividad en China es la bajada de los precios del crudo. Se trata de una buena noticia para los países importadores de materias primas, como los de la Eurozona, cuya coyuntura económica parece encauzar la senda positiva: el Grexit está cada vez más lejos, y aunque las exportaciones de Alemania se puedan ver afectadas por la desaceleración china, las cifras del conjunto de la unión relejan una vuelta al crecimiento.
En Estados Unidos el impacto es similar. La economía norteamericana continúa creciendo, aunque lo haga menos de lo esperado. Vistos los acontecimientos en China, todas las miradas se dirigen a la Reserva Federal que parece va a optar por esperar para subir los tipos de interés, y comenzará a hacerlo de forma gradual a finales de año o a principios de 2016. Sin embargo, los mercados llevan semanas anticipando la eventual subida, lo que también ha hecho que se debiliten otras divisas.
… los mercados emergentes, los más afectados.
Por su parte, la zona de Asia–Pacífico se ve claramente perjudicada por la inestabilidad china, pues las exportaciones al país asiático suponen un porcentaje relativamente alto de su PIB. Sin embargo, no parece probable una crisis similar a la de 1997/98, pues en aquellos momentos, países como Corea del Sur, Tailandia o Malasia, arrastraban importantes déficits comerciales.
Pero hay una serie de economías para las que la desaceleración de China es verdaderamente una mala noticia. Se trata de mercados emergentes como Rusia, Brasil, Chile, Venezuela, Sudáfrica, Nigeria, Angola o los países del Golfo. Además de la reducción del precio del petróleo, sobre estos países coinciden una fuerte bajada en la demanda de productos y una caída de los precios. Para mayor preocupación, y a diferencia de las otras, muchas de estas economías son vulnerables, no tienen reservas defensivas de monedas extranjeras, y llevan consigo déficits comerciales significativos.
En vista de esta situación, parece claro que se avecinan tiempos de alta volatilidad para los mercados emergentes, que se revelan como los grandes damnificados por el frenazo del gigante asiático. ¿Cómo deben comportarse las empresas e inversores? Con máxima precaución, pero sin perder de vista el enorme potencial de estos mercados.
En Navigating the Growth Markets (PwC blog) | How worried should we be about China and other growth markets?