La actual situación económica y financiera del gigante asiático pone de manifiesto que su economía está sufriendo una desaceleración en su crecimiento. La gran cuestión, ahora, es la de saber dilucidar que riesgos se derivan de esta situación y si existe una posibilidad real de contagio para la economía mundial.

Según nuestro último Global Economy Watch, correspondiente al mes de octubre, las turbulencias en la economía china se han desencadenado como consecuencia de la explosión de la burbuja inmobiliaria que se ha cimentado en los últimos siete años, coincidiendo con la crisis financiera y intento del Gobierno chino de impulsar una rápida urbanización en el país. Durante este tiempo se han destinado grandes cantidades de dinero a proyectos de inversión en activos fijos, especialmente los sectores inmobiliario y de infraestructuras. Como consecuencia, el ratio de inversión/PIB de China se situó en 2014 en torno al 47%, casi el doble que la media del resto de países del E7. En un periodo de tiempo relativamente corto, China se convirtió en el mayor importador mundial de hierro, acero y edificios prefabricados. Además, también aglutinó, desde 2008, un tercio del incremento global de nueva capacidad ferroviaria.

Por otro lado, el nivel de endeudamiento del sector privado en China ha aumentado de forma considerable: el pasado año ya equivalía a un 140% del PIB, cuando en 2007 esa cifra se situaba en un 107%. Junto a la deuda del sector privado, el gigante asiático también tiene niveles muy altos de deuda pública. Y, además, el país ha pasado de crecer a un ritmo del 18% en 2008 a hacerlo alrededor del 8% el pasado año.

Con todos estos datos, el informe prevé que la economía china crezca un poco menos de un 7% en 2015. Pero, a partir de ese momento, se desacelera hasta marcar uno crecimiento medio anual de entre el 5% y el 6% debido, en gran medida, a una menor inversión en activos fijos y a un crecimiento más lento de lo previsto de las exportaciones.

¿Hay peligro real de un contagio de economía mundial?

Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional indican que, en general, las grandes economías del mundo -G7 y E7 (China excluida)-, serán capaces de gestionar los efectos de una desaceleración en la inversión China en activos fijos. Dentro del G7, Japón, Alemania e Italia podrían ser las economías más vulnerables; mientras que del E7, México y Turquía serán las que se vean más afectadas. Sin embargo, el impacto de la desaceleración de inversión es sólo una parte de la historia.

Las economías del sudeste asiático son las más expuestas a los vaivenes de la economía china. Este hecho no es sorprendente, ya que, en los últimos 15 años, estos países se han reposicionado como una parte más de las cadenas de suministro de los fabricantes chinos. Sin embargo, la mayoría de las economías del sudeste asiático poseen mecanismos (como por ejemplo los fiscales) para amortiguar el impacto.

Una consecuencia que hay que tener muy en cuenta de la desaceleración del crecimiento en China es el impacto en los precios de los productos básicos, que se mantendrán bajos durante más tiempo. Y en este contexto de precios contenidos habrá ganadores y perdedores. Los países más exportadores como Rusia, Nigeria y Brasil podrían ser, a priori, algunos de los más perjudicados. Sin embargo, esta misma situación podría ser una buena noticia para los consumidores de economías importadoras como el Reino Unido o la zona euro.

Finalmente, el informe señala otro posible riesgo para muchas economías emergentes. Se trata de la que más que probable subida del precio del dinero por parte de la Reserva Federal. Este hecho es especialmente preocupante en aquellas economías emergentes que han emitido deuda, con un dólar muy bajo, para financiar proyectos a gran escala.

Más información | Global Economy Watch – Economic update: emerging markets at risk!