Justin empezó su carrera profesional en una importante entidad financiera. Le gustaba el ambiente de trabajo y le iba bien, pero también tenía ideas que creía que podían aumentar con creces la rentabilidad de los sistemas tradicionales del banco. Estas ideas tuvieron una escasa acogida por parte de sus superiores, así que decidió dejar el trabajo y montar su propia compañía, un mercado online para negociar instrumentos financieros. Fue tal el éxito que consiguió que, en unos pocos años, una gran entidad financiera comprara su empresa y le ofreciera a Justin un alto cargo en la misma.
Una vez más, Justin se encontraba formando parte de un gigante financiero. Pero en esta ocasión, dadas las circunstancias, estaba seguro de que sí conseguiría el reconocimiento, el apoyo y el control sobre la plataforma que había creado. Pero una vez que se cerró la operación, a Justin se le asignó un mando directivo sin ningún control directo sobre la plataforma. La frustración fue enorme, pero nada comparado con la ira que experimentó cuando la compañía anunció que estaba desarrollando la siguiente generación de su mercado online; y que habían colocado a otra persona al frente del proyecto. El nuevo responsable, que era conocido en la empresa por sus buenos resultados y su meteórica trayectoria, consultó a Justin. Pero ninguna de sus sugerencias terminó aplicándose al proyecto de la nueva plataforma.
Justin enseguida se dio cuenta de algo de lo que el responsable del proyecto no se había percatado: el diseño de la nueva plataforma no le permitía conseguir una escala y un valor óptimos. Pidió que se le reubicara dentro del proyecto pero no lo consiguió. Para ese momento, sus obligaciones contractuales con el banco ya habían vencido, por lo que decidió dejar la empresa de nuevo y proseguir su siguiente idea de negocio por su cuenta. La siguiente generación de la plataforma del banco, según nuestras informaciones, no llegó a lanzarse, y Justin, entretanto, se metió en un nuevo proyecto. Y la entidad financiera ha perdido cualquier posibilidad de conseguir un beneficio económico sobre la inversión realizada.
La experiencia de Justin es habitual entre muchos profesionales con mentalidad emprendedora que trabajan en grandes compañías sólidamente establecidas. Sus principales fortalezas —capacidad para imaginar nuevas posibilidades de negocio y llevarlas con éxito a la práctica— con frecuencia no se reconocen, valoran o utilizan por parte de sus jefes. Estas personas representan un tipo de líder empresarial a los que denominamos productores. Se trata del tipo de profesional que puede concebir nuevas ideas de negocio y combinar los distintos diseños del negocio, recursos y talento para que la idea tenga éxito en el mercado. Los productores trabajan en tándem con los actores, que son aquellos profesionales capaces de actuar y optimizar dentro de sistemas conocidos ya establecidos. A los actores se les da muy bien los trabajos que implican expandir un negocio ya creado, copiando el modelo existente para un nuevo producto o un nuevo territorio, o ampliar un negocio existente a otro ámbito de actividad similar (seguir leyendo)
Las compañías necesitan ambos tipos de líderes, pero hay muchos menos productores puros que actores.Y aunque las empresas no deberían desperdiciar a sus productores, a menudo lo hacen. Ya sea porque les sitúan en trabajos que podrían ser desarrollados por un actor, o porque les ignoran y no les hacen un hueco en la toma de decisiones.
Esta cuestión resulta fundamental para cualquier líder al que le importe la captación y retención del mejor talento para su organización. Algo que, según Encuesta Mundial de CEOs 2014 de PwC , preocupa al 75% de los primeros ejecutivos. De hecho, más del 30% de los CEOs reconoce que no pudieron seguir adelante con una oportunidad de negocio porque creían que no contaban con los profesionales adecuados. Pero la experiencia de Justin demuestra que, en muchos casos, el talento que las compañías necesitan está ahí. Sin embargo, las organizaciones no son capaces de aprovecharlo porque no están alineadas con el valor que los productores pueden aportar.
Para que una empresa cree un nuevo negocio o reinvente una actividad tradicional amenazada por otros desarrollos disruptivos (algo cada vez más frecuente en la actualidad), necesita poner al mando del proyecto a un productor. Factores como nuevos modelos de negocio; las nuevas estructuras de pago, los nuevos mecanismos de prestación de servicios, las innovaciones tecnológicas, las regulaciones y la entrada de nuevos competidores son normalmente los que crean en una compañía la necesidad rediseñar la forma en la que, por ejemplo, llega a su clientes. El lanzamiento de nuevas iniciativas y la reinvención de las ya existentes son las tareas en las que un productor puede tener éxito.
Conozca a las personas que tiene a su alrededor y deje claro lo que espera de ellos. Esos conocimientos aumentarán su capacidad para retener el talento de su organización y sacar el máximo provecho de ellos.
John Sviokla es el líder global de Thought Leadership de PwC y Mitch Cohen es vicepreseidente de PwC