El sector de la alta tecnología vive momentos cruciales. Los grandes trasatlánticos empresariales, como Google, Facebook, Amazon o Apple, están recuperando buena parte de su valor en bolsa, tras el batacazo del segundo trimestre de 2018, pero persiste en el ambiente un cierto recelo hacia sus modelos de negocio.
Las propias compañías del sector perciben esta incertidumbre, como se demuestra en la última Encuesta Mundial a los CEOs de PwC, en la que el nivel de confianza de sus directivos en el futuro es el más bajo de los últimos cinco años.
Según un informe recientemente publicado por PwC (Technology Trends 2019. The importance of trust), esos recelos están relacionados con dos factores principales. El primero es la nueva regulación de la privacidad y la seguridad de los datos (ahí está el exigente Reglamento General de Protección de Datos, que obliga a todas las empresas con negocio en la Unión Europea). El segundo, las dudas sobre la viabilidad, eficacia y seguridad de tecnologías muy prometedoras (como la inteligencia artificial, la robotización o blockchain) que sin embargo no acaban de despegar del todo.
Las dudas sobre la seguridad de los datos y acerca de la viabilidad, eficacia y seguridad de tecnologías muy prometedoras pero que no acaban de despegar, están creando cierto recelo hacia los modelos de negocio de las grandes tecnológicas
Ambos factores generan un clima de cierto miedo entre consumidores, Gobierno y supervisores. Miedo a lo que se haga con los datos personales, miedo al impacto de la tecnología en el empleo, a las decisiones de los algoritmos en las contrataciones o en la concesión de las hipotecas, a la falta de seguridad de los drones, a la amenaza de los hackers en los dispositivos del Internet de las Cosas…
El ejemplo prototípico es el del coche autónomo. Su fabricación se enfrenta a algunos problemas estructurales, pero lo cierto es que las redes neuronales y los sistemas de sensores desarrollados para enseñar a los coches a conducir por sí mismos son bastante sofisticados. Y sin embargo, los pocos errores que se producen (los coches autónomos están en periodo de prueba en algunos países en entornos controlados) son magnificados ante la opinión pública. Cualquier accidente de este tipo de vehículos genera una gran polémica y abre un debate sobre los dilemas éticos, legales y tecnológicos de su utilización.
¿Cómo pueden superar las empresas tecnológicas este ambiente enrarecido y pernicioso para el futuro de su negocio? El informe propone una estrategia con tres ejes:
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Transparencia. Hay que explicar bien cómo funcionan las innovaciones y cuáles son sus beneficios, despejando todas las dudas sobre su empleo. Pensemos por ejemplo en las tecnologías asociadas a la inteligencia artificial, muchas de las cuales trabajan con complejos algoritmos cuyos mecanismos son completamente desconocidos para el gran público. Aclarar su funcionamiento y garantizar que su proceso de toma de decisiones no tiene sesgos indeseados (de género, de raza, de orientación sexual, de clase social…) es fundamental para disolver la desconfianza de los consumidores y los reguladores.
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Gobernanza. Las compañías deben tomar conciencia y valorar los riesgos de todo tipo (económicos, sociales, políticos, reputacionales, etc.) que comporta la introducción de nuevas tecnologías en el mercado y actuar en consecuencia para mitigarlos. En ese proceso es clave la creación en el seno de las empresas de una estructura de gobierno y de gestión del riesgo que facilite la asunción de responsabilidades y la rendición de cuentas.
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Política pública. Es imprescindible implicarse de forma activa en la discusión pública y en el desarrollo de las políticas gubernamentales y de la normativa que afecten a las operaciones de la empresa. Las empresas han de ser francas y abiertas sobre la naturaleza de sus innovaciones y colaborar estrechamente con las autoridades para asegurar el desarrollo de estándares razonables de seguridad y privacidad. La contemplación pasiva del debate puede acabar suponiendo un exceso de regulación.
La penetración en la sociedad de nuevas tecnologías, en especial las de carácter digital, es imparable, pero al mismo tiempo genera preocupación en muchos ciudadanos. Las compañías tecnológicas deben trabajar a fin de reducir esos temores con estrategias para promover la confianza.