La banca europea afronta el reto de impulsar la rentabilidad en un entorno marcado por los bajos tipos de interés, la avalancha de nuevas exigencias regulatorias y el impacto que en el negocio tradicional están teniendo los nuevos cambios tecnológicos.

La preocupación por la caída de la rentabilidad es una cuestión común para las entidades europeas, cuyo rendimiento de capital (ROE, por sus siglas en inglés) en los últimos años se ha reducido casi a la mitad y cuya evolución es especialmente preocupante en comparación con los bancos norteamericanos y asiáticos. Según nuestro último informe sobre la Unión Bancaria, esta mejora de la rentabilidad debe producirse en un momento en el que el sector financiero se enfrenta a desafíos de gran calibre como son el cambio del comportamiento del consumidor, los avances tecnológicos, un escenario sostenido en el tiempo de tipos de interés bajos y un aumento de la presión regulatoria.

El incremento de las exigencias regulatorias está teniendo un impacto negativo para los negocios de las entidades de crédito, especialmente en dos aspectos clave. El primero tiene que ver con la carga de trabajo asociada al cumplimiento regulatorio: algunas de las nuevas obligaciones están suponiendo cambios notables en la estructura y organización de los bancos. El segundo, con el aumento de las exigencias de capital que, según las estimaciones de la Federación Europea de Banca, ya se han multiplicado por tres como consecuencia de la aplicación de la Directiva y el Reglamento de Requerimientos de Capital. Y todo apunta a que para 2016 la demanda de mayor capital para los bancos europeos se intensifique.

Los avances de la Unión Bancaria están siendo muy relevantes, por la velocidad, complejidad y por el calado de las reformas. Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer si queremos que la Unión Bancaria cumpla con sus tres grandes objetivos: romper el círculo vicioso que vincula a las entidades de crédito con el riesgo soberano; impedir que los contribuyentes vuelvan a pagar los costes de una crisis bancaria y normalizar el flujo de crédito a empresas y hogares. Según nuestro análisis, las principales tareas pendientes son:

1. Una legislación realmente homogénea y consistente. El código normativo único que deben seguir las instituciones europeas para el cumplimiento homogéneo de los criterios de Basilea III es un paso imprescindible en esta dirección. Pero todavía existe un importante margen de discrecionalidad para las actuaciones a nivel nacional. El Mecanismo Único de Supervisión ha identificado 150 discrecionalidades específicas en las que los Estados tienen capacidad para matizar o alterar la normativa nacional.

2. Coordinar los centros de decisión en Fráncfort y Bruselas. Las separaciones de las funciones de supervisión y resolución es uno de los ejes sobre los que pivota la Unión Bancaria. La existencia de dos mecanismos diferentes –el MUS con sede en Fráncfort, y el MUR, situado en Bruselas- es una garantía de independencia de criterio y eficacia. Este modelo requiere, no obstante, un ejercicio muy preciso de coordinación porque parte del trabajo de ambas instituciones se integra en un engranaje común.

3. Completar el proceso. Para completar el proceso de la Unión Bancaria todavía quedan pendientes algunas decisiones, muchas de ellas con un amplio componente político. Entre estas decisiones se encuentran la creación de un Sistema Europeo de Garantía de Depósito o la revisión del procedimiento de recapitalización directa de los bancos a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad.

Pero además de estos tres retos, y más allá del ámbito de la Unión Bancaria, es necesario trabajar para evitar la discriminación entre el sistema bancario formal y la banca en la sombra. Conforme se consolidan las nuevas prácticas de regulación, supervisión y resolución de la Unión Bancaria resulta más evidente la discriminación entre el sistema bancario formal -sometido a fuertes restricciones- y la denominada banca en la sombra. La solución a este problema es compleja y desborda los límites de la Unión Bancaria pero un primer paso en la dirección correcta sería tomar conciencia de la importancia sistémica de la banca en la sombra –cuyo volumen se estima en más de 70 billones de dólares.

Nuestro informe considera que la Unión Bancaria está alumbrando un orden regulatorio y supervisor que suma muchas cosas positivas -capital, seguridad, estabilidad, criterios homogéneos, buenas prácticas…- pero también reconoce que dada su dificultad suma una gran complejidad y hace recaer sobre las entidades de crédito una gran responsabilidad financiera y operativa.

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Alberto Calles

Alberto Calles

Socio responsable de la Unidad de Regulación Financiera y Riesgos de PwC España

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