La coyuntura actual nos ha hecho olvidar el cambio de modelo en el que está inmerso el sector agroalimentario, y las protestas que generó esta transición hace no tanto. Un cambio de modelo estructural que volverá a estar en boca de todos cuando la actual crisis coyuntural provocada por el COVID-19 acabe. La cadena de valor agroalimentaria, con la comercialización cada vez más concentrada y unos costes de producción cada vez más elevados, empuja a una necesaria consolidación en la parte productora. Veámoslo con más detalle.
Un recorrido por la cadena de valor
Sin duda, esta crisis sanitaria y su consiguiente sobredemanda de productos alimentarios será un punto de inflexión para valorar la labor del campo. La agricultura y ganadería son actividades esenciales para la economía española.
Somos el cuarto mercado agrícola de Europa y el octavo exportador agroalimentario a nivel mundial, y el primer productor europeo de frutas y verduras. Además de para nuestro consumo propio, la mayoría de nuestra producción agroalimentaria se exporta -en torno al 55%- y, concretamente, se exporta a Europa, a donde va el 73% de nuestra exportación, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Nos encontramos ante una cadena de valor muy concentrada en el punto final para la mayoría de nuestros productos, en la que la capacidad de influencia de los retailers y su poder a la hora de negociar es mucho mayor
Sirvan de ejemplo las naranjas. Siguiendo con los datos de este Ministerio, de los casi 3.73 millones de toneladas de naranjas producidas en España en 2018, 1.6 millones de toneladas se exportaron, principalmente, a Alemania -alrededor del 26%- y Francia -en torno al 23%-.
Si recorremos la cadena de valor de la naranja encontraremos, simplificando, tres grandes eslabones: productor, transformador-distribuidor y punto de venta.
El Retailer
Empecemos por el final de la cadena o, lo que es lo mismo, vayamos al punto de venta. Este puede tomar, principalmente, estas formas: el detallista o tienda de barrio; el canal Horeca -que agrupa, como indican sus siglas a hoteles, restaurantes, y cafeterías-, y el retailer organizado -supermercados e hipermercados-. Este último concentra el 61% del mercado (según datos del MAPAMA).
En Francia y Alemania, nuestros principales destinos de exportación de naranja, la concentración, dentro de estos retailers, también es muy alta. En Francia, los cinco players más potentes cubren una cuota del 78.3%, y solo Carrefour y Leclerc superan el 41%. En Alemania, el top-5 supone un 67% de cuota, con Edeka y Lidl superando el 34%, según datos de Kantar. Su poder de negociación es muy relevante.
En España ocurre lo mismo. A pesar de parecer más fragmentado (el top-5 tiene el 50% de la cuota), el mercado español tiene otras 8 grandes cadenas regionales que superan los 500 millones de euros de facturación (Bonpreu, Dinosol, etc.), y esto sin contar los ‘multiproducto’, como El Corte Inglés, Covirán o Alcampo.
Nos encontramos, por tanto, ante una cadena de valor muy concentrada en el punto final para la mayoría de nuestros productos, en la que la capacidad de influencia de los retailers y su poder a la hora de negociar es mucho mayor que la de los demás participantes de este proceso.
El transformador-distribuidor
En el medio de la cadena están los transformadores y distribuidores, quienes también están viviendo una reordenación y concentración de compañías, promovida en parte con la entrada de fondos de inversión en el sector. La creación de Citri&Co por parte de Miura (integrando Martinavarro, Rio Tinto, Frutas Esther y Perales&Ferrer, con más de 450 millones en ventas), y la entrada en Fruxeresa y Frutas Naturales por parte de GPF Capital, sumando unas ventas de 140 millones de euros, son claros ejemplos de esta tendencia. La compra de Frutas Romu por parte de Atitlán, de Moyca por parte de ProA Capital o de Grupo Agroponiente por Abac Capital son otras muestras del interés que despierta el sector agroalimentario. Además, cabe destacar el interés por sus productos derivados, como Meridia con la compra de Zummo, el segundo fabricante de máquinas exprimidoras para Retail y Horeca.
Además, estas compañías están ganando paulatinamente presencia en el origen de la cadena, convirtiéndose así en “Productores – Transformadores – Distribuidores“. Esto les aporta eficiencia operativa y control de calidad, y les permite mejorar su posicionamiento comercial de cara al siguiente eslabón. Además, estas compañías han iniciado experiencias de internacionalización, lo que rompe la estacionalidad de su producto.
El productor
Por último, el productor, que ha sido tradicionalmente minifundista, y cuya presencia se distribuye entre Valencia, Andalucía y Murcia, se enfrenta a unos costes cada vez más elevados
El coste de mano de obra se incrementa, agudizado con el nuevo SMI (Salario Mínimo Interprofesional), al igual que los suministros, como agua de riego y energía, y el Agroseguro. Por otra parte, los fertilizantes y pesticidas, que están sujetos a una regulación europea cada vez mayor, también elevan su coste. A todo ello hay que sumar la maquinaria y una fiscalidad que no apunta a la baja. Y todo esto asumiendo que la tierra sea en propiedad.
A estos factores podemos añadir un precio en declive por, entre otros factores, la oferta que llega de otros países con menores costes fitosanitarios y laborales (como Sudáfrica, Turquía o Marruecos), y unas ayudas al sector sin visas de ser incrementadas y que, casi con toda seguridad, decrecerán tras el Brexit.
En definitiva, estamos ante un mercado globalizado, con productores, distribuidores y retailers que se concentran para hacer frente a un constante incremento de costes de cultivo. Ante estos, el minifundio presenta una complicada viabilidad económica al limitar las mejoras de productividad.
Hacia un modelo competitivo eficiente
¿Cómo diseñar un modelo competitivo más eficiente? Las explotaciones agrarias tienen que ganar tamaño para fortalecer su posición en la cadena de valor y ganar competitividad. Tienen que ser competitivas en costes, y hacer inversiones en eficiencia productiva.
Ya lo están haciendo, de hecho, en cítricos. El número de explotaciones cayó un 8% aproximadamente entre 2013-16, mientras que el tamaño medio pasó de 2.87 Hectáreas a 3 Hectáreas (lo que supone un aumento del 4%) en el mismo periodo. En otros sectores de agroalimentario, como la ganadería porcina, la producción se está concentrando en granjas de mayor capacidad, con el total de granjas porcinas en España cayendo un 11% en los últimos diez años, desde de las alrededor de 97.000 en 2009 a 86.400 en 2019, mientras que las granjas de mayor tamaño (superiores a 120 Unidades de Ganado Mayor) han aumentado un 15% (MAPAMA).
El campo necesita desarrollar un modelo competitivo eficiente e integrado en la cadena, y este cambio de modelo aboca a los pequeños productores o bien a trazar alianzas estratégicas, utilizando las cooperativas como figura integradora, o a concentrarse, mediante su integración en compañías de grandes grupos, ganando tamaño y capturando las eficiencias tan necesarias.