Es bien sabido que cada crisis viene acompañada de oportunidades. Esta crisis es una ocasión idónea para acometer las reformas estructurales pendientes, arrumbar modelos obsoletos y trazar una estrategia de país que supere el presente y centre sus prioridades en el largo plazo para impulsar un desarrollo económico sostenible.

En ese contexto, una de las cosas más importantes que tenemos que hacer para aprovechar las oportunidades que se nos presentan es aprender a invertir. Parece fácil, pero no lo es en absoluto. Hay que saber conciliar el corto con el largo plazo. Porque es verdad que España necesita acciones a corto plazo para resolver, entre otros, los problemas de los sectores más dañados por la pandemia. Pero aún es más verdad que se requieren medidas a largo plazo para resolver los problemas de fondo de nuestra economía, como la productividad o la falta de I+D+i, y garantizar un crecimiento sostenible. Y ya se sabe que cuando uno trabaja con las luces largas es difícil resistir la presión de la ausencia de beneficios en el corto plazo.

Pensemos por ejemplo en las ayudas europeas. Aunque hay mucho todavía por negociar antes de que se pongan en marcha en su totalidad, como se demostró en la cumbre europea del pasado viernes, el paquete de fondos previsto es gigantesco. Ya se ha aprobado una triple red de seguridad (para combatir el paro, de préstamos a empresas a través del BEI y del fondo de rescate MEDE) que suma 540.000 millones de euros. Además, está sobre la mesa el plan de recuperación, que supone otros 750.000 millones. De todos ellos, pueden llegar a España alrededor de 180.000 millones (77.000 millones en transferencias que no hay que devolver), sin contar los préstamos del BEI.

Europa va a pedir que expliquemos cómo gastaremos el dinero para asegurar que las transferencias sean rentables y promuevan la recuperación de acuerdo con sus prioridades, y que los créditos sean devueltos

El grueso de este dinero es para el sector privado, para las empresas que han sido muy dañadas por esta crisis. Y lo conseguiremos capturar si entre todos presentamos proyectos concretos de valor alineados con las directrices de la UE.

Nunca en la historia hemos tenido un plan de esta envergadura y no tenemos por tanto experiencia en la gestión de un volumen tan elevado de ayudas por proyectos y condicionadas a los objetivos europeos. Por eso es fundamental que las empresas y las Administraciones Públicas se preparen para aprovechar cada céntimo de euro que nos llegue desde Europa. Debemos empezar ya a desarrollar proyectos competitivos para optar a los fondos, porque nos consta que otros países ya lo están haciendo. Las autoridades europeas nos van a pedir que expliquemos cómo vamos a gastar ese dinero para asegurarse, por una parte, de que las transferencias sean rentables y promuevan la recuperación económica de acuerdo con sus prioridades y, por otra, de que los créditos sean devueltos.

En esa tarea urgente de preparación, las administraciones y las empresas deben asumir sus responsabilidades. Pero sobre todo lo han de hacer de forma conjunta, porque la colaboración público-privada será clave para asegurar la coordinación y la efectividad de las ayudas que se reciban. Juntos gastaremos e invertiremos mejor.

Con ese objetivo de agenda compartida, en PwC proponemos la elaboración de un plan nacional de inversión, ambicioso y efectivo, que nos permita maximizar el impacto de las ayudas. Este programa, con proyección a medio y largo plazo, debería concentrarse en aquellos sectores que garanticen la competitividad de la economía y que al mismo tiempo se alineen con las prioridades europeas. El plan podría articularse en torno a tres ejes:

  • La reindustrialización. La industria ha perdido peso en el PIB nacional (más de cinco puntos porcentuales desde 1996) y hay que frenar esa tendencia con incentivos a la localización y al I+D y ayudas a la internacionalización de las pymes.
  • La transición ecológica. Debemos sumarnos a la apuesta europea de descarbonización de la economía para que la salida de la crisis sea justa y sostenible. España tiene una posición privilegiada para el desarrollo de las energías renovables.
  • El impulso de las nuevas tecnologías. Es otro de los objetivos clave del programa de ayudas europeas y hace falta invertir en la creación de un ecosistema de emprendimiento y en educación.

Esos serían los ejes que a medio y largo plazo nos permitirán regenerar el tejido económico y hacerlo más competitivo. Pero necesitamos también un programa de acción a corto plazo para reactivar de forma urgente los sectores más castigados por la crisis, como el turismo. El sector turístico es el paradigma de las necesidades acuciantes que ha originado la crisis y como tal requiere de un tratamiento terapéutico especial en el que se combinen la seguridad sanitaria, los incentivos laborales y fiscales, y medidas económicas y financieras complementarias, en un plan integral que debería ir más allá de las propuestas realizadas por el Gobierno. La automoción y el transporte son otros de los sectores que necesitan ayudas urgentes para poder salir del bache.

Seamos optimistas. Las crisis unen y sacan lo mejor de cada uno de nosotros. Las oportunidades están ahí y no podemos dejar pasar de largo la ocasión para construir una economía más sólida y dinámica.