El COVID-19 es una crisis global que no conoce fronteras, ha afectado a miles de millones de vidas y no ha dejado ninguna empresa o economía intacta. Nos ha enseñado cómo los riesgos sistémicos pueden impactar de forma exponencial en los sistemas sanitarios, en el desempleo sobrevenido, en las cadenas de suministro y en las perspectivas de crecimiento económico en el mundo. Nuestra preparación y nuestra capacidad de resistencia se están poniendo a prueba. La magnitud y la diversidad de estos desafíos suena muy familiar a quienes desde hace mucho tiempo defienden la necesidad de tomar medidas para evitar las catástrofes derivadas del cambio climático y del deterioro del medio ambiente. Las diferencias de la situación actual con el cambio climático es que en el segundo caso conocemos cuáles serán los costes si no actuamos ya.

Esta es la razón por la que debemos hacer un esfuerzo para que la reconstrucción económica después de la pandemia se haga teniendo en cuenta el cambio climático. Las pérdidas mundiales como consecuencia del cambio climático podrían ascender a 600 billones de dólares a finales de siglo. Esto tendría un impacto en la economía mundial mayor que el coronavirus. Respecto al deterioro del medio ambiente, el análisis de PwC para el Foro Económico Mundial concluye que las industrias y sectores que dependen en gran medida o moderadamente de la naturaleza generan más de la mitad del PIB mundial (44 billones de dólares), lo que deja claro los riesgos financieros a los que se exponen las empresas si todo sigue como hasta ahora.

La diferencia entre la pandemia y el cambio climático es que en el segundo conocemos cuáles serán los costes si no actuamos ya

A medida que avanzamos y resurgimos en un mundo post-pandémico, los argumentos en favor de una reconstrucción económica, que sitúe al medio ambiente en el centro de la estrategia de las administraciones públicas y del sector privado, son cada vez más convincentes. A continuación, señalamos seis áreas clave en las que la política y las empresas tienen el potencial de ayudar a reconstruir una economía con un futuro saludable y resistente.

1. Trabaja con los gobiernos para una recuperación verde. En muchas regiones está surgiendo el interés por los llamados paquetes de estímulo verde, a medida que los gobiernos son conscientes de que una reconstrucción verde puede estimular el crecimiento económico y del empleo y crear un sistema más resistente. En la mayor iniciativa para defender el clima respaldada por la ONU, los máximos ejecutivos de 155 empresas -con una capitalización bursátil de más de 2,4 billones de dólares y más de 5 millones de empleados- firmaron una declaración en la que se instaban a los gobiernos a alinear sus esfuerzos de recuperación económica tras el COVID-19 con la necesidad de lograr una economía de cero emisiones de carbono.

La UE ya ha confirmado que la crisis sanitaria no impedirá que Europa pueda cumplir con sus objetivos climáticos en 2030, y que la financiación verde sea un punto clave de la fase de recuperación. Las empresas pueden apostar por una cartera de proyectos de infraestructura y tecnología que nos beneficie a todos y que impulse la creación de empleo en el sector de la energía limpias, fomente la eficiencia energética y logre un transporte sostenible.

2. Los rescates podrían conllevar exigencias en materia de sostenibilidad. A medida que los gobiernos toman decisiones y fijan las condiciones para los rescates y para las ayudas económicas directas a largo plazo a las empresas, surgen las preguntas sobre su resiliencia ante futuras crisis, que incluyen el cambio climático y el deterioro de la naturaleza. Se podrían imponer determinadas condiciones a aquellas compañías con una gran huella de carbono y que se encuentren en dificultades financieras debido al COVID-19 -como las de la líneas aéreas, las petroleras y gasistas, las de transporte marítimo-, exigiéndoles que demuestren su capacidad para acometer la transición hacia un futuro bajo en carbono.

En Canadá, las empresas que reciban préstamos de emergencia del gobierno deberán publicar una declaración anual relacionada con el clima que describa la forma en la que sus operaciones impulsan la sostenibilidad ambiental y los objetivos relacionados con el clima. Y Francia anunció, recientemente, el rescate de 7.000 millones de euros (7.700 millones de dólares) de Air France, que incluye condiciones medioambientales en torno a la intensidad de carbono y el uso de combustibles alternativo en sus  aviones.

3. La capacidad de recuperación de las empresas, sobrecargada. Cuando todo pase, es probable que las duras lecciones de esta crisis aceleren los esfuerzos de los reguladores y de los inversores para poner precio a los riesgos sistémicos. Por lo tanto, sería conveniente que los consejos de administración dieran prioridad a la cuantificación de los riesgos materiales relacionados con el clima en toda la operativa de sus compañías y sus cadenas de suministro, integrándolos en los procesos básicos de gestión de riesgos de las empresas y estableciendo una gobernanza eficaz, con incentivos productivos y transparente.

4. Redoblar la apuesta por el criterios medioambientales, sociales y de gobierno (ESG). Los precios de las acciones de las empresas que tienen las calificaciones más altas en materia de ESG están superando a los de las demás; de media, cayeron menos y se han recuperado más rápidamente que el resto del mercado desde el inicio de la crisis del COVID-19. Las empresas más orientadas a los stakeholders también parecen estar obteniendo mejores resultados a corto plazo y tomando decisiones que las están preparando para el éxito. Esto debería enviar el mensaje de que se está acelerando la tendencia hacia el capitalismo de los stakeholders, que comenzó antes de la crisis actual: las empresas tienen éxito cuando crean valor para todos sus grupos de interés, no sólo para los accionistas. Los inversores de todo el mundo han apostado por la “inversión sostenible”, asignando un capital cada vez mayor sobre la base de los resultados de una empresa en materia de ESG. La ESG ofrece oportunidades para aumentar la creación de valor social.

5. Aprovechar los nuevos modelos y prácticas empresariales. El coronavirus ha irrumpido en los negocios y ha creado nuevas formas de trabajo que, si se mantienen, también podrían reducir las emisiones. Entre ellas figuran el teletrabajo y la socialización a distancia, el near-shoring y el nuevo mantra de fabrica allí donde vendas, que da un nuevo valor a las cadenas de suministro locales, y supone un impulso de la impresión en 3D y la fabricación automatizada. El COVID-19 ha añadido un nuevo significado al término “track and trace” -sigue y rastrea-, un concepto que se puede aplicar a todo lo que producimos y consumimos, lo que podría ayudar en la conservación y mejora de las cadenas de suministro sostenibles. La tecnología existe y podría utilizarse para aumentar la transparencia y la eficiencia, pero tendremos que estar a la vanguardia para gestionar sus consecuencias desde el punto de vista social.

6. Buscando el valor de sostenible en las transacciones. A medida que la actividad de fusiones y adquisiciones empiece a aumentar en el mundo posterior al COVID-19, será importante que las due diligence, las valoraciones y los ajustes de los precios de compra reflejen mejor los riesgos de carácter no financiero. La transformación necesaria para lograr cero emisiones, por ejemplo, presentará enormes oportunidades de creación de valor para quienes dispongan de las soluciones adecuadas. Las compañías de Capital Riesgo aportarán de forma creciente por “comprar sucio y vender limpio” como estrategia de inversión, identificando a aquellas empresa que tengan soluciones para alcanzar el objetivo de emisiones cero. Así lo han puesto de relieve unicornios como Tesla y Beyond Meat. Del mismo modo, las empresas que pueden ayudar a mitigar el deterioro de la naturaleza -como las nuevas compañías de agricultura de precisión, que prometen reducir radicalmente la cantidad de tierra, emisiones, plaguicidas y fertilizantes necesarios para los cultivos- ,están empezando a atraer una mayor atención de los inversores.

Las situación producida como consecuencia del COVID-19 no tiene un impacto solo en el corto plazo; la recuperación llevará tiempo, y seremos testigos de la reconfiguración de los sectores y de la sociedad. A medida que se reactive la economía, será  vital que las empresas traten de hacer una reconstrucción  mejor y de ayudar  a la sociedad a superar las amenazas del cambio climático y del deterioro del medio ambiente.