Hace poco más de un año, escribí una columna para strategy+business que exploraba cómo podían ‘escapar’ las economías de su dependencia del crecimiento. En aquel texto, ‘cargaba’ a las empresas de las economías más desarrolladas, las cuales ya estaban desacelerándose antes de que llegara el coronavirus, con la responsabilidad de encontrar alternativas.  Ahora, frente a una recesión inducida por una pandemia, debemos afrontar, antes de lo que muchos de nosotros pensábamos, una economía del ‘post-crecimiento’.

Según investigaciones recientes, muchos empleados creen que sus empresas están mejor preparadas que los gobiernos para abrirse paso en el territorio desconocido en el que hoy nos encontramos, lo que refuerza mi llamada a las compañías a guiarnos hacia un nuevo paradigma económico. Con el brote de COVID-19, las compañías han puesto en marcha casi en tiempo récord políticas sobre horarios flexibles, viajes y salud, y han improvisado iniciativas para apoyar a sus comunidades locales. En otras palabras, a medida que se detiene el crecimiento económico, empezamos a ver que las empresas forjan un nuevo contrato con la sociedad, basado en los principios de compartir y distribuir. Aquí van algunos ejemplos.

La desigualdad en la protección de los empleados

El COVID-19 hace casi imposible ignorar las grandes desigualdades que existen en nuestra sociedad. En el mercado laboral, por ejemplo, la pandemia está exponiendo una división muy clara: los trabajadores de la economía del conocimiento, bien remunerados y con seguros los médicos de empresa, han pasado, en su mayor parte, a teletrabajar (con notables excepciones, como médicos y enfermeras). Mientras, aquellos en trabajos peor pagados y que no se pueden hacer en remoto, suelen enfrentar riesgos tales como la pérdida de sus ingresos o una elevada exposición al virus.

No son pocos los que consideran la tecnología como la culpable de estas diferencias. Algunos estudios sugieren que, aunque la automatización está creando nuevas oportunidades para los profesionales con formación, también está automatizando el trabajo de baja calificación en la industria, y presionando a muchas personas en sectores como el comercio y la asistencia sanitaria a domicilio, donde los salarios y las compensaciones son escasas.

A medida que se deteriora la economía, empezamos a ver que las empresas forjan un nuevo contrato con la sociedad, basado en los principios de compartir y distribuir

Las principales compañías tecnológicas están entre las primeras en abordar esta brecha y, al hacerlo, envían una señal muy positiva. A medida que la crisis del coronavirus avanza, muchas de estas compañías han anunciado que se hacen cargo de los salarios completos de los empleados que trabajan por horas, como el personal de seguridad, de alimentación o de limpieza, que están viendo cómo se reducen sus jornadas. Y también están llegando ayudas a través de fondos creados por distintas empresas de la denominada gig economy para compensar a los trabajadores enfermos y en cuarentena.

No son las únicas. Otras compañías también están llevando a cabo iniciativas que podrían sentar un precedente. Por ejemplo, en EE.UU., donde el cuidado de la salud mental tiene un coste muy elevado, Starbucks está ofreciendo ayudas a aquellos trabajadores que luchan contra la ansiedad, el estrés y la enfermedad, a través de un programa de subvenciones y sesiones gratuitas. La necesidad de ayudas como estas va para largo. La Organización Internacional del Trabajo espera que en todo el mundo se destruyan 25 millones de empleos como consecuencia del COVID-19.

El coronavirus está localizando las operaciones

El COVID-19 se está extendiendo en todo el mundo, pero sus efectos se sienten localmente a medida que se cierran restaurantes, museos, teatros, tiendas, gimnasios, iglesias y otros lugares. Muchas empresas están haciendo todo lo posible para evitar que sus ciudades de origen se conviertan en ciudades fantasmas. Las marcas de moda y lujo italianas, por ejemplo, están financiando hospitales y organizaciones comunitarias en Milán, la capital de la región de Lombardía, que ha sido severamente afectada por el coronavirus. Salesforce está brindando ayuda financiera para ayudar a los pequeños negocios situados alrededor de su sede, en San Francisco. Y los principales bancos de Canadá, Australia y el Reino Unido han anunciado moratorias hipotecarias para los propietarios que enfrentan dificultades.

En esta situación, las multinacionales, que tienen cadenas de suministro que se han visto interrumpidas por el COVID-19, buscan soluciones que atiendan a sus necesidades comerciales cerca de sus headquarters pero que, al mismo tiempo, refuercen a las economías locales. Y la política también puede ayudar a avanzar en esta dirección. El acuerdo comercial Estados Unidos-México-Canadá, por ejemplo, supone una palanca para impulsar la producción el empleo en esa zona. Otro elemento que juega un papel importante en esta localización es la tecnología, que está acortando las cadenas de suministro. Por ejemplo, el coronavirus está impulsando la impresión en 3D, a medida que las empresas la prueban para suministrar ventiladores a hospitales. Utilizada a gran escala, esta tecnología tiene el potencial de reemplazar las importaciones con productos locales (pdf).

¿Llevará este nuevo paradigma más centrado en las economías locales a una actividad  más sostenible y ecológicas? Ese es el gran interrogante. Durante el confinamiento, la limpieza del aire ha hecho que algunos se pregunten si esta crisis nos inspirará a adoptar una forma de vivir en la que la huella ambiental sea más pequeña. Puede que sí.

La colaboración y el open-sourcing se están disparando

La localización no implica un retroceso en nuestra consideración de ciudadanos globales. Si es algo, el coronavirus es un recordatorio de que todos estamos conectados y juntos en esto. La Fundación Jack Ma y la Fundación Alibaba, con sede en China, han comenzado a enviar kits de prueba y máscaras a países que ahora luchan para aplanar la curva. La Fundación Bill y Melinda Gates ha destinado 20 millones de dólares a fortalecer la vigilancia y el tratamiento del coronavirus en el sur de Asia y África, que van por detrás de la curva global en las infecciones.

Las empresas también han pasado rápidamente a compartir conocimientos y recursos. Los medios de comunicación están eliminando los muros de pago para hacer que la información sobre coronavirus sea ampliamente accesible y la formación on line – 0 MOOCs-, se están convirtiendo en una referencia. ¿Podrían estas medidas poner el foco sobre nuevas formas de trabajo, en las que la resolución de los problemas comunes es más importante que cumplir los objetivos de crecimiento a corto plazo? Es pronto para sacar conclusiones, pero con las grandes empresas mostrando el camino, hay razones para creer que sí. Las plataformas de código abierto que han habilitado compañías como Pfizer, para acelerar el desarrollo de terapias antivirales; Alibaba, para compartir datos, y HP, para equipos médicos de impresión 3D, son algunos ejemplos.

La crisis del coronavirus tiene el potencial de enseñarnos que compartir datos puede funcionar en beneficio de todos los ciudadanos. La telemedicina, por ejemplo, no solo sirve para poder tratar a los pacientes, sino también porque los datos que genera pueden mostrar patrones de comportamiento, como la trayectoria de la pandemia. Tan importante como esto es abordar las preocupaciones de privacidad y ciberseguridad con transparencia para que las personas sientan que es seguro aceptar términos y compartir su información.

Preparados para la reconstrucción

El mundo está luchando por contener el COVID-19 y sus consecuencias económicas al mismo tiempo. Las herramientas políticas y económicas típicas, como la rebaja de impuestos y la reducción de los tipos de interés, no conseguirán por sí mismas que las empresas reanuden sus operaciones, los empleados vuelvan al trabajo o que los consumidores compren. Por eso se están poniendo en marcha medidas drásticamente diferentes, que cuestan billones de dólares. Su objetivo no es estimular el crecimiento a cualquier precio, sino alcanzar una gama más amplia de objetivos, como mejorar la salud pública, la protección de los trabajadores y la capacidad de recuperación local.

Afortunadamente, algunas empresas y políticos que sintonizan con la teoría del crecimiento con límites han estado proponiendo y probando enfoques alternativos. De pronto, están en una posición más potente para influir en la política y para dar forma al nuevo contrato que se está formando entre la sociedad y las empresas.