El año 2019 fue catastrófico en cuanto a fuegos y lluvias. Los incendios forestales arrasaron California, el Amazonas y Australia, y las tormentas e inundaciones anegaron varias zonas de los seis continentes. Una serie de desastres naturales que, según los científicos, fueron causados por el cambio climático. En 2020, la pandemia COVID-19 está recorriendo el mundo.

Históricamente, eventos como estos -junto con otras preocupaciones incluidas en las cuestiones ambientales, sociales y de gobierno (más conocidas como ESG, por sus siglas en inglés), no han sido una preocupación de peso para las firmas de gestión de activos y patrimonio (AWM). En 2016, sólo el 10% de los directores ejecutivos de este sector estaban “muy preocupados” porque el cambio climático amenazara el crecimiento de sus empresas, según la Encuesta Mundial de CEOs de PwC. Pero eso está cambiando. En la edición de este año, que se publicó en enero de 2020, esa proporción aumentó al 25%, y hasta un 62% de los encuestados manifestaron algún nivel de preocupación por el clima y estaban igualmente preocupados por la disparidad de ingresos y la inestabilidad social. Ahora, en respuesta al coronavirus, una encuesta de PwC a directores financieros de todo el mundo muestra que, a 6 de abril, el 73% de los encuestados creía que el brote podría tener un impacto significativo en sus operaciones comerciales.

En enero de 2020, BlackRock anunció en una carta a sus clientes que pondría la sostenibilidad, y particularmente, el calentamiento global, en el núcleo de cómo “gestiona el riesgo, construye carteras, diseña productos y se compromete con las empresas”. El objetivo de la empresa, en última instancia, es suplir su cartera de fondos pasivos con alternativas sostenibles; reducir los riesgos de ESG en los activos que gestiona -también mediante la desinversión en carbón-; y presionar a las empresas en las que invierte para que den información clara sobre cómo están gestionando estos riesgos.

Por supuesto, también han surgido muchas firmas pequeñas que se especializan en inversiones sostenibles, y la mayoría de los inversores del club del billón ofrecen productos basados en temas ESG. El pasado mes de junio, Crédit Agricole anunció su intención (pdf) de retirarse por completo de la financiación del carbón y transferir ese capital a fuentes de energía limpia. Si BlackRock adoptara esta estrategia por completo en los 7 billones de dólares en activos que gestiona, fijaría un nuevo estándar para la industria.

¿Qué está impulsando este refuerzo del compromiso con la inversión responsable? Para empezar, el activismo climático está aumentando. La estudiante-activista sueca Greta Thunberg y sus aliados alrededor del mundo han acaparado una gran parte de la atención, pero hay otras campañas que también han presionado a los gestores de fondos.

Los grupos ecologistas que atacaron a BlackRock por sus inversiones en combustibles fósiles y por su negativa a ejercer presión sobre las compañías que tenían en cartera, se apuntaron el tanto del cambio de rumbo de la empresa. Mientras tanto, ahora son otras las instituciones en el punto de mira. En Estados Unidos, una coalición de grupos ecologistas que se autodenomina Stop the Money Pipeline está presionando a JPMorgan Chase (uno de los mayores prestamistas del mundo en la industria de los combustibles fósiles) y Liberty Mutual (uno de los principales inversores y aseguradores de la producción de estos combustibles). Al otro lado del Atlántico, la organización benéfica ShareAction está organizando a los accionistas de Barclays para que pidan al banco que alinee sus préstamos con el Acuerdo del Clima de París, retirando la financiación para proyectos en el mismo sector. Y el grupo británico Extinction Rebellion ha celebrado llamativas protestas en las sedes de instituciones financieras de todo el mundo, tanto públicas como privadas.

Pero, independientemente de la atención que estas campañas generen, es probable que los propios inversores sean los que estén comunicando más eficazmente la importancia de los temas ESG. En 2019, PwC realizó una encuesta mundial sobre las prioridades de inversión de 750 inversores institucionales y 10.000 pequeños inversores y reveló que, en general, estas inquietudes ocupaban el tercer lugar, por encima de varios aspectos en los que los gestores compiten -como honorarios, relaciones y capacidad operativa. La presencia destacada de estos factores había sido impulsada principalmente por los inversores institucionales.

Las estadísticas reflejan este cambio de mentalidad. En el mundo desarrollado, al menos 30,7 billones de dólares en activos se invirtieron de forma sostenible en 2018, lo que supone un aumento de aproximadamente un tercio desde 2016, según las cifras recopiladas por la Global Sustainable Investment Alliance. Esta transformación se ha producido con especial rapidez en Australia, Nueva Zelanda y, sobre todo, en Japón, donde el crecimiento de los activos sostenibles ha sido, de media, del 308% anual entre 2014 y 2018. En Estados Unidos, en torno a uno de cada cuatro dólares invertidos a través de gestores profesionales fue teniendo en cuenta los principios ESG en 2018, según el U.S. SIF (pdf), un grupo que promueve la inversión sostenible, responsable y de impacto. Esto asciende a unos 12 billones de dólares en total, y representa un aumento de alrededor de 1 de cada 8 dólares desde 2010.

En Europa, donde estas cuestiones se han adoptado con más decisión, los temas de sostenibilidad han encontrado ahora hueco en la legislación. El Plan de Acción de la Unión Europea de 2018 sobre la financiación del crecimiento sostenible tiene por objeto gestionar mejor los riesgos financieros derivados del cambio climático, el agotamiento de los recursos, la degradación del medio ambiente y las cuestiones sociales, y fomentar la transparencia y los planes a largo plazo.

La encuesta de CEOs de PwC sugiere que, aunque muchos directivos del sector se dan cuenta de la amenaza que el cambio climático supone para su negocio, es menos probable que comprendan plenamente las oportunidades que presenta. Poco más de la mitad de los encuestados están de acuerdo -y solo el 16% está muy de acuerdo- en que las iniciativas diseñadas para combatir el calentamiento global ofrecerán grandes oportunidades para lanzar nuevos productos o servicios. Los gestores parecen pensar que el mayor beneficio que sus empresas obtendrán de esas iniciativas es una ventaja reputacional.

Estos ejecutivos podrían estar subestimando el compromiso de sus clientes con los objetivos de la inversión responsable. Los inversores que eligen estas prioridades no sólo están ‘acallando su conciencia’ o poniéndose medallas; también están buscando resultados. MSCI, uno de los principales desarrolladores de índices de referencia en una amplia gama de productos y mercados financieros, señala en su sitio web que hay estudios que han encontrado “vínculos significativos entre las características ESG de las empresas y el rendimiento financiero. Esta investigación ha demostrado que estas cuestiones han afectado a la valoración y al desempeño de las empresas, incluso con respecto a su coste de capital y su rentabilidad”.

En enero de 2020, el MSCI instó a los inversores y a los gestores de activos a seguir el ejemplo del mercado. “Si eres una firma de inversión y no estás teniéndo esto en cuenta, será en detrimento tuyo”, dijo el presidente y director general del MSCI, Henry Fernández, en la CNBC. “Sus carteras van a tener un rendimiento dramáticamente inferior porque hay una reevaluación y una reasignación común de los activos en todo el mundo de acuerdo con los criterios del ESG.” Antes de mayo de 2020, el MSCI publicará las calificaciones de ESG para todos sus índices bursátiles y para los fondos de inversión más populares.

Las convenciones de la inversión responsable y las cuestiones ESG están bien establecidas y acogerlas no significa (en absoluto) dar un salto en la oscuridad. Solo hay algunas claves que debes tener en cuenta.


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