El Acuerdo de París, alcanzado en diciembre de 2015, supuso un antes y un después en la lucha contra el cambio climático y, desde entonces, ha puesto de manifiesto la necesidad de incrementar la velocidad de los cambios emprendidos en los modelos de negocio de las empresas y organizaciones y, en general, en las bases en las que se sustentan las economías de los países… Y la economía circular debe jugar un papel clave en la consecución de los objetivos establecidos en París, especialmente, en algunas industrias como la cementera o la metalúrgica. Este papel transversal es reconocido por la Unión Europea en su Taxonomía, así como en su Green Deal -su ambiciosa hoja de ruta hacia una economía sostenible-, que considera como un requisito esencial para la neutralidad climática la adopción de medidas de economía circular. Pero… ¿a qué nos referimos cuando hablamos de Economía Circular?
De forma resumida, la economía circular es la implementación de un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes, todas las veces que sea posible para crear un valor añadido, minimizando, además, en la medida de lo posible, el uso de los recursos naturales.
La economía circular debería jugar un papel clave en la consecución de los objetivos establecidos en París
De esta definición, puede deducirse que la economía circular es un traje a medida que debe hacerse cada compañía y, por ello, las organizaciones que deseen evolucionar hacia modelos circulares deben, en primer lugar, determinar qué implica para ellos y qué palancas de actuación deben activar para lograrlo. Así, vemos que compañías del sector de la moda apuestan por la recuperación de prendas usadas a través de sus tiendas físicas como palanca de cambio hacia este modelo, mientras que otras, como las de bebidas, centran sus esfuerzos en sus envases, especialmente los de plástico.
Pero… ¿y si la compañía textil y la de bebidas dependiesen la una de la otra para alcanzar sus objetivos de circularidad? Este enfoque de colaboración intersectorial constituye una de las claves de este modelo, evidenciando la idea de que la circularidad no significa lo mismo para todas las organizaciones, y que, por tanto, los residuos de unos pueden ser los recursos de otros. Ejemplos de ello son las prendas de la marca ECOALF, creadas en su mayor parte con fibras recicladas de residuos plásticos o redes de pesca, o el asfalto RARx, fabricado con aditivo de caucho procedente de residuos de neumáticos.
Como es evidente -y como ocurre con todos los grandes cambios-, la economía circular obliga a las empresas a pensar fuera de la caja, poniendo la creatividad en el centro de la transformación. Este es el caso de las zapatillas Futurecraft.Loop, de Adidas -como ellos mismos dicen, “hechas para ser rehechas”-, o de los modelos de servicios compartidos cada vez más extendidos (AirBnB, BlaBlaCar, Wallapop o Car2Go) como clave para maximizar la vida útil de los productos y servicios.
Los efectos positivos de este modelo parecen evidentes y han sido ampliamente estudiados por la Fundación Ellen McArthur, entidad pionera en la divulgación de conocimiento y en la colaboración con empresas y gobiernos en materia de economía circular. De acuerdo con la Fundación, la transición a una economía circular tiene el potencial de incrementar el PIB de la Unión Europea hasta en un 7% en 2030, lo que supondría un aumento de los ingresos de un hogar promedio de unos 3.000 euros cada año, de 2030 en adelante. Asimismo, la Comisión Europea, en base a las propuestas contenidas en el paquete legislativo en materia de economía circular, ha estimado que se crearán unos 170.000 puestos de trabajo, solo en términos directos, en el periodo 2015-2030.
A pesar de los evidentes efectos positivos que plantea este modelo, actualmente, menos de un 10% de la economía mundial puede considerarse circular. ¿A qué se debe? ¿Por qué no se le está prestando la debida atención a la economía circular? La complejidad tecnológica, la elevada dependencia de la colaboración, la ausencia de capacidades y conocimientos técnicos suficientes o la necesidad de recursos financieros adicionales son las principales barreras que debe superar este modelo para afianzarse. No obstante, ¿podría ser más una cuestión de la inherente resistencia al cambio de las organizaciones?
Sea como fuere, tal y como se indicaba al inicio del artículo, el tsunami regulatorio y el impulso a la sostenibilidad desde el entorno financiero conceden un rol clave a la economía circular, lo que apunta a que esta resistencia tiene fecha de caducidad. Por el momento, parece que la creación de modelos circulares se está utilizando para la diferenciación y el posicionamiento. No obstante, al igual que ha ocurrido históricamente con otras cuestiones vinculadas a la sostenibilidad, es cuestión de tiempo que los modelos circulares sean los únicos que permitan la supervivencia de las organizaciones.