Edición del 3 de marzo de 2017

El ‘showroom’ o cómo combinar lo mejor de dos mundos

Desde que Amazon empezara a vender libros online en 1995, no han sido pocos los que se han preguntado cuál era el papel que le quedaba a la tienda física –si es que había alguno-. Algunos han pronosticado su muerte; otros han ensalzado las virtudes de las soluciones híbridas u omnicanal. La realidad es que las tendencias imperantes no benefician a aquellos que basan su negocio en la tienda física. De hecho, estos retailers se quejan de condiciones adversas y de tener menos clientes. Y, aunque, en conjunto, el estado de salud del sector retail y sus cifras de venta se mantienen en positivo -1,4% de crecimiento en 2016-, durante los últimos años el grueso de estos ingresos proviene de los canales online, cuyos ingresos han crecido siete puntos por encima del conjunto del sector.

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La ventaja de la incertidumbre

Con la crisis económica en su máximo apogeo, Hyundai Motor Company y el resto de compañías automovilísticas experimentaron una fuerte caída de sus ventas. Los consumidores, con miedo a perder sus empleos y preocupados por la reducción del valor de sus casas, no estaban como para plantearse comprar un coche que tardarían años en pagar. Ante esta situación, la mayoría de las empresas automovilísticas optaron por una estrategia defensiva: reducir la producción y frenar sus planes de crecimiento. Hyundai, sin embargo, tuvo una idea distinta.

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Inteligencia artificial: la revolución ya está aquí

Casi 44 años después de que se inventara el teléfono móvil, esta semana se ha celebrado en Barcelona el Mobile World Congress. Para los adictos a la tecnología, la cita es como un caramelo a la puerta de un colegio: imposible de ignorar. La edición de este año nos ha traído todo tipo de novedades y soluciones vanguardistas, como es de rigor, pero quizás lo más significativo de la misma es lo que no se ve: la inteligencia artificial (AI por sus siglas en inglés).

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Crear confianza en época de recortes

“Se hizo el silencio más absoluto”. Así describía un directivo el ambiente en su empresa después de que la compañía anunciara una reestructuración a gran escala. Se trata de una historia que puede sonar muy familiar –demasiado-  a todo aquel que haya trabajado en una compañía donde se hayan hecho recortes. Los directivos toman las decisiones. Fuera de ese reducido círculo, apenas se sabe nada. Mientras, los empleados deben seguir con su trabajo: atender a clientes, cumplir con las fechas de entrega y sacar adelante proyectos y planes previstos. Pero, claro, es más fácil decirlo que hacerlo. Y, lo que es peor, nadie te garantiza que los recortes consigan los objetivos previstos. En muchas ocasiones, todos estos procesos solo debilitan la compañía, en vez de ponerla en las mejores circunstancias para crecer.

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