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Las grandes preguntas y los problemas de Einstein

Albert Einstein dijo en cierta ocasión: “Si yo tuviera una hora para resolver un problema, y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos en determinar la pregunta apropiada, porque una vez conociera la pregunta correcta, yo podría resolver el problema en menos de cinco minutos”.

Me gusta esta frase, porque creo que identifica muy bien el proceso de resolución de los problemas de las empresas, aunque quizás los cinco minutos para resolver los problemas se quedan un poco cortos para gente menos inteligente que Einstein (o sea, todos nosotros).

¿Y cuáles serían las grandes preguntas de nuestro tiempo? La verdad es que te pones a pensar y te salen un montón. Pasan tantas cosas hoy en día, hay tanta tendencia disruptiva y transformadora, hay tantos nuevos riesgos, tanta complejidad, pero también tantas nuevas oportunidades, que hay munición de sobra para preguntar y repreguntar. Pero haciendo un esfuerzo de síntesis para englobar los problemas de la mayor parte de las empresas, me quedo con tres: cómo crecer sostenidamente de forma rentable (el que no haya soñado alguna vez con ese desafío es que nunca ha dirigido una empresa), como operar a escala global (la internacionalización es otro de los grandes retos de hoy en día) y cómo asociarse o integrar con éxito (la clave para crecer de forma sana). Casi nada.

Debajo de esas tres formidables preguntas subyacen problemas muy serios que afectan a la gran mayoría de las empresas. Y que desde luego no se resuelven solos. El dontancredismo (mantenerse impertérrito en medio de la plaza a ver qué pasa, como en la antigua suerte taurina) no es una opción. Hay que tomar decisiones, pasar a la acción y a ser posible elegir a los socios adecuados para el viaje, o la aventura. El otro día repasaba los resultados de la encuesta de los CEO que hacemos cada año en PwC y ratifiqué la importancia que le siguen concediendo en estos últimos años los altos directivos de todo el mundo a la colaboración. Colaboración con los clientes, con los competidores, con las universidades, con las start ups… Las empresas, incluso las más grandes y poderosas, han dejado de ser autosuficientes y necesitan de todos los que las rodean. Están abriendo los ojos a un nuevo ecosistema de relaciones en el que una de las principales motivaciones (oh sorpresa) es la posibilidad de acceder a nuevas tecnologías que ya se ven como algo vital de comprender y aprovechar.

De todo esto, y de algunas cosas más, hablamos en una campaña que hemos lanzado en PwC para ayudar a las empresas a hacer frente a los constantes cambios del escenario de los negocios. No, no tenemos a Albert Einstein para resolver los problemas en cinco minutos, pero sí somos una buena compañía para conversar sobre el tema y para servir de catalizador de las decisiones y acciones que hay que tomar para superarlos. Porque nos gusta escuchar, nos gusta colaborar, nos encanta crear confianza para resolver problemas importantes.

Firmado: Carlos Mas Ivars, Presidente PwC España

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G-0, la última frontera

Últimamente nos hemos tenido que aprender unas cuantas siglas y acrónimos. El AQR de las pruebas de resistencia de la banca, el grupo de países MINT (México, Indonesia, Nigeria y Turquía), la tecnología de comunicación NFC, la estrategia monetaria QE…. Es lo que tiene la hiperespecialización, que tiende a crear a gran velocidad lenguajes sintéticos propios (lo que podríamos llamar LSP, por seguir el juego) y hay que adaptarse si uno no quiere quedarse fuera de juego.

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La obligatoriedad del buen gobierno empresarial

La decepción generalizada creciente ante el hundimiento de algunas empresas emblemáticas de nuestro entorno, ha puesto de manifiesto la urgente necesidad de legislar más y mejor para dar credibilidad a la actividad económica y evitar o paliar en la medida de lo posible un mal endémico de nuestro tiempo: las malas prácticas de gobierno empresarial.

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