Los europeos nos creemos muy avanzados en materia de servicios bancarios, y puede que con razón. Pero la realidad no siempre es lo que parece. Un estudio elaborado por Strategy&, la consultora estratégica PwC, a partir de una encuesta a consumidores en diez países de la Unión Europea (entre ellos España), confirma que en algunos aspectos tenemos mucho margen de mejora.
El informe, publicado bajo el título ‘Construyendo un mercado de pagos europeo viable‘, pone los puntos sobre las íes y deshace algunos malentendidos sobre el uso que hacemos de las herramientas en la operativa bancaria, especialmente en medios de pago. Estas son algunas de sus conclusiones más esclarecedoras.
- De mercado común, nada. En Europa estamos lejos de tener un único mercado de pagos. Hay 15 sistemas de pago por tarjeta diferentes y un número incluso superior de programas de pago por móvil (los hay específicos para cada banco y para un conjunto de bancos) o de sistemas de identificación. Se está trabajando en un sistema que vincula el número europeo de cuenta (el famoso IBAN) con un número de teléfono, lo cual facilitaría el proceso de inicio y validación de los pagos, pero aún no está en marcha.
- Todavía estamos enganchados al efectivo. El 47% de los europeos preferimos pagar con efectivo, que es un medio costoso de distribuir y procesar. Sin embargo, la variación entre países es muy fuerte. Los más adictos al dinero contante y sonante son, curiosamente, los países centroeuropeos, con Alemania a la cabeza (un 61% de los encuestados prefieren cash), mientras los nórdicos avanzan ya hacia su desaparición (en Suecia, solo el 20% lo prefiere). España está más o menos en el medio (el 49% opta por ello).
- Nos hemos quedado obsoletos en las pagos de las compras online. La experiencia de uso de las tarjetas de crédito y débito, que representan casi la mitad del mercado de pagos online, está anticuada. Todavía hay que escribir los 16 dígitos del número de la tarjeta, la fecha de caducidad y el código de seguridad antes de completar una transacción. Y no digamos nada de las compras contra reembolso, que todavía siguen existiendo como herencia del pasado.
- Las comisiones de las tarjetas de crédito son muy bajas. Los bancos cobran un máximo de un 0,3% por el uso de tarjetas de crédito, frente al 1,6% de Estados Unidos. En un entorno de tipos de interés cercanos a cero, tan bajos ingresos por comisiones impiden mejorar la rentabilidad de las entidades financieras y limitan los recursos disponibles para innovar. Además, las reformas que se preparan sobre las comisiones por cambio de divisas apuntan en la misma dirección.
- No nos gusta nada compartir nuestros datos (o eso decimos). Otra sorpresa. Los resultados de la encuesta son altamente reveladores. El 58% de los consumidores europeos dicen que no están dispuestos a compartir sus datos con nadie. Más sorprendente es si cabe que los directivos del sector sobreestiman enormemente la disposición de los consumidores a cederlos. Según los profesionales, hasta el 93% de ellos estarían dispuestos a hacerlo bajo determinadas condiciones. En cambio, solo el 20% de los propios clientes dicen que lo harían. Si esto es así, las posibilidades de desarrollo de nuevos modelos de negocio a través del open banking (cuya base es la cesión de datos de los clientes bancarios para que los puedan utilizar terceros) quedarían muy limitadas.
Afortunadamente, el estudio también apunta remedios.
La idea central es que el mercado europeo debe avanzar hacia un sistema de pagos distinto del dinero en efectivo a fin de que las entidades financieras puedan generar ingresos adicionales y aprovechar los beneficios potenciales de la innovación. Para conseguirlo, se sugieren algunas recomendaciones, como racionalizar la fragmentada infraestructura de pagos en Europa, cuya eficiencia, como ha quedado dicho, está lastrada por múltiples solapamientos técnicos y de servicio. Hasta cuatro plataformas gestionan las transacciones basadas en las tarjetas y las cuentas corrientes. Simplificar tan complejo sistema permitirá a las entidades financieras reducir costes.
El sistema europeo debería, en fin, evolucionar para convencer a los clientes de la conveniencia de compartir sus datos. De esa manera, las entidades financieras podrán personalizar sus ofertas y desarrollar modelos de negocio nuevos, sobre todo si tenemos en cuenta que, como la propia encuesta del informe indica, los consumidores son más proclives a ceder sus datos a los bancos convencionales que a cualquier otro agente en el sistema de pagos.