No quedan dudas ya acerca del tremendo impacto que la propagación del COVID-19 tendrá sobre las economías de todo el mundo. Según las últimas previsiones del FMI, el PIB mundial podría caer un 3% en 2020, mientras que su repercusión en España podría llegar hasta el 8%. Este efecto negativo es claro en sectores como el turismo, el transporte y la automoción, pero en lo que respecta al de las telecomunicaciones y el entretenimiento muestra diferentes realidades.
El principal motor de las infraestructuras de telecomunicaciones es el despliegue de las redes móviles 5G, el cual no sólo requiere de una mayor densidad de torres, sino también conectividad de fibra y capacidades de computación próximas a dichas torres –lo que se conoce como Edge computing-. España cuenta ya con una cobertura móvil 4G del 100% de los hogares y una cobertura de fibra del 77% -la media de la Unión Europea es del 30%-, por lo que la necesidad de nueva infraestructura es bastante limitada si no se despliega una nueva red.
El COVID-19 trae consigo un año de desaceleración inversora en el mercado de las telecomunicaciones en España, principalmente por la demora en el despliegue del 5G
Este despliegue se ha detenido por el momento, y en España se ha pospuesto la subasta de la banda de los 700 Mhz -también llamada segundo dividendo digital-, que resulta clave para el 5G dado su mayor alcance. La ralentización del despliegue de la nueva red, junto con una reducción del consumo de los hogares motivado por las perspectivas económicas negativas, afectarán a las ventas de terminales durante la próxima campaña navideña. Los esperados lanzamientos en los próximos meses, con el iPhone 12 a la cabeza, contaban con la conectividad 5G como uno de los principales argumentos de venta.
Los operadores de telecomunicaciones se enfrentan al reto de mantener las redes operativas para dar soporte a las necesidades de comunicación de la población confinada. Sin embargo, la presión competitiva se ha relajado, debido a que se trata de un servicio esencial y a que no es posible realizar portabilidades que requieran la presencia física de un técnico.
Por otra parte, los servicios destinados a facilitar la colaboración entre equipos están experimentando un gran auge. Por ejemplo, Microsoft Teams alcanzó 44 millones de usuarios activos en el mes marzo -frente a los 20 millones de noviembre de 2019-. El interés por la ciberseguridad también ha ido in crescendo dado el incremento en el número de personas trabajando desde casa. Cada acceso de un trabajador en remoto resulta potencialmente vulnerable y, según un estudio de Sentinel One, el número de ataques en el mundo se multiplicó por cinco en apenas tres semanas, del 23 de febrero al 16 de marzo.
El confinamiento ha provocado también un aumento de la penetración de los servicios de video bajo demanda, siendo Netflix el líder indiscutible cuya base de abonados se ha incrementado en unos 16 millones en el primer trimestre de 2020. El precio asequible de este tipo de plataformas, junto con el gran volumen de contenidos propios (657 nuevas producciones solo en 2019), le permitió llegar a 167 millones de suscriptores el pasado año. Sin embargo, la expansión del coronavirus provocó que Netflix tuviera que dejar de producir nuevos contenidos en marzo, lo que podría tener un impacto en el medio plazo, considerando, además, que la oferta de plataformas es cada vez más variada. Por ejemplo, la recién llegada Disney+ ha alcanzado ya los 50 millones de suscriptores, sólo 5 meses después de su lanzamiento. El carácter nostálgico de los contenidos de Disney hace algo menos crítica la necesidad de nuevos contenidos, al menos en su expansión inicial que le aporta una ventaja más en un momento delicado para la población que ha supuesto una cierta predilección por lo vintage.
El COVID-19 trae consigo un año de desaceleración inversora en el mercado de las telecomunicaciones en España, principalmente por la demora en el despliegue del 5G. Sin embargo, ofrece también una cierta tregua a los operadores, para mejorar su gestión del tráfico de red, pero también incrementa aún más la necesidad de reinventarse para incorporar nuevos servicios en su oferta comercial, como la ciberseguridad o las comunicaciones unificadas. Esta oferta comercial puede incluir nuevos casos de uso para el 5G, como el control en tiempo real de la propagación de enfermedades, la prestación de servicios de telemedicina y la educación online, que han resultado críticos en estos días.
De cara a desarrollar estas capacidades, la crisis seguramente conlleve una reducción de los elevados múltiplos que se están pagando en las transacciones corporativas, lo que podría incentivar la incorporación de las mismas de forma inorgánica.
Es probable además que el incremento en el tráfico de datos que se ha experimentado durante la crisis se mantenga en el tiempo debido a los cambios en los comportamientos sociales, como el incremento de la demanda de los servicios de ocio online (por ejemplo, plataformas OTT, e-sports). Como consecuencia de esto, a medio plazo será necesario recuperar los niveles de inversión, tanto para aumentar la cobertura de la red fija de banda ancha como retomar el despliegue de la red de 5G.
No obstante, la limitación en la capacidad de inversión -marcada por los altos niveles de endeudamiento de las operadoras- podría suponer un importante lastre para esta transición. De esta manera, resultaría necesario analizar adecuadamente la manera de acometer estas inversiones, recurriendo, por ejemplo, a vehículos de inversión de carácter neutro que permitan el uso colectivo de las redes de infraestructuras.