En PwC acabamos de publicar un informe sobre digitalización que da que pensar. Es el European Private Business Survey 2019, elaborado a partir de la opinión de 2.443 compañías europeas de más de diez millones anuales de facturación (empresas familiares, startups, emprendedores…). Los encuestados aseguran mayoritariamente que la digitalización es muy relevante para su viabilidad.

El 65% de los directivos así lo sostienen, y en el caso de los 123 empresarios españoles consultados ese porcentaje se eleva hasta el 78%. Holanda. Reino Unido y Noruega encabezan la clasificación.

No hay sorpresas aquí. Bueno, sí; si aplicamos el microscopio al ranking de los 31 países, resulta que las empresas francesas están entre las que menos importancia dan a la digitalización (nada menos que un 23% de ellas dicen que no es relevante en absoluto), lo cual no deja de ser chocante. Pero al margen de la excepción francesa, de los resultados del informe se deduce que el que no se digitalice lo va a tener difícil para competir.

Lo curioso es que esta apreciación no se corresponde con los planes para invertir en la transformación digital. A la hora de hablar de dinero, las empresas consultadas parecen rebajar la importancia de su apuesta, porque solo el 22% de ellas piensan dedicar más de un 5% de su inversión a la digitalización. En este parámetro, España está en la media: el 22% de las empresas proyectan invertir más del 5%; el 27%, entre el 3% y el 5%; el 37%, entre el 1% y el 3%, y el 15%, menos del 1%.

No parecen cifras congruentes con la magnitud del desafío de la digitalización. La contradicción es especialmente llamativa en países como Reino Unido (un 85% de los encuestados consideran que la transformación digital es muy relevante, pero solo el 18% de ellos planean invertir más de un 5%), Italia (74% frente a 9%) y la propia España (78% frente a 22%).

digitalización

Por tanto, aquí nos tropezamos con un primer problema: la falta de recursos para abordar un proceso que con alta probabilidad va a condicionar el futuro de los negocios europeos. Hacer cambiar de opinión a los directivos empresariales y elevar el listón de la inversión en digitalización debería ser una prioridad para los próximos años si queremos que las empresas de la Unión Europea compitan en igualdad de condiciones con sus homólogas asiáticas y americanas.

Sí, aumentar inversión es una condición indispensable, pero no suficiente para afrontar con éxito el proceso de digitalización. Además, es necesario implantar un nuevo modelo de inversión continua que contemple el desarrollo de nuevas capacidades de los empleados, la adaptación de los sistemas de información, cambios en la organización y en definitiva una nueva manera de enfocar el negocio. Este modelo debería estar apoyado en un plan estratégico que permita medir adecuadamente los resultados que se van obteniendo, con el objetivo de aprender durante el proceso y reconocer rápidamente los errores y los aciertos. Si fallamos, debemos saberlo cuanto antes, y para ello necesitamos las métricas apropiadas.

Una posibilidad para abordar este proceso es hacer un planteamiento bimodal, un concepto que no es nuevo pero que se ha revitalizado con la revolución digital. El enfoque bimodal consiste en que una parte de la organización se concentra en la estabilidad y la seguridad (seguir haciendo los que sabemos hacer) mientras otras áreas dan prioridad a la agilidad y a la velocidad, imitando el comportamiento de una start-up.

También hay que abrir la puerta a las colaboraciones con iniciativas externas, que pueden inyectar la energía y el conocimiento que no siempre están presentes en las empresas. En el informe de PwC, que analiza hasta qué punto las compañías encuestadas consideran la posibilidad de colaborar con start-ups, las empresas españolas aparecen, curiosamente, como las más proclives a realizar este tipo de acuerdos externos. El 33% por ciento de ellas contemplan esta opción, cuando el promedio de la Unión Europea es de solo el 13%.

La transformación digital exige recursos. Pero hay que utilizarlos con cabeza y en un marco estratégico bien perfilado que permita exprimir al máximo las enormes posibilidades que ofrece la innovación tecnológica.