En los últimos años no ha habido mayor prueba para los gobiernos de todo el mundo que la COVID-19. La pandemia no sólo supuso un reto continuo por proteger la salud de los ciudadanos, sino que cambió la forma de funcionar de las administraciones públicas, ya que muchos servicios tuvieron que hacerse a distancia. Las vidas, los espacios de trabajo y las comunidades se vieron alteradas de manera imprevisible y sin precedentes, y las personas buscaron en sus líderes políticos seguridad y confort.

La confianza en los gobiernos -en todos los niveles y en todos los países- se resquebrajó o se disparó, dependiendo del país y de la eficacia en la gestión de la crisis sanitaria. Todo lo sucedido nos ha servido para recordar que los gobiernos deben ser capaces de reaccionar en este tipo de circunstancias para generar confianza, y así poder tomar las decisiones adecuadas para el crecimiento y la recuperación. Pero no todos son iguales y que sus ciudadanos tengan acceso a experiencias excepcionales puede ser un reto difícil si se mezclan las tecnologías antiguas y la burocracia.

Sin embargo, hay una tecnología que podría cambiarlo todo.

Blockchain para el sector público

Blockchain, también conocido como registro distribuido -en inglés distributed ledger-, es una forma de registrar o grabar información ordenada cronológicamente. La forma en la que se construye y se valida la información hace que sea una tecnología muy robusta, inalterable y útil. Si quieres una visión más detallada, puedes leer el artículo ‘Blockchain 101’, pero como concepto básico, la tecnología blockchain es una cadena de bloques de información. Estos bloques se enlazan entre sí criptográficamente y la información resultante se almacena en redes en las que se comprueba la validez de los intercambios de información antes de añadir un nuevo bloque.

Blockchain ofrece una alternativa a las soluciones tecnológicas tradicionales, permitiendo a las administraciones públicas compartir su información de manera fiable

Las blockchain públicas -que gestionan criptomonedas, entre otras cosas- hacen posible la participación de cualquiera, están muy descentralizadas y tienden a ser un poco más lentas debido al tiempo y energía necesarias para registrar nueva información (ya que requiere el consenso de todo los miembros para que la información sea uniforme y esté en orden). Por su parte, las cadenas de bloques privadas pueden tener limitada la participación, estar poco o nada descentralizadas y, por tanto,  tienden a ser más rápidas y sostenibles. Por su parte, las blockchain híbridas hacen un poco de ambas funciones.

Donde esta tecnología está cambiando las reglas del juego es en la confianza que genera su forma de operar. En efecto, permite que los cambios de información sean transparentes y se modifiquen con total integridad. De hecho, no se puede añadir nada a la cadena de bloques sin que sea validado y la red de usuarios esté de acuerdo con su inclusión. Esto significa que la tecnología blockchain funciona como una fuente única de información accesible y sin necesidad de intermediarios.

Necesitamos confianza

La confianza, como dice la expresión, es difícil de ganar y muy fácil de perder. Y esto es especialmente cierto cuando se trata de la administración pública.

Los ciudadanos quieren un acceso fácil y personalizado a los servicios y experiencias que les prestan los gobiernos, que sean innovadores, humanos y cumplan sus cometidos. Para ser eficaces, las administraciones públicas deben comprender las complejidades de la ciudadanía para establecer vínculos, ser transparentes y honestas en sus gestiones, además de ser imparciales, inclusivas, abiertas y accesibles, en todo momento. Para generar valor, es necesario medir el impacto y adaptarse, así como conectar los múltiples departamentos y entidades públicas para que la experiencia de los ciudadanos sea integral.

Se trata de una tarea ardua cuando existen estructuras aisladas y las tecnologías no siempre se adaptan entre sí, o peor aún, cuando la información sólo existe en papel. Dado el impacto que la confianza tiene en los ciudadanos, el sector público necesita invertir en digitalización más allá de la pandemia.

¿Cuándo recurrir a la tecnología blockchain?

Blockchain funciona especialmente bien para las administraciones que buscan reducir el número de estructuras aisladas y conectar organismos y servicios con rapidez y precisión. Su capacidad para permitir a los usuarios consultar los contenidos sin alteraciones imprevistas hace que sea idóneo cuando varias partes necesitan compartir datos y confiar en ellos. También permite que esas entidades añadan sus propios datos, sabiendo que todos los demás podrán ver y confiar en sus modificaciones.

En el caso de los servicios en los que el tiempo resulta esencial, tanto en lo que respecta a la experiencia del consumidor como, dada la naturaleza de los servicios públicos, a menudo con un gran impacto en la vida de los ciudadanos, blockchain permite acelerar las interacciones, eliminar las ineficiencias del papel y sus riesgos inherentes, y simplificar las transacciones al eliminar los intermediarios (y sus costes asociados).

Tanto si se trata de mejorar los servicios existentes como de ofrecer nuevos, blockchain puede ayudar a los gobiernos a replantearse sus métodos de ejecución. De forma gradual, la tecnología blockchain podría utilizarse para aumentar y mejorar la confianza en los datos, reduciendo el fraude y facilitando la procedencia y autentificación de los mismos. También podría aumentar la eficiencia y la transparencia en las cadenas de suministro, distribuir subvenciones públicas, estandarizar datos o expedir licencias y certificaciones con una rápida autentificación.

A través de la innovación se podrían inventar nuevos activos, incentivos, sistemas de apoyo y crédito mediante la tokenización (representación de un artículo y su historial de transacciones en la cadena de bloques -véase nuestro artículo ‘Los tokens no fungibles… ¿una moda o algo más?‘-) o incluso la creación de centros de servicios públicos digitales en el metaverso.

No solo teoría

Aunque blockchain aún no ha transformado la experiencia de un ciudadano, desde que nace hasta que muere, el valor de las cadenas de bloques dista mucho de ser irreal. A continuación, algunos ejemplos de cómo se está utilizando esta tecnología en los servicios públicos.

  • Registro de la propiedad. Gestionar el registro de la propiedad, la administración y las transacciones a través de tokens digitales que representan la titularidad de los inmuebles.
  • Hacer que la cadena de suministro sea más segura, transparente y eficiente. Por ejemplo, mediante su uso por parte de las cooperativas de pequeños agricultores.
  • Uso en la gestión de la información de registros sanitarios y protección de datos, así como en la realización de pruebas y análisis en los centros de salud.
  • Registro de nacimientos y defunciones. Digitalización de los registros de nacimientos y defunciones gracias a la inmutabilidad y autenticidad de las cadenas de bloques.
  • Identidad y votación. Uso de la digitalización de los registros en papel para elaborar un sistema de identidad electrónica descentralizado y para permitir el uso de métodos de votación electrónicos.
  • Educación. Agilización de procedimientos de verificación y gastos generales en la gestión de registros académicos.

Ha llegado el momento de apostar por la confianza

Aunque la tecnología blockchain no siempre es la respuesta a los desafíos a los que se enfrentan las administraciones públicas, hay muchos escenarios en los que ésta superará a las soluciones tecnológicas tradicionales. A medida que los poderes públicos se tomen en serio lo de ganarse la confianza de la ciudadanía, seguirán emergiendo casos de uso. Mientras tanto, hay que mirar más allá de los prejuicios, delimitar los problemas a los que se enfrenta la tecnología y esbozar posibles soluciones. Es importante empezar con algo pequeño que demuestre el valor de esta tecnología, ya que de este modo se podrá ampliar la escala a toda la administración pública y ofrecer un mayor valor a los ciudadanos.