Si has escuchado los últimos hypes, la era de la Web 3.0 ya está aquí. Son múltiples los nombres que se utilizan para denominarla: Web3. o web 3.0,  la web espacial o el Internet descentralizado y, esto, es parte del desafío. Es difícil escribir una guía sobre algo que aún no está definido, sobre todo, cuando se trata de un tema algo polarizado y polémico. En cualquier caso, es probable que en los próximos meses y años hablemos mucho más de ello, así que podemos considerar esto como una guía sobre los inicios de un concepto que iremos actualizando a medida que se afiance.

La Web 1.0 y la Web 2.0

En los años 90, cuando las personas comenzaron a utilizar Internet de forma masiva, nos encontrábamos ante un entorno muy diferente al actual. Quienes escriben sobre la Web 3.0 describen esta primera fase, que ahora se suele denominar  Web 1.0, como un espacio descentralizado que no estaba dominado por grandes empresas, en el que los protocolos abiertos permitían el acceso al sistema interno de la web, en donde las personas podían ser anónimas, las webs eran estáticas y el consumo pasivo. ¡Leíamos todas las páginas web que queríamos! Fue una época, como dice Recode, la revista digital especializada en tecnología, en donde la atención se centraba en conseguir que la gente se conectase a través de proveedores de servicios como AOL y Yahoo y socializara a través de los navegadores. Por lo general, la Web 1.0 se sitúa entre los años 90 y 2000 (o mediados del siglo XX).

La fase de la Web 2.0, en la que nos encontramos actualmente, gira en torno a los contenidos generados por los usuarios y a la participación activa. Las redes sociales -impulsadas por los teléfonos inteligentes y la nube- surgieron para hacer que Internet fuese más envolvente y accesible. Las personas empezamos a pasar mucho más tiempo online, creando sus propios contenidos y compartiendo sus datos a cambio de acceso a las plataformas. Las implicaciones comerciales se hicieron más evidentes y observamos un movimiento hacia la centralización, con la aparición de las compañías de Internet más conocidas en la actualidad, como Amazon, Facebook, Google, eBay y Twitter. Además, una vez que los datos se han convertido en una mercancía, la privacidad se ha vuelto más difusa y la publicidad segmentada ha conectado gran parte de esa gran plataforma comercial.

Web 3.0 (o como quieras llamarla)

Según los expertos en tecnología, si la Web 1.0 fue la fase de lectura y la Web 2.0 la de lectura y escritura, la Web 3.0 será la fase de lectura, escritura y propiedad de la red. La Web 3.0 reinventa Internet con una infraestructura completamente nueva y una vuelta a la descentralización y la autonomía.

En esta nueva versión de Internet, según el sentir de la gente, la web, sus plataformas, aplicaciones y estructuras estarán construidas sobre tecnologías descentralizadas, como las cadenas de bloques (blockchain), las criptomonedas y los tokens no fungibles (NFTs). La naturaleza abierta y colaborativa de las cadenas de bloques públicas implica que, en teoría, estos casos de uso serán transparentes, democráticos y de propiedad colectiva de las personas, y no de monopolios o intermediarios como los bancos, los periódicos, las plataformas de redes sociales, etc. Los datos serán propiedad del usuario y fluirán a través de las cadenas de bloques, no de las empresas. Las plataformas y las aplicaciones se gestionarán colectivamente a través de contratos inteligentes y permitirán a los usuarios poseer participaciones, gobernar y crear negocios en la Web 3.0.

La propia naturaleza de la tecnología blockchain implica que la web tendría una fiabilidad natural, gracias a su carácter a prueba de manipulaciones, a su transparencia y a sus mecanismos de validación. La Web3 no se podrá caer ni censurar. Y su base económica estaría descentralizada y funcionará a través de las criptomonedas y los NFTs.

Si crees que esto suena a utopía tecnológica, no te equivocas. En el fondo, la Web3 es una nueva visión impulsada por los ideales de un futuro web más justo. Por eso, hay una gran cantidad de personas que están entusiasmadas con esta idea, por lo que es y por lo que será. Sin embargo, también hay quienes no creen que nada de esto vaya a suceder y  es probable que todas las frases de este artículo puedan ser rebatidas tanto por los creyentes como por los detractores de la Web 3.0.

La Web 3.0 y…

Con la intención de despejar las dudas en torno a algunos de los conceptos que se utilizan hoy en día en los medios de comunicación y en muchos comentarios, repasamos a continuación algunas de las palabras de moda del mundo digital y cómo encajan en el panorama de la Web3.

  • El metaverso, un caso de uso de la Web 3.0. El metaverso se refiere a un mundo repleto de nuevas experiencias. En tiempo real y siempre activo, fusiona lo físico y lo digital, está impregnado de realidad virtual y realidad aumentada, y es para todos. En el metaverso se pueden organizar eventos, las marcas pueden tener tiendas, las empresas pueden hacer negocios, los gobiernos pueden interactuar con las personas, se puede jugar, adquirir propiedades y construir avatares digitales. Según estos planteamientos, el metaverso será interoperable (no habrá ningún ecosistema de marca cerrado) y estará construido sobre la infraestructura de la Web3.
  • Blockchain, la arquitectura de fondo. La cadena de bloques es un sistema de información descentralizado que está vinculado criptográficamente entre sí y organizado en orden cronológico. La cadena se almacena en múltiples copias a través de una red, y cualquier añadido o cambio en los datos  tiene que ser verificado y acordado por cada nodo de la red, lo que hace muy difícil su manipulación.
  • Criptomonedas, la divisa de la Web3.Se refiere a cualquier moneda que exista digitalmente en una tecnología blockchain. La cadena de bloques suele registrar las transacciones y controlar las nuevas monedas que se acuñan. Bitcoin es el ejemplo más conocido, pero no es el único -Ether, por ejemplo, funciona en la cadena de bloques de Ethereum-. Para acceder a sus criptomonedas, los usuarios deben disponer de un monedero virtual.
  • DeFi, un sistema financiero para la Web3. Las finanzas descentralizadas, o abiertas, son un concepto económico basado en una tecnología descentralizada, como las cadenas de bloques y las criptomonedas. DeFi promete un sistema financiero sin intermediarios, como las instituciones bancarias o los servicios de pago digitales, lo que significa que todas las transacciones son directas entre el pagador y el beneficiario. Los casos de uso de DeFi pueden ser tan simples como las transacciones online o tan complejas como los préstamos, los seguros o el intercambio de acciones.
  • NFTs, intercambio de valor en la Web3. Se refiere a artículos digitales o versiones digitales de objetos físicos que están representados por datos en una cadena de bloques habilitada para contratos inteligentes. Estos artículos son no fungibles, lo que significa que son únicos. Poner un artículo -obra de arte, vídeo, música, vino, artículo, etcétera.-, en una cadena de bloques significa que puede tener derechos de propiedad registrados, una titularidad rastreable y un valor monetario. Pueden existir copias, pero sólo una persona puede asegurar que el artículo original es suyo.
  • Organización autónoma descentralizada (DAO, por sus siglas en inglés), una empresa para la Web3. Son entidades sin una dirección central, que pertenecen a un colectivo de miembros que poseen tokens en la empresa (piensa en ellos como si fueran acciones digitales). Funcionan de forma autónoma a través de contratos inteligentes en una cadena de bloques. La gobernanza está escrita en el contrato inteligente, y las decisiones se toman por acuerdo de los socios.
  • Aplicaciones descentralizadas (DApp, por sus siglas en inglés), para agregar funcionalidad a la Web3. Son aplicaciones que se ejecutan de forma autónoma a través de contratos inteligentes basados en blockchain. Las DApps, al igual que las DAOs, funcionan como las aplicaciones normales -y pueden ser cualquier cosa, desde juegos hasta carteras financieras-, pero no necesitan que personas las posean o las hagan funcionar. Estas funcionan según la codificación de su contrato inteligente y son verificadas por los nodos de la red de la cadena de bloques.

¿Y ahora qué?

Como habrás imaginado, la situación es demasiado ambigua en este momento como para sugerir a las empresas una estrategia digital en concreto para una web del futuro que está lejos de convertirse en una realidad. Por ahora, hay que estar atento a lo que ocurre y estar preparado por si se produce un cambio hacia una infraestructura descentralizada (que no será de la noche a la mañana).

Pese al sueño de una igualdad descentralizada, el dinero tiende a concentrarse en manos de unos pocos, y no hay ninguna garantía de que esto no vaya a suceder en la Web3. Tener el control de los propios datos, contenidos o criptomonedas podría democratizar la web para las personas que actualmente no tienen una participación plena, pero también sabemos que en la Web 1.0 y la Web 2.0 han fracasado en objetivos tan loables. Y aunque la Web 3.0 defiende la libertad personal y la autorregulación, no cabe duda de que los gobiernos y los organismos reguladores se sentirán incómodos con este concepto. De hecho, las iniciativas de regulatorias (y los desafíos legales) ya están a la vista. Por último, un gran obstáculo que aún no se ha comentado… Actualmente, la Web3, al igual que las criptomonedas, no es realmente fácil de usar. Para los expertos en tecnología, la Web 3.0 podría representar una nueva y grandiosa era sin restricciones. Sin embargo, para el resto, el futuro no está tan claro.