En la película de ciencia ficción Regreso al futuro 2, rodada en 1989, se vaticinaba que en 2015 el paisaje urbano estaría lleno de coches voladores. Sus guionistas no estuvieron muy finos a la hora de hacer conjeturas sobre el futuro, porque a estas alturas del siglo no hay coches voladores surcando el cielo de las ciudades, pero lo que sí se están empezando a ver, aunque sea de forma experimental, son los coches eléctricos autónomos (A-EV, por sus siglas en inglés).

Su potencial disruptivo es enorme (tanto en los hábitos sociales como en el consumo de petróleo y electricidad y como consecuencia de ello en los objetivos para limitar los efectos del cambio climático), pero su impacto real en la economía y en las empresas es muy incierto; casi tanto como inciertas eran las predicciones de Regreso al futuro 2.

PwC ha indagado en esta cuestión y ha publicado recientemente un estudio (Can Autonomous Electric Vehicles accelerate the low carbón transition?) en el que parte del análisis de las proyecciones realizadas en distintos informes del sector, como los elaborados por RethinkX (2017), BP (2017 y 2018), WoodMackenzie (2017) y Bloomberg (2017), para extraer conclusiones sobre las repercusiones de la irrupción de los coches eléctricos autónomos en el proceso de descarbonización de la economía.

La primera evidencia es que los escenarios de futuro que se plantean son muy diversos. Las proyecciones más optimistas sobre el desarrollo de esos vehículos presagian que en 2030 el 60% de los coches serán eléctricos (autónomos o no), lo cual significará que la demanda de petróleo, medida en barriles de crudo por día, caerá un 36%. En el otro extremo, el escenario más prudente estima que en 2035 la flota de vehículos eléctricos será el 18% del total y la reducción de la demanda de petróleo se limitará al 7%. Simétricamente, también es muy amplio el rango del posible impacto sobre el proceso de descarbonización, tomando como referencia el objetivo internacional de que el aumento de la temperatura del planeta no supere los dos grados centígrados a finales de siglo respecto a los niveles preindustriales.

En ese tránsito inevitable hacia una economía con menos emisiones de CO2 (que ahora están creciendo a un ritmo del 2% anual), el impacto de los A-EV en la intensidad en carbono global (es decir la relación entre toneladas de CO2 y PIB) puede ser más o menos importante según las proyecciones. En alguno de los estudios analizados, el desarrollo del vehículo eléctrico autónomo supone por sí mismo dos tercios del esfuerzo que hay que hacer para cumplir el objetivo de los dos grados; en otros, su aportación es más modesta y su incidencia depende de la intersección de otras tecnologías.

Los coches eléctricos y/o autónomos serán un catalizador importante en la descarbonización de la economía mundial

En cualquier caso, en lo que sí hay coincidencia es en la constatación de que los coches eléctricos autón0mos serán un catalizador importante en la descarbonización de la economía mundial, y las empresas que se preparen adecuadamente para los cambios que se avecinan saldrán beneficiadas del proceso. En particular, las nuevas tecnologías del automóvil pueden llegar a tener un impacto significativo no solo sobre el modelo de negocio de fabricantes de coches, sino también en los productores de petróleo y en las compañías eléctricas, y por supuesto también en los consumidores, que deberán adaptarse a los cambios sociales que llevan aparejadas.

La violencia de ese impacto está por ver, pero lo que está claro es que los vehículos eléctricos autónomos no son un invento de guionistas de cine de ciencia ficción, sino una realidad que en pocos años será visible en las calles de nuestras ciudades.

Más información | Can Automous Electric Vehicles accelerate the low carbon transition?