La sostenibilidad es uno de los grandes desafíos del mundo de los negocios de hoy. La creciente importancia de los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) obliga a las empresas a redefinir su forma de trabajar, con amplias repercusiones en múltiples aspectos de su actividad. El cambio de enfoque, que es reflejo de la evolución de la opinión pública y de la presión de los reguladores, está generando dudas entre las compañías, que reclaman con insistencia indicaciones útiles y claras para diseñar la hoja de ruta hacia la sostenibilidad. Para detectar los movimientos que están configurando el nuevo mapa empresarial, publicamos El sismógrafo de la sostenibilidad, una serie quincenal en la que ofrecemos una compilación de informaciones y análisis relacionados con la sostenibilidad.

EMPRESAS

Grandes preguntas, sencillas respuestas
Los retos de la sostenibilidad están llenos de cómos. Las empresas se han concienciado, en su mayoría, sobre la necesidad de avanzar en políticas medioambientales, sociales y de gobernanza, pero en muchos casos no saben cómo hacerlo.

Pongamos por ejemplo los interrogantes que surgen a la hora de medir los progresos, que es una práctica considerada clave para garantizar la buena marcha del proceso de transición. Las métricas dependen del tamaño, de la industria y de la situación geográfica de cada compañía, pero ya hay un cierto consenso sobre cuáles son los indicadores que deben ser analizados.

También es importante integrar los criterios de ESG en las funciones de los consejos de administración. Una guía de PwC da respuesta a muchas de las preguntas que se plantean, incluyendo una práctica check list sobre las cuestiones a considerar por los consejeros.

Otro tema que preocupa es el de la comunicación. La elaboración de memorias y otros documentos corporativos es fundamental para acreditar la voluntad de la empresa de integrar los estándares ESG en su organización. ¿Cómo hacerlo bien? El World Resources Institute ha publicado recientemente un informe (referido al cambio climático y a Estados Unidos, pero de general utilidad) con una serie de recomendaciones sobre el contenido, el estilo, la publicación y la promoción de este tipo de documentos corporativos.

Por supuesto, antes de escribir, hay que saber de lo que se escribe. Para ello, The Wall Street Journal ha publicado un breve diccionario de las expresiones más usadas en el ámbito de la sostenibilidad. El artículo explica términos de conocimiento general (huella de carbono, economía circular, bonos verdes, greenwashing…) pero también otros de uso exclusivo entre los especialistas, como stranded assets (inversiones que pierden valor prematuramente por razones medioambientales), plástico PET (un tipo de plástico 100% reciclable) o B Corp (una certificación de cumplimiento de rigurosos criterios sociales, medioambientales y de transparencia). Para guardar.

Los óscar de los criterios ESG
La pujanza de la sostenibilidad en el ámbito corporativo ha dado lugar a una floreciente industria dedicada a la elaboración de rankings y clasificaciones que miden el esfuerzo de las empresas en comparación con su pares. El último ejemplo es la lista de la reducción de emisiones contaminantes de las compañías petroleras y de gas, que publica una agencia de calificación especializada en criterios ESG. Repsol y Total son las más verdes (reciben la etiqueta de creadores de estándares, una especie de premio óscar), mientras que la compañía estatal rusa Gazprom es la que sale peor parada.

El Economista hace su propio ranking, en este caso de las compañías del índice Ibex-35, que sitúa a Endesa, BBVA y Siemens Gamesa a la cabeza de la carrera de la sostenibilidad.

También hay clasificaciones por países. La que hacen Diligente y Esade, basada en el análisis de 4.800 empresas de 50 países, coloca a España en el tercer lugar, solo por detrás de Francia y Suiza.

TENDENCIAS

El improbable abogado de la sostenibilidad
Carl Icahn está considerado uno de los grandes tiburones financieros de la historia. En los años 80 sus opas hostiles, algunas de las cuales acabaron con la quiebra de la empresa, sembraron el terror entre los directivos de la época en Estados Unidos. Hoy, a sus 86 años, Icahn se ha transformado en un activista de los criterios ESG.

En una carta enviada hace unos días a los accionistas de McDonald’s, el en tiempos depredador de empresas denunció “la hipocresía” de las grandes compañías, los bancos y los abogados de Wall Street por hacer marketing con la política de sostenibilidad y lucrarse sin apoyar realmente el progreso social. La carta se inscribe dentro de una campaña contra el maltrato de cerdos de los proveedores de McDonald’s.

En una entrevista con Financial Times, Icahn explicó que la aparente contradicción entre su trayectoria financiera y su actual protagonismo como defensor de los principios de la sostenibilidad no es tal, porque en última instancia de lo que se trata es de echar a los malos gestores. Más allá del asombro, el episodio pone de relieve la creciente importancia de los criterios ESG en el mundo corporativo.

Fiscalizando la fiscalidad
La fiscalidad de las empresas, que en el marco de los principios ESG podría encajar dentro de la G de gobernanza o incluso en la S de social, no ha sido hasta ahora un asunto principal en las reivindicaciones relacionadas con la sostenibilidad. Pero cada vez más es objeto de escrutinio en la opinión pública.

El último episodio concierne a Amazon. Un grupo de pequeños inversores británicos ha conseguido incluir en el orden del día de la próxima Junta General de Accionistas una resolución en la que se exige al Consejo de Administración que publique información detallada sobre su factura fiscal, incluyendo lo que paga a Hacienda en cada uno de los países en los que opera.

No está claro que se vaya a aprobar la resolución, pero el debate está ahí. La transparencia fiscal es un elemento más en el análisis y la selección de carteras que hacen los inversores preocupados con los principios sostenibles.

INVERSIÓN

Cautela a corto, ‘boom’ a largo
La inversión sostenible se resintió en el primer trimestre del año. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la entrada de dinero en fondos ESG cayó hasta 75.000 millones de dólares, el nivel más bajo desde el tercer trimestre de 2020, en buena parte por el desplazamiento de inversiones hacia activos energéticos fósiles beneficiados por la guerra de Ucrania.

A corto plazo, por tanto, parece que los inversores muestran mayor cautela en sus proyectos vinculados a la sostenibilidad. Pero en el medio y largo plazo, el crecimiento de la inversión con criterios ESG será muy significativa, como reflejo de los nuevos requerimientos regulatorios y de las expectativas de la sociedad.

Así se constata en el informe ESG Transformation of the Fixed Income Market, recientemente publicado por PwC. El estudio concluye que la emisión en Europa de bonos sostenibles rondará en 2026 los 1,5 billones de euros (el triple que en 2021) y representará casi la mitad del total de las emisiones de renta fija.