Solo en España se generan cada año 7,7 millones de toneladas de desperdicio alimentario, unos 163 kilos anuales por persona. Según los datos del Ministerio de Agricultura, esta cantidad ingente de comida que acaba en la basura se reparte de la siguiente manera dentro de la cadena de valor alimenticia: el 42% en los hogares, el 39% en la fase de fabricación, el 14% en el canal Horeca -bares y restaurantes- y el 5% en el de distribución.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que, si se aprovechase la comida que acaba convirtiéndose en desperdicio en el planeta se podría dar de comer a más de dos mil millones de personas y solventar el problema de subalimentación a nivel mundial. Además, se calcula que la producción de estos alimentos que se tiran supone el 8% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, consume el 30% de las tierras destinadas a cultivos y un 20% del agua dulce de la Tierra.

Cada año se generan en España 7,7 millones de toneladas de desperdicio alimentario

Después de leer estas cifras parece más que justificada la creciente preocupación que se ha creado en torno a la reducción del desperdicio alimentario y que esta cuestión esté reflejada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS), concretamente en los ODS 2, 12 y 17. Pero, ¿se puede acabar con el desperdicio alimentario? ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué medidas habría que poner en marcha? ¿En qué eslabones de la cadena alimentaria hay que actuar?

La Fundación PwC acaba de hacer público su informe Desperdicio alimentario: retos y soluciones para un futuro más sostenible. El estudio hace una radiografía de este fenómeno en España, a partir del análisis de cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria -fabricantes, distribuidores, Horeca y hogares-, desgrana sus causas y propone una serie de medidas y recomendaciones para reducirlo.

Desperdicio alimentario

Causas, medidas y recomendaciones

El documento identifica las 35 principales causas que generan el desperdicio de alimentos en nuestro país y las clasifica en tres grandes grupos: prioritarias, frecuentes e infrecuentes. Entre las primeras -y más relevantes-. se encuentran:

  • Los acuerdos con proveedores (afecta, principalmente, a la fase de fabricación). El tamaño de los lotes o los acuerdos contractuales con los proveedores pueden resultar en exceso de aprovisionamiento con respecto a la capacidad de procesamiento o venta y, por tanto, en desperdicio.
  • El sobrestock en los lineales (Horeca y distribución). En ocasiones, los productos que se encuentran en el lineal superan los volúmenes de demanda esperados, suponiendo un riesgo de incremento de desperdicio por caducidad. Principalmente ocurre cuando existe una imagen mínima comercial no ajustada con las realidades de venta del producto.
  • La amplitud de surtido en productos (distribución).La amplia gama de productos, en diferentes formatos y la consecuente canibalización de la demanda entre ellos, implica que el consumidor final tiene más alternativas y, por consiguiente, una rotación menor de productos, siendo un aspecto crítico para causar desperdicio.
  • La inexistencia de alternativas de reutilización (Horeca). La capacidad de donar o de reutilizar los productos caducados se ve mermada por barreras logísticas para llegar a todos los puntos de venta, así como por los riesgos de incumplir la seguridad alimentaria en la creación de subproductos.
  • El tamaño de las raciones o platos (Horeca). Las raciones demasiado grandes, como atractivo para el cliente, supone un riesgo de desperdicio ya que, en ocasiones, el cliente no consume las raciones servidas.

El segmento de las causas frecuentes es el segundo en importancia y se caracteriza por afectar a la mayoría de eslabones de la cadena de valor, pero de forma más limitada. Estaríamos hablando de algunas como:

  • Rechazos del consumidor. Principalmente en el mundo Horeca. Son mermas por devolución o descarte por parte del cliente.
  • Formatos de consumo en tienda. Característico del sector distribución, son formatos de comercialización de producto demandados por los consumidores pero menos eficaces en la reducción del desperdicio.
  • La falta de predictibilidad de la demanda. El grado de incertidumbre de la demanda por los factores que la condicionan pueden causar sobreproducción y, por consiguiente, desperdicio.
  • Las deficiencias en la manipulación o errores en el procesamiento que estropeen el producto. Se dan en muchos agentes de la cadena alimentaria, pero tienen poco impacto en el global de su desperdicio generado.
  • Métodos de aprovisionamiento basados en maximizar ventas. Afecta principalmente en el sector fabricación. Si el aprovisionamiento prioriza la maximización de ventas, se puede incurrir en ineficiencias de pedido que causan desperdicio.
  • Pérdida de la cadena de frío. Pérdidas ocasionadas por rotura de la cadena de frío en cualquier etapa del procesado del alimento.
  • Canibalización entre productos. Presente en los sectores distribución y HORECA, la competencia entre productos ocasiona que la subida en demanda de uno baje la de otro, pudiendo causar desperdicio. .
  • Ausencia de acciones de liquidación para que no se estropeen en tienda los productos y se potencien las ventas antes de la fecha de consumo preferente.

Para cerrar el ciruculo, el informe incluye también 25 medidas concretas para reducir y prevenir el desperdicio alimentario, de las que se derivan una serie de recomendaciones generales. Estas sugerencias ponen sobre la mesa, en primer lugar, la necesidad de concienciar e implicar a todos los actores de la cadena alimentaria, incluidos los hogares, en la reducción del desperdicio alimentario. También piden impulsar el uso de las tecnologías para mejorar el flujo de información y de mercancías en toda la cadena de valor, así como de disponer de datos periódicos fiables y actualizados para contar con una fotografía del desperdicio en España.

La receta de recomendaciones se completa con la importancia de estimular la proliferación de agentes especializados en la gestión y el aprovechamiento de los excedentes de alimentos y de contar con un marco regulatorio y legislativo que facilite y fomente la donación de alimentos, en particular, y la reducción del desperdicio alimentario, en general.