La humanidad tiene un gran desafío por delante: “Alimentar a una población de alrededor de diez mil millones de seres humanos para 2050 de manera sostenible”. Es una de las conclusiones más llamativas del reciente informe de Strategy&, la consultora estratégica de PwC, titulado ‘The Sustainable Food Revolution‘. Pero, ¿es posible alimentar a cerca de dos mil millones de personas más en el mundo (en la actualidad, hay cerca de ocho mil millones) cuando la producción de alimentos contamina más de lo que pensábamos y tenemos que seguir plantando batalla al cambio climático para garantizar la supervivencia del planeta?

¿Sabías, por ejemplo, que los alimentos representan más de una cuarta parte, en concreto el 26%, de las emisiones de efecto invernadero? ¿O que la mitad de la tierra habitable se utiliza en la agricultura? Estos y otros datos demuestran que es importante ponerse a trabajar cuanto antes en el suministro mundial de alimentos del futuro, sobre todo si queremos garantizar el abastecimiento en el largo plazo.

“Muchos de los desafíos críticos que enfrenta el mundo se ven afectados por la producción de alimentos, incluido el cambio climático, la escasez de agua, la deforestación, el trabajo forzoso y la corrupción”, enfatiza el informe. “Es por eso que el mundo necesita tratar la seguridad alimentaria y la asequibilidad como cuestiones críticas para la prosperidad y el bienestar mundial”, recuerda el informe de Strategy& de PwC.

La lógica de los datos

Estas no son grandes afirmaciones grandilocuentes y sin fundamento, sino que el cambio que están reclamando cada vez más actores (consumidores, reguladores, productores de alimentos, etc.) tiene lógica a tenor de los datos. Solo hay que recordar que el 70% de las extracciones de agua se destinan a la agricultura o que el 78% de la contaminación de los ríos se debe al sector primario y el 94% de la biomasa de mamíferos, excluyendo a los humanos, es ganado. Estas y otras cifras evidencian que las emisiones de CO2 no solo llegan por las fábricas con humo que tenemos en el imaginario colectivo o la quema de combustibles fósiles, sino que también se produce por lo que tenemos delante en el plato cuando comemos, por los hábitos que vamos construyendo día a día como consumidores o estableciendo estrategias que eviten que se desperdicien alimentos por una mala configuración de la cadena de suministros.

Lejos de quedarse únicamente en alzar la voz de alarma, la pregunta que debemos hacer si queremos transformar este problema en oportunidad es la siguiente: A partir de ahora, ¿qué hacemos? El informe revela que hay cuatro pasos que podemos dar: primero, la sustitución de alimentos por parte los consumidores; segundo, evitar que haya desperdicio alimentario en la cadena de suministros, tercero, establecer métodos cada vez más limpios de producción, y por último, invertir en nuevos modelos y explorar nuevos mercados. Indaguemos en estos aspectos para construir una auténtica “revolución alimentaria sostenible”.

1. Cambia la dieta para contaminar menos

Las causas del uso excesivo de recursos agrícolas son múltiples, pero cambiar la dieta puede ayudar. Y mucho. Vayamos de nuevo a los datos. En el mundo cada vez comemos más carne: la cantidad producida se ha triplicado en los últimos cincuenta años y el consumo por habitante ha pasado de los 23 kilos en 1961 a 43 kilos por persona en la actualidad. El problema no es que nos guste comer un buen filete de vez en cuando, sino que, en términos de eficiencia a la hora de alimentarnos, la carne requiere hasta 100 veces la cantidad de recursos de la tierra en comparación con la agricultura vegetal para producir un volumen equivalente de calorías.

El informe de Strategy& desvela, por ejemplo, que si el mundo sustituye la carne roja (la carne de res) por pollo las emisiones de CO2 relacionadas con la carne se reducirían a la mitad mientras que el uso del agua se reduciría alrededor del 30%. Asimismo, si un país carnívoro como EEUU se hiciera de repente completamente vegano se reduciría en más de la mitad las emisiones de CO2 relacionadas con los alimentos Esto no significa que haya que dejar de comer carne, sino que la forma como consumimos los alimentos sí importa, ya que la simple sustitución de carnes con una alta huella ambiental por alternativas de menor impacto pueden ayudar a mejorar los resultados para el ecosistema de forma esperanzadora.

2. Menos desperdicio alimentario en la cadena de suministros

Pero no solo el consumidor tiene que concienciarse, sino que es imprescindible afrontar el problema de la escasez de alimentos y el impacto en el medio ambiente de la forma como comemos en la actualidad mirando a la cadena de suministros. Según la ONU, alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos hoy en día equivale a 1,3 millones de toneladas, debido a retrasos e ineficiencias en la cosecha, distribución y ventas al por menor. Una de las explicaciones es la falta de inversión en la propia cadena de suministro, la lenta implementación de tecnologías digitales como la agricultura de precisión basada en datos y la monitorización de la cadena de suministros. Eliminar estas pérdidas, por sí solo sería suficiente para alimentar a más de dos mil millones de personas, más que el aumento esperado de la población mundial hasta 2050. La tecnología tendrá aquí mucho que decir.

3. Crear métodos más limpios de producción de alimentos

Las nuevas tecnologías y las actitudes cambiantes de los consumidores no solo pueden tener un impacto positivo en el transporte de alimentos, sino que ya están remodelando lo que podría decirse que es la industria más importante del mundo: su producción. La comida futura se verá diferente, aunque algunos cambios tardarán años o décadas en llegar a buen término. Pero no creas que esta apuesta será a cambio de un sacrificio de los beneficios: de hecho, avanzar hacia formas más diversas y menos intensivas de producción de alimentos tiene premio. La agricultura orgánica es hasta un 35% más rentable que la agricultura convencional de alta intensidad, debido al precio superior que exigen los productos orgánicos.

A esto se suma que, según el informe, “la agricultura estará cada vez más respaldada por la tecnología y el big data, lo que permitirá una aplicación más enfocada y precisa de insumos como agua, luz, fertilizantes o pesticidas. Esto aumenta la productividad y reduce la huella ambiental”. ¿Dónde hay oportunidades? Por ejemplo, en la “agricultura vertical”, en instalaciones de gran altura y tamaño reducido, que puede realizarse en las misma ciudades. La ventaja es que, cuanto más cerca esté el sector primario del consumidor final, acorta la cadena de suministro y por lo tanto el impacto ambiental, incluso a pesar de que la agricultura vertical, por definición, consume más energía. En este caso, el intercambio de conocimientos y capacidades también será clave para avanzar.

4. Nuevos modelos y mercados, un futuro por construir

“El cambio a largo plazo hacia el consumo de carne alto en proteínas e intensivo en recursos, ha cambiado el enfoque de la agricultura hacia la producción de ganado, pastos y alimentos para animales, alterando el equilibrio de la economía agrícola mundial y aumentando el perfil de emisiones de carbono de la agricultura”, asegura el informe.

Revisar el status quo de la producción de alimentos no solo servirá para reducir los riesgos relacionados con el cambio climático o las interrupciones de la cadena de suministro. La adaptación ayudará también a prepararse para un mundo donde la producción y el suministro de alimentos evolucionan muy rápidamente, incluidos nuevos modelos de producción y nuevos mercados viables. El futuro está por construir.