Una serie de gigantescas X blancas pintadas sobre la pista de aterrizaje en el centro de Berlín avisan a los pilotos que la pista de aterrizaje del histórico aeropuerto de Tegel, resultado del bloqueo soviético de la ciudad en 1948, está cerrada de forma definitiva. Sin embargo, si miramos más de cerca, podemos encontrar señales del despegue de una nueva realidad. El Berlín TXL, que ha estado en fase de diseño durante más de una década, se perfila ahora como uno de los mayores y quizá más ambiciosos proyectos urbanísticos de Europa.

Llamado así por el identificador de tres letras del antiguo aeropuerto, TXL ya acoge startups y, cuando esté terminado, contará con un campus universitario y viviendas para 10.000 personas, que no necesitarán caminar más de cinco minutos para llegar a tiendas, colegios y centros médicos.

Un nuevo modelo de urbanización “cero emisiones” está cobrando fuerza en Berlín

De hecho, Berlín TXL es un proyecto de más de 8.000 millones de euros (8.600 millones de dólares) que servirá para experimentar las posibilidades de un desarrollo urbano sostenible a gran escala. Su objetivo es demostrar que es posible construir sin emisiones de carbono, que la tecnología puede mejorar la calidad de vida sin traspasar las fronteras de la privacidad y que las viviendas respetuosas con el medio ambiente pueden ser asequibles. Según el informe Building sustainable cities: how urban infrastructure can address energy challenges and shocks, elaborado por PwC, la forma en que se configuren las infraestructuras energéticas de las ciudades, tanto existentes como nuevas, y, en especial, la medida en la que puedan utilizar combustibles alternativos para sus actividades, influirá de forma decisiva en la capacidad de dejar atrás los combustibles fósiles en las próximas décadas. Y es que las ciudades serán el escenario en el que se desarrollará el proceso de transición hacia las emisiones netas cero.

“Estamos experimentando cómo pueden ser las ciudades del futuro, desarrollando un nuevo modelo de vecindario que sea sostenible e inclusivo”, explica Gudrun Sack, la directora general de Tegel Projekt GmbH, la empresa pública a la que la ciudad de Berlín ha encargado el desarrollo y la gestión de Berlín TXL. Para ella, esta iniciativa puede servir de ejemplo para otros proyectos: “No podemos seguir construyendo como lo hemos hecho, y en eso consiste TXL, en dar el ejemplo de que es posible hacer las cosas de otra manera”.

Según Naciones Unidas, las ciudades consumen cerca del 78% de la energía mundial y son responsables de más del 60% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Sólo el transporte urbano es responsable de emisiones equivalentes a 4.000 millones de toneladas métricas de CO2, lo que supone más del 40% de las emisiones totales del sector de automoción, según datos de la Agencia Internacional de la Energía.

Muchas de las grandes ciudades han avanzado considerablemente hacia la movilidad neta cero. París tiene previsto restringir el libre acceso de algunos automóviles a su centro en 2024. Ciudad de México terminará este año uno de los mayores parques solares municipales del mundo situado en el tejado de su mercado central. Burlington, en Vermont (EE.UU.), obtiene toda su electricidad de fuentes renovables, aunque en gran medida a base de combustión de madera. Woven City, situada en Japón y financiada por Toyota, será una especie de laboratorio en vivo del uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la movilidad. Y, por último, Fishermans Bend es un nuevo proyecto de transformación urbana que concluirá en 2050 en Melbourne (Australia) y que comparte algunos de los objetivos de Berlín TXL.

Aun así, TXL es único en muchos aspectos, sobre todo, por su alcance y ubicación. Además, se distingue por su enfoque de un desarrollo basado en ecosistemas. Ahora bien, ¿cómo afrontará los retos de la sostenibilidad?

Reglas de innovación

Berlín aspira a la neutralidad climática en 2045. Para Berlín TXL, esto supone adherirse a la llamada estrategia triple cero: construir edificios que no consuman energía, que no emitan emisiones de CO2 y que no generen residuos. El objetivo es reducir al mínimo el uso de cemento, acero y plástico, que consumen grandes cantidades de energía.

Para eso, el barrio residencial del proyecto se construirá principalmente con madera procedente de los bosques que rodean la ciudad. En un inicio, los costes podrían ser superiores a los de los materiales convencionales, en parte porque el proceso de fabricación sigue necesitando una gran cantidad de mano de obra. Pero, según un estudio de la Universidad Técnica de Berlín y el Instituto Fraunhofer de Investigación de la Madera, llevar la construcción con madera a un nivel industrial a través de procesos digitalizados y estándares abiertos podría reducir los costes entre un 20% y un 25%, en el medio plazo. Además, las construcciones en madera son muy eficaces como depósitos de carbono, lo que significa que retienen durante muchos años los gases de efecto invernadero que de otro modo se emitirían si los árboles se descompusieran de forma natural o se incendiaran.

“Los barrios de las ciudades se podrían convertir así en enormes reservas de CO2 y tener un efecto positivo en el clima”, explica Philipp Bouteiller, que, como máximo responsable de Tegel Projekt GmbH durante una década -hasta 2022-, fue uno de los creadores de TXL. Y queda mucho por hacer, ya que, mientras que en Estados Unidos el 92% de las nuevas construcciones están hechas con estructuras de madera, en Alemania éstas representan menos del 20% de todas las nuevas edificaciones.

El barrio de Schumacher, el sector residencial del proyecto TXL, contará con 5.000 apartamentos neutros desde el punto de vista climático. “Sabemos que las bombas de calor funcionan, que las pilas de combustible funcionan, pero lo que necesitamos probar es que el sistema funcione en su totalidad, es decir, que todo funcione a la vez en un distrito entero”, afirma Jürgen Peterseim, director de Sostenibilidad y Cambio Climático de PwC en Berlín y coautor de ‘Building sustainable cities‘, cuando se le habla del proyecto. “Todavía hay personas que dicen que no funciona en un distrito entero, así que hay que demostrar de una vez por todas que sí”.

Conseguir que funcione supondría un hito histórico en más de un sentido: para preparar el recinto de Schumacher, el personal de protección medioambiental se está ocupando de extraer toneladas de material de artillería sin detonar de dos guerras mundiales y de un campo de tiro utilizado por el ejército alemán hasta finales del siglo XIX.

Actividad industrial

Por lo demás, TXL es una zona repleta de actividad industrial. Más allá del hangar principal, de color naranja oxidado y verde lima, los ingenieros están probando vehículos autónomos en carreras de obstáculos. Otras startups también se están instalando en Urban Tech Republic, un parque industrial y de investigación dentro de TXL cuyo objetivo es impulsar tecnologías urbanas ecológicas. Entre ellas figuran HH2E, una empresa dedicada al hidrógeno y las energías renovables, y Futr Hut, un laboratorio para el desarrollo de materiales y prácticas de construcción en madera innovadores.

EasyMile, una empresa tecnológica de conducción autónoma con sede en Toulouse (Francia), que en un principio se había instalado en TXL para ocuparse del mantenimiento para aerolíneas, está ampliando sus operaciones en este nuevo entorno. “TXL es muy práctico, porque tenemos una oficina, un taller y un laboratorio de pruebas en el mismo lugar, algo que es difícil de encontrar”, asegura Nathalie Teer, responsable de Estrategia en EasyMile. “Estamos pensando en trasladar nuestras operaciones de I+D a Alemania y, si lo hacemos, el ambiente que se respira entre las startups sería muy interesante. Ese tipo de ecosistema marca la diferencia”. Por ejemplo, Vay, otra empresa de movilidad autónoma con sede en TXL, puso en marcha en febrero el primer vehículo conducido a distancia por una vía pública en Europa.

Todo el recinto de Urban Tech contará con lo que se denomina una red de bajo consumo energético, un sistema de calefacción por tuberías de agua que recorre todo el recinto y que fluye a temperaturas de 40ºC en invierno y 20ºC en verano. Si la comparamos con los sistemas de calefacción urbana tradicionales, que alcanzan temperaturas de hasta 100ºC, vemos que las pérdidas de energía de este sistema son mucho menores. El proyecto se llevará a cabo en un marco de colaboración público-privada entre la multinacional alemana E.ON y la empresa municipal Berliner Stadtwerke, y los primeros apartamentos estarán terminados para 2028.

Además, hay que generar confianza

Para que una ciudad inteligente cuente con el apoyo y la confianza de sus habitantes, es preciso que sea transparente, especialmente en lo que respecta a sus tecnologías y datos. Para mitigar las preocupaciones sobre la privacidad de los datos y la vigilancia por IA, el software utilizado por TXL será de código abierto y contará con una plataforma que permitirá a los residentes entender y aprender cómo beneficiarse de la tecnología y de los datos. Parte de este sistema ya está disponible en un centro de información que se inauguró en abril pasado.

La digitalización de tantos aspectos de la vida cotidiana creará no sólo una ciudad inteligente sino, en cierto modo, una sociedad inteligente. Por ejemplo, mediante sensores que miden continuamente el flujo de bicicletas y peatones se puede ofrecer a los usuarios de sillas de ruedas opciones para encontrar el camino menos concurrido. Y, también, esos mismos sensores pueden hacer un seguimiento de las plazas de aparcamiento sin ocupar o de los horarios de salida del transporte público, para maximizar la eficiencia en las paradas de transporte público.

Además, mediante el análisis de datos, la IA ayudará a gestionar el almacenamiento de aguas pluviales, según el principio de una ciudad esponja, cuyo objetivo es protegerse de los fenómenos meteorológicos adversos, como las lluvias torrenciales, la sequía o el calor. Así, en lugar de desembocar en canales, el agua de lluvia se canalizará hacia tejados con plantas, superficies que puedan inundarse y depósitos subterráneos que ayuden a refrescar la ciudad en los calurosos días de verano, promoviendo así la adaptación al cambio climático. Berlín TXL prevé utilizar el agua de la lluvia para crear su propio microclima. El objetivo es que toda la zona genere al menos tanta energía y agua como la que consume. Si a esto añadimos un sistema de sensores de movimiento para monitorizar la fauna local, así como sensores de calor y fotografías aéreas para estudiar los microclimas y la vida vegetal, es posible crear un laboratorio en tiempo real que permitirá a las tecnologías climáticas adaptarse continuamente a los cambios del entorno, un planteamiento que también se denomina resiliencia climática.

ESG con acento en la S

Toda esta actividad ha despertado un enorme interés internacional. Sack, responsable del proyecto, afirma que cada semana reciben entre 50 y 100 visitantes, en su mayoría arquitectos y políticos (como Marcia Fudge, secretaria de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos, en septiembre de 2022). Muchos vienen a conocer el proyecto no sólo por utilizar tecnologías sostenibles, sino también por sus ambiciosas políticas medioambientales, sociales y de gobierno (ESG, por sus siglas en inglés), que incluyen objetivos de igualdad social y diversidad.

Desde la caída del Muro de Berlín en 1989, la ciudad ha sido testigo de numerosos proyectos de desarrollo a gran escala, ya que en esencia se ha reconstruido gran parte de su centro y del antiguo Berlín Este. Pero no todos los proyectos han sido un éxito. Los planes para otro aeropuerto, Tempelhof, fracasaron. Primero por falta de participación ciudadana y, luego, por una decisiva votación pública contraria a cualquier desarrollo.

El nuevo aeropuerto berlinés de Brandeburgo, al sureste de la capital del país, se retrasó nueve años debido en gran parte a una planificación deficiente y a la falta de supervisión. Pero este no será el caso de Berlín TXL, afirma Sack. “Berlín ha aprendido la lección. Es posible que el hecho de que Berlín TXL esté mejor posicionado tenga que ver con los errores que se cometieron en el pasado. Después de esta larga fase de planificación, para mí es importante que podamos empezar ya. Tenemos que arrancar con valentía, y luego ya veremos cómo se desarrolla”.