Todos los años, distintos guardianes de las letras dan a conocer las palabras que, según ellos, ya están lo suficientemente extendidas para merecer su bendición: ser incluidas en las listas de palabras oficiales. Para Merriam-Webster -una de las editoriales de diccionarios más importantes del mundo-, en 2019 merecieron entrar en su lista deep state– la supuesta red gubernamental secreta de funcionarios y entidades privadas que operan extralegalmente para influenciar en política- y fatberg -la fusión entre fat e iceberg, para describir la masa de residuos que se acumulan en los sistemas de alcantarillas-. También entraron gig economy -la economía de plataformas-, pain point -un problema persistente o recurrente que complica la vida a los consumidores de un servicio o producto – y haircut -que se incorporó al ámbito corporativo como un activo que sufre un tijeretazo en su valor-.
Pero yo quisiera inaugurar una lista alternativa: la de palabras que deberíamos pensar en retirar. No me refiero a exterminarlas por completo del lenguaje, pero sí a dejar de utilizarlas popularmente. Y la primera de mi lista es manager, que en castellano podemos traducir por gerente, o director.
Esta palabra ha tenido una vida larga y útil. En los días en que las dinámicas empresariales eran predecibles, los directivos podían centrar su atención en los temas internos de las compañías. Siempre estaban a la caza de formas para hacer más refinados sus procesos y utilizaban técnicas cada vez más sofisticadas para alcanzar mejoras en la calidad y ahorrar costes. El papel de los managers estaba clarísimo: la empresa les daba activos, incluyendo tiempo, dinero, gente, y otros recursos, y su trabajo era optimizarlos.
La calidad y la eficiencia de costes siempre serán indicadores cruciales del rendimiento de las empresas. Pero lo que los managers hacen para tener éxito en estos indicadores se está quedando cada vez más desfasado. Sobre todo, si tenemos en cuenta la raíz de esta palabra: su etimología remite al manejo de herramientas, caballos y otros animales (manus es la palabra latina para mano).
Hace ya muchas décadas, pensadores como Henri Fayol (pdf), por ejemplo, clasificaron la función del manager en 5 roles: planear, organizar, coordinar, mandar y controlar. Y desde entonces, las cosas apenas han cambiado -a pesar de todos los bosques sacrificados para imprimir toneladas de manuales con técnicas de management. Hasta ahora.
Hoy tenemos tres razones que indican que el concepto de manager podría pasar, definitivamente, a la historia.
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Realmente, ya nadie quiere ser ‘managed’. El concepto nos recuerda a su desagradable primo-hermano, el micromanagement, y manda la señal de que a la gente hay que limitarla a hacer lo que dice la descripción de su puesto de trabajo. Y punto. Pero, para los millennials, las oficinas son redes, no jerarquías. Esta generación es más propensa a buscar a otros profesionales según lo que necesiten para sacar un proyecto adelante, tengan el nivel o la experiencia que tengan. Y a los managers que se frustran con aquellos jóvenes que desprecian los canales jerárquicos tradicionales, los millennials los verán, simplemente, como bad user experience. Y se irán a otro sitio a trabajar.
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Realmente, nadie quiere ‘manage-ar’ a nadie. Sí, todavía hay mucha gente que disfruta contando a los demás todo lo que manda, o el súper-cargo que tiene. Pero los mejores empleados no necesitan ser ‘managed’. Lo que necesitan es algo de guía, porque ya están lo suficientemente motivados y llenos de ideas por sí mismos.
Durante doce años, fui editor en Newsweek y The New York Times. Entre mis responsabilidades, estaba el liderar equipos. Una vez, una periodista me dijo, después de que le preguntara a qué le estaba dedicando el tiempo: “siento que me estás controlando”.
Decidí cambiar de tema conversación, pero estuve tentado a tomar prestado un enfoque que le había oído a Sukhinder Singh Cassidy, una directiva que en aquel momento dirigía Joyus, la plataforma de retail que ella misma había fundado en 2011, y que ahora preside StubHub. Entrevistándole para el Times, me explicó su filosofía, basada en que sus empleados le reporten a ella directamente. Me dijo: “O me gestionas tú a mí, o te gestiono yo. ¿Qué prefieres?”. Y añadió: “Me gusta dar mucha libertad a la gente y ver qué consigue”. Pero explicó que también sigue de cerca lo que le prometen. Y que, si no conseguían lo pactado, empezaba a estar más encima. “Si empiezo a gestionar tu tiempo, es mala señal. Significa que no estás sacando lo mejor de ti mismo, y yo tampoco. Porque si empiezo a dirigirte y a darte mi opinión sobre a qué deberías dedicar el tiempo, voy a acabar diciéndote lo que tienes que hacer. Prefiero que unamos visiones.”
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La palabra ‘manager’ no consigue plasmar la función que los empleados tienen que desempeñar a día de hoy. Cada vez más, el trabajo tiene más que ver con navegar las interminables olas de la disrupción, que con seguir un manual. El nuevo modo de operar está bien recogido en ‘draw the owl’, que es uno de los valores corporativos de Twilio, una empresa de cloud communications. Como me explicó su CEO, Jeff Lawson, en otra entrevista, “este valor está basado en un meme de internet sobre cómo dibujar un búho. Básicamente, dice: ‘Paso 1, dibuja unos círculos. Paso 2, dibuja el resto’. Eso es justo lo que necesitas para ser un emprendedor. Tienes que dejar de lado todas las razones por las que no crees que algo te vaya a salir. Nuestro trabajo es llegar todos los días, afrontar un problema poco definido, que no sabemos cómo resolver, y empezar a pensar en una solución”. ¿No es este el trabajo de casi todos a día de hoy? ¿No debería serlo?
Entonces, si manager ya no vale, ¿qué palabra deberíamos utilizar? Yo voto por ‘líder de equipo’. Creo que manda un mensaje claro y potente de que tu trabajo es liderar -y cargar con todas las responsabilidades que conlleva ese poder, incluyendo el definir la estrategia y las prioridades, y también el ayudar a la gente a desarrollar nuevas capacidades-, más allá de asegurar que todo el mundo cumple con su cometido. Y, aunque creo que no tendrán mucho predicamento, también me gusta la idea de utilizar coach, o incluso desarrollador de talento.
Sea cual sea la etiqueta que elijamos, ha llegado el momento de actualizarla. El foco ha cambiado: en vez de tener a gente haciendo lo que se les dice que haga, y explotando los recursos al máximo, es el momento de descubrir nuevas ideas en las que nadie haya pensado, y de crear nuevas oportunidades.