Los bancos centrales de la eurozona, Suecia, Suiza, Dinamarca y Japón –casi un 25% del PIB mundial- han puesto en marcha políticas de tipos de interés negativos para combatir los bajos niveles de crecimiento de sus economías y una inflación muy por debajo de lo recomendable. Esta ha venido siendo la zanahoria con la que se ha intentado empujar la recuperación y que se ha visto acompañada con otras medidas de política monetaria no convencional (como la quantitative easing o compra de deuda pública y privada) para inyectar capital al sistema y que el dinero llegue a empresas y ciudadanos.

Pero, como el resultado no ha sido el esperado, junto con la zanahoria ha venido también el palo. Los bancos centrales, en su intento conseguir de facto que el crédito y el dinero no se quede encallado en los bancos sino que fluya, han apostado por aumentar las tasas que cobran a las entidades financieras por guardarles su liquidez en lugar de inyectarla en el sistema. En el caso del Banco Central Europeo, en su última reunión decidió establecer una tasa de depósito del -0,4%, frente al -0,3% anterior.

El gran reto de los bancos centrales es encontrar el equilibrio en su política de bajada de tipos: garantizar que las entidades presten más crédito, sin poner en riesgo al sistema financiero en su conjunto

Pero las actuales políticas de tipos de interés negativos no tienen precedentes históricos y exigirán que los bancos centrales hilen muy fino y actúen de forma equilibrada. Si intensifican esa política, las entidades financieras pueden acabar repercutiendo los costes a sus clientes para proteger sus niveles de rentabilidad, lo cual significaría que los ahorradores tendrían que pagar a su banco por el hecho de guardarle el dinero en una cuenta corriente. El gran reto de los emisores es, según el Global Economic Watch, correspondiente al mes de marzo y que mensualmente elabora PwC, encontrar el equilibrio en su política de bajada de tipos, con el fin de garantizar que las entidades presenten más crédito, y evitar, el tiempo, poner en riesgo al sistema financiero en su conjunto.

Los mercados emergentes, en el punto de mira

La edición de este mes del Global Economic Watch también se detiene en analizar las perspectivas de crecimiento de los mercados emergentes. La economía mundial se encuentra en un peligroso cóctel de riesgos en el que se combinan la depreciación del dólar, los bajos precios en las materias primas y el lento crecimiento de la economía china. Y todo ello supone, en especial, importantes amenazas para la mayoría de las economías emergentes.

La desaceleración de la economía china tiene un impacto directo en el comercio que otras economías emergentes tienen con el gigante asiático. Brasil e Indonesia son los países más expuestos en este sentido. Por ejemplo, una caída en el 10% de los bienes que exporta Indonesia a China tendría un impacto en su PIB de alrededor de un 0,2%.

En relación con la apreciación del dólar, como ya se analizaba en nuestro Economy Watch del mes de mayo de 2015, Brasil es, junto a Turquía, el país más vulnerable por su elevada deuda externa. Además, otras cuatro de las siete mayores economías emergentes -Indonesia, México, Rusia e India- también pueden verse afectadas por su exposición al dólar.