¿Dejarías que un médico/robot dotado de inteligencia artificial te examinara, te diagnosticara y te prescribiera un tratamiento contra el cáncer?  ¿Estarías de acuerdo en que el cirujano que te operara fuera un robot? Y, si así fuera, ¿a qué se dedicarán, entonces, los médicos de toda la vida?

La inteligencia artificial y los robots dejaron de ser ficción hace tiempo. Desde el libro Yo, Robot -de Isaac Asimov en 1950-, hasta Baymax -el robot asistente médico de Big Hero 6-, siempre nos han fascinado las posibilidades de las máquinas para entender, razonar, aprender y ayudarnos a utilizar mejor la información. Imagina tener un escáner portátil, del tamaño de tu smartphone, que pudiera monitorizar y recoger tu estado de salud a diario, como el “tricorder”  de la legendaria serie Star Trek, en los años sesenta. O que pudieras contar con un sistema que te ayudarla a mantener tu estado físico siempre a punto y detectar cualquier anomalía de forma temprana.

Los robots como Baymax o el escáner de Star Trek no son ciencia ficción. La inteligencia artificial y los robots que apoyan, diagnostican y tratan a pacientes ya están ya en nuestros hogares, lugares de trabajo y  los entornos clínicos en todo el mundo, desde hace más de treinta años. Desde el primer programa global PUMA, usando cirugía urológica en los años ochenta, hasta el da Vinci, sistema robótico más utilizado hoy en el mundo en el entorno clínico.

Otros ejemplos más recientes son RoBear, un robot enfermero para pacientes con problemas de movilidad, capaz de trasladarlos de la cama a la silla de ruedas y de ayudarles prevenir las llagas que suelen aparecer en aquellas personas que permanecen periodos muy largos en cama.  O el programa de IBM Watson for Health, que utiliza la tecnología cognitiva para estructurar los datos de los pacientes y usarla en el ámbito de la diagnosis. En la actualidad, se estima que el 80% de los datos sobre nuestra salud están desestructurados y son invisibles para nuestros sistemas sanitarios.

La aplicación de la inteligencia artificial y la robótica en la sanidad tiene el tremendo potencial de hacerlos nuestros sistemas sanitarios más proactivos, previsores y eficientes.

Pero, ¿estamos los pacientes preparados sustituir a las personas por inteligencia artificial y robots en el ámbito sanitario? En nuestro informe What doctor? Why AI and robotics will define new health se lo preguntamos a más de 11.000 personas en doce países. La respuesta es que, en general, existe una predisposición cada vez mayor por parte de los ciudadanos, siempre que suponga un mayor acceso a la sanidad y que mejore la rapidez y la precisión de los diagnósticos y de los tratamientos. Así lo asegura en  55% de los  encuestados. Aunque, como siempre, esta predisposición va por barrios. Los ciudadanos de los países más desarrollados –Alemania y Reino Unido-, con sistemas sanitarios consolidados y con un mayor gasto per cápita, son menos proclives y los de las economías emergentes –Nigeria, Turquía, Sudáfrica- más. Las variaciones son también significativas por tramos de edad.

Entonces, ¿sustituirá la inteligencia artificial a las consultas tradicionales? Actualmente, el cara a cara entre médico y paciente es considerado un aspecto vital en nuestros sistemas de salud. El informe revela que existe un amplio porcentaje de aquellos dispuestos a recibir ciertos servicios por un robot o un sistema inteligente en los siguientes casos: monitorizar el corazón (pulso, tensión, electrocardiogramas) y recibir el tratamiento correspondiente –el 41%-; recibir consulta y consejos acerca de sus estado físico–el 37%- y realizar y recibir los resultados de pruebas y analíticas de sangre -32%-.

¿Y a los cirujanos en los quirófanos? Las conclusiones del estudio revelan que el entre el 53% y el 73% de los encuestados, en función de sus países de origen, estaría dispuesto a recibir atención quirúrgica menor –no invasiva o mínimamente invasiva- como, por ejemplo, operarse de cataratas o intervenciones con láser. Una predisposición que cambia radicalmente cuando nos referimos a cirugía mayor –quitar un tumor, una intervención coronaria-, aunque sigue habiendo matices en cada uno de los países entrevistados.  

Lo cierto es que los consumidores y los pacientes están más dispuestos que nunca a usar las nuevas tecnologías para mejorar su salud, si no en todos, en muchos ámbitos de la atención sanitaria. Sin embargo, antes de que esto sea posible hay otros colectivos que deben importantes tareas por delante: 

  1. Los gobiernos tienen que crear estándares de calidad y un marco regulatorio de aplicación obligada para todo el sector, así como incentivos adecuados para para que el nuevo escenario se convierta en realidad. Además, deberían ser capaces de ver a la inteligencia artificial y a la robótica como algo que hace más accesible y barato el sistema sanitario.
  1. Los profesionales sanitarios tienen que entender que la inteligencia artificial y los robots tienen el potencial para trabajar con y para ellos, y estar abiertos al cambio.
  1. El sector privado que desarrolla la inteligencia artificial y las soluciones robóticas tiene en su mano resolver los grandes problemas de demanda y de recursos a los que se están enfrentando los sistemas sanitarios en todo el mundo. En esencia, el sector privado tiene la oportunidad de mejorar la sanidad de forma disruptiva, como no se ha hecho hasta ahora.
  1. Los responsables de instituciones clínicas deberían medir el éxito y la efectividad de la nueva tecnología, implementándola por fases y priorizar las necesidades de los consumidores.

El mundo ha cambiado. Los ciudadanos quieren disfrutar de los beneficios del uso de las nuevas tecnologías. Y el sector sanitario también debe transformarse. La aplicación de la inteligencia artificial y de la robótica en la sanidad tiene el extraordinario potencial de poder transformar los actuales sistemas de salud, reactivos y centrados en el cuidado, por un modelo proactivo y de prevención, mucho más eficiente y efectivo. En otras palabras, en más salud para todos.

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