Si preguntas al azar cuál es el objetivo principal de un alto directivo, probablemente la mayoría respondería que obtener beneficios y crear valor para el accionista. Quizá, con suerte, alguno diría también que desarrollar a los empleados. Esta respuesta no sorprende si tenemos en cuenta que en las economías avanzadas la retribución de los directivos sigue vinculada casi exclusivamente a los resultados trimestrales o anuales.

Buena parte de las escuelas de negocio alimentan esta realidad al enfocar sus planes de estudio en cómo maximizar el valor para el accionista, que es lo que en definitiva se entiende como única medida del éxito empresarial. A eso se suma que, por ejemplo en Estados Unidos, los recién graduados tienen que enfrentarse a una deuda universitaria que supera los 30.000 dólares de media con salarios muy bajos. Como consecuencia de esta ecuación, los centros educativos forman cada vez más a profesionales altamente especializados en el uso de técnicas, pero carentes de un sentido de responsabilidad más amplio hacia la sociedad en general. Y, de esta forma, el concepto de liderazgo termina diluyéndose en balances generales y cuentas de resultados.

En este escenario, es bueno recordar lo que de verdad importa según un gran humanista, Peter Drucker. Para quien ha sido considerado el primer gurú de la empresa y padre del management moderno, los líderes son los responsables de crear y gestionar empresas sostenibles donde las personas puedan encontrar un sentido y un propósito a lo que hacen. En el núcleo de su trabajo está la condición humana: más allá de ser meros ejecutores, los directivos deben preocuparse por las personas, darles un estatus y un sentido; naturalmente tienen que tener en cuenta la eficiencia y la rentabilidad, pero a su vez, tienen que plantearse preguntas más amplias sobre las implicaciones de las decisiones empresariales en la dignidad de las personas.

La gestión empresarial es una actividad humana, más allá de la tecnología y los datos

La gestión empresarial es una actividad humana, más allá de la tecnología y los datos. Esto se aprecia claramente echando un vistazo a los 5 pilares del humanismo empresarial planteados por la Escuela Drucker:

  1. Sociedad: Para que funcione necesita empresas sostenibles, dirigidas por directivos éticos que presten atención a su responsabilidad hacia la sociedad.
  2. Personas: La gestión es humana y Drucker recuerda a los directivos que su responsabilidad se extiende más allá de ganar dinero, y por tanto, no se limita a los accionistas sino que incluye a otros stakeholders, como los empleados o los clientes, que son quienes determinan el valor de los productos.
  3. Desempeño: Los directivos son responsables de dirigir empresas saludables y sostenibles y Drucker busca un equilibrio entre el desarrollo de las personas y los resultados porque para que las personas sean más productivas hay que balancear el trabajo con su estatus y el sentido de su trabajo.
  4. Autogestión: Los trabajadores, incluyendo a los directivos, deben ser capaces de gestionarse a sí mismos, contando con altos estándares de desempeño que tienen que ser medidos.
  5. Aprendizaje: Drucker valoraba el aprendizaje a lo largo de la vida porque creía que los directivos deben mantenerse al tanto del cambio.

Si estamos de acuerdo en que el componente humano es esencial, entonces debemos plantearnos en qué se debe centrar un directivo. Un buen punto de partida es el Índice Drucker, que mide la efectividad de las organizaciones, prestando especial atención a una serie de dimensiones que reflejan la condición humana: satisfacción del cliente (con una ponderación del 18%), compromiso y desarrollo de los empleados (20%), innovación (20%), responsabilidad social (23%) y fortaleza financiera (19%). El índice utiliza 37 medidas que se alejan de la tendencia imperante a poner el foco exclusivamente en maximizar el valor de los accionistas.

Los principios que defendía Drucker son una respuesta acertada al contexto actual, que necesita de directivos que impulsen organizaciones sostenibles, que ayuden a las personas a descubrir el sentido y el propósito de su trabajo, comprendiendo al mismo tiempo el profundo impacto que tiene en la empresa y en la sociedad en general. Los ejecutivos deben ser conscientes de lo importante que es reducir el anonimato de sus empleados y fomentar el contacto con los clientes. Todo esto se resume en una frase magistral del padre del management: “El propósito de una organización es ayudar a que personas ordinarias hagan cosas extraordinarias”.


*Artículo basado en la conferencia “La valoración humanística de la acción directiva”, de Jenny Darroch, decana de la Peter F. Drucker y Masatoshi Ito Graduate School of Management, organizada por la Fundación Madrid Vivo, el Instituto de Empresa y Humanismo y PwC.

Biografía: Jenny Darroch es la decana de la Peter F. Drucker y Masatoshi Ito Graduate School of Management. Es profesora de Marketing y Emprendimiento y autora de diversos libros. Sus artículos versan sobre una variedad de temas incluyendo los 5 principios de Peter Drucker y el impacto de los objetivos para el desarrollo sostenible en la práctica empresarial. Es también miembro de la Asociación Americana de Marketing, la Academia de Gestión y del Comité Global de M2W, la conferencia anual de mujeres profesionales de Marketing. Entre sus trabajos se encuentran ‘Why Marketing to Women Doesn’t Work’ (2014), ‘Marketing Through Turbulent Times’ (2010) e ‘Innovation and Knowledge Management’ (2002).