Hasta 2020, el inicio de una nueva crisis se distanciaba bastante tiempo de la finalización de la anterior. Desde la experimentada en 1993 hasta la de 2008-2014 tuvimos muchos años de bonanza y hasta 2020 pudimos disfrutar de unos años de recuperación. Ahora estamos perdiendo esta costumbre y, cuando aún no ha terminado la crisis de la COVID-19, se respira el inicio de un clima de cambio peligroso.

Paradójicamente, todos los cambios son viejos conocidos, por lo que vivimos un retorno al pasado: una pandemia después de cien años; una vuelta a la inflación de 1985 (otro deja vu de casi cuarenta años) y una guerra en Europa -con la invasión de Ucrania-, veintisiete años después de la de Bosnia. Si añadimos los cuellos de botella en la cadena de suministros, por la reactivación económica posterior al confinamiento, tenemos el cuadro que muchos macroeconomistas temen: la estanflación en 2023.

La rápida reacción de los Gobiernos y los supervisores, con el fin de evitar que la crisis iniciada en marzo de 2020 se transmitiera a la banca, culminó en programas de apoyo mediante avales estatales -en el caso de España a través del ICO, con una garantía media del 76% del riesgo-, mientras la solución para los particulares más afectados fueron las moratorias.

Dos años después, la suma de ambas soluciones -la llamada cartera COVID- supone 180.000 millones de euros, un 16% de la inversión crediticia privada en España.

Los diez mayores bancos españoles elevaron su coste de crédito, para sus negocios en España, hasta 86 puntos básicos en 2020 (casi el triple que en 2019) y en 2021 dotaron por encima del coste recurrente (49 y 30 puntos básicos, respectivamente), sin que la morosidad global registrara incrementos, por lo que podrían usar este exceso sobre la normalidad para absorber potenciales aumentos de la mora.

El desenlace de esta cartera se está produciendo por fases. El primer envite para la banca fue el vencimiento de las moratorias a lo largo de 2021. Y no salió mal. De los 60.000 millones concedidos, ya han vencido más del 98% y los resultados han sido esperanzadores. Esta cartera de préstamos con debilidades presenta actualmente una tasa de morosidad del 11%, que se limitaría al 4% si excluimos los dudosos subjetivos (es decir, al corriente de pago, pero que podrían dejar de pagar en el futuro).

La segunda bola de partido fue el fin del periodo de carencia de la mitad de los préstamos avalados por el ICO en primavera de 2021. Unos 40.000 millones de euros tuvieron que reanudar pagos en ese momento y solo un 3% está clasificado como dudoso, un 1% sin subjetivos. No está nada mal.

El tercer envite llega esta primavera, cuando deben reanudar pagos de principal (los intereses ya los estaban abonando) los restantes 40.000 millones de euros de préstamos avalados por el ICO. Y este colectivo se antoja más preocupante. No todos los acreditados que se acogieron a la extensión de carencia hasta el segundo trimestre de 2022 están tocados, pero sí todos los que están tocados pidieron dicha extensión. Por tanto, ahora llega el ser o no ser de estas empresas. El suspense ha aumentado con el acuerdo del Consejo de Ministros, del pasado 29 de marzo, por el que se permite ampliar la carencia otros seis meses más a los autónomos y pymes del transporte por carretera, agricultura, pesca y ganadería. Esta nueva patada hacia adelante será inferior a los 4.000 millones de euros.

También, el pasado 29 de marzo, se amplió tres meses de facto el vencimiento de los créditos para financiar circulante que no están avalados por el ICO de clientes que tienen alguna operación con dicho aval. Pero eso es otra historia.

Hay un cuarto match point: el vencimiento de las cuentas de crédito avaladas por el ICO, otros 40.000 millones de euros, si bien la mitad está disponible. Los saldos dispuestos tendrán más tiempo de recuperación hasta su vencimiento entre 2025 y 2027.

Para entonces, muchas incertidumbres -si no todas- se deberían haber despejado. No es fácil saber aún cuántas empresas resistirán. Cuando baje la marea, veremos quién lleva bañador. Y la marea está bajando ya. En tres meses veremos el desenlace de la crisis COVID. Si no se concatenan las crisis -la guerra en Ucrania cesa pronto, la inflación vuelve cuanto antes a la senda del 2% y se aleja el fantasma de la estanflación-, podríamos estar en el principio del fin. De lo contrario, estaríamos en el fin del principio.