La sostenibilidad es uno de los mayores desafíos del mundo de los negocios de hoy. La creciente importancia de los criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) obliga a las empresas a redefinir su forma de trabajar. Pero el cómo y el cuándo presenta numerosas incertidumbres. La ola de calor, que se considera una de las más visibles consecuencias del cambio climático, ha promovido el debate sobre el futuro de la sostenibilidad, pero no es el único factor de agitación. La guerra de Ucrania, la crisis de las materias primas y la inflación también generan incertidumbre sobre el tránsito hacia una economía sostenible. Para detectar los movimientos y las preocupaciones que afectan a las empresas, publicamos El sismógrafo de la sostenibilidad, una serie quincenal en la que ofrecemos una compilación de informaciones y análisis relacionados con la sostenibilidad.

TENDENCIAS

Tres letras bajo el microscopio
La última portada de The Economist es impactante. “Tres letras que no salvarán el planeta”, reza el titular. La prestigiosa revista británica resume así la polémica existente sobre el futuro de los criterios ESG, especialmente desde el punto de vista de la inversión, y reclama que la política de sostenibilidad se limite a tomar como única medida el volumen de emisiones de gases de efecto invernadero, so pena de incitar a la confusión y de promover la tentación del greenwashing. Las controversias ideológicas en Estados Unidos (con varios estados legislando contra las compañías que emprendan iniciativas ESG) y la guerra de Ucrania, con sus secuelas energéticas y alimentarias, son otros factores de incertidumbre.

El remate ha sido la ola de calor en toda Europa, que ha provocado reacciones pesimistas sobre la capacidad de la sociedad actual de detener las amenazas medioambientales. La científica Corinne Le Queré cree, pese a todo, que las soluciones están ahí, al alcance de la mano: sólo hay que aplicarlas.

Los directores de sostenibilidad condicionan la agenda de las empresas
Lo dice Financial Times en su último suplemento especial sobre finanzas sostenibles: los directores de sostenibilidad (CSOs en inglés) cada vez mandan más. La figura, prácticamente desconocida hace una década, se ha asentado en los equipos de dirección de las empresas, y sus opiniones son crecientemente valoradas, como reflejo del también creciente protagonismo de los riesgos ESG en las agendas corporativas.

Ese papel prominente está cambiando asimismo la capacidades que se les exigen a estos directivos. Ya no basta con saber mucho del cambio climático y gestionar bien el cumplimiento regulatorio asociado. Ahora deben aportar ideas al director financiero y articular una visión estratégica de la compañía. Un reciente estudio de Strategy&, la consultora estratégica de PwC, coincide en este análisis.

En España tenemos algunos ejemplos del ascenso de las funciones de gestión de la sostenibilidad en el escalafón empresarial. En 2021, BBVA creó un área global de Sostenibilidad y puso al frente de ella a uno de sus ejecutivos de referencia, el que hasta ese momento era jefe del negocio en Estados Unidos, Javier Rodríguez Soler. Más recientemente, Caixabank también ha reforzado su equipo de sostenibilidad.

El impacto de la G en bolsa
El gobierno corporativo es, además de una de las siglas de los criterios ESG, un elemento considerado importante por los inversores y que tiene un cierto impacto en la valoración de las empresas cotizadas. Ossiam, una gestora de activos francesa, se ha propuesto medir ese impacto y ha realizado un estudio que, con sus limitaciones temporales y geográficas, incluye algunas conclusiones llamativas, incluso contraintuitivas. El informe analiza la evolución en bolsa de 440 empresas de 16 países europeos entre 2015 y 2021 y cruza esa información con sus características de gobernanza (estructura del Consejo de Administración, remuneración de los directivos y derechos de voto de los accionistas).

De ahí se deduce, por ejemplo, que las altas remuneraciones de los consejeros y del primer ejecutivo penalizan la cotización en bolsa, sobre todo si el bonus es muy elevado. También son malos para la cotización los consejos de administración demasiado grandes y los que se reúnen mucho. En cambio, las empresas que obligan a sus directivos a tener un mínimo de sus acciones rinden mejor en bolsa. Asimismo, son factores positivos, aunque no de mucha importancia, la diversidad de género y de nacionalidades, y la independencia de los miembros del consejo.

Mientras tanto, en Wall Street la participación de las mujeres en los consejos de administración permanece congelada. Según datos de Bloomberg, el porcentaje de consejeras en las compañías que integran el índice bursátil S&P 500 se mantiene en el 31,7%. En España, las empresas del Ibex 35 contaban a finales de 2021 con una representación femenina del 34,2% y deberán hacer un esfuerzo este año para llegar al 40% que recomienda el Código de Buen Gobierno de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

INVERSIÓN

Menos bonos globales, más fondos de inversión en España
Las difíciles condiciones macroeconómicas y geopolíticas se han cobrado en el primer semestre un notable descenso en las emisiones de bonos basados en criterios ESG. El total emitido fue de 428.000 millones de dólares, un 23% menos que el año anterior. La caída está relacionada con un menor interés por parte de los gobiernos y de las organizaciones supranacionales en la emisión de este tipo de activos sostenibles.

Por el contrario, en el mismo periodo el patrimonio de los fondos de inversión ESG registró en España un aumento del 11%, hasta alcanzar los 71.602 millones de euros. El éxito de las inversiones en activos ESG tiene su contrapartida desde el punto de vista regulatorio. Como ha recordado la CNMV en un reciente documento, desde el 2 de agosto las entidades que prestan un servicio de inversión deberán tener en cuenta las preferencias de sostenibilidad de sus clientes a la hora de asesorarlos en la composición de sus carteras.