Una vez finalizada la Climate Week, celebrada del 19 al 25 de septiembre en Nueva York, nuestros datos revelan que si queremos cumplir con los objetivos marcados en el Acuerdo de París necesitamos reducir la intensidad de emisiones de carbono (entendida como el ratio CO2 por unidad de PIB) en el mundo un 15,2% de media anual. Es decir, once veces más rápido de lo que lo hemos hecho en las últimas dos décadas. La pregunta es, ¿cómo?
Cada vez más, los líderes empresariales saben que es necesario actuar y son conscientes de que no hacer frente al cambio climático puede socavar la confianza de sus grupos de interés -desde los empleados hasta los inversores-, y comprometer la capacidad de sus compañías para obtener unos resultados sostenidos en el tiempo. Tal y como definimos en nuestra estrategia global «La Nueva Ecuación (The New Equation)», centrarse en la generación de confianza y en alcanzar unos resultados sostenibles son dos cuestiones fundamentales para alcanzar el éxito.
Si bien es cierto que la necesidad de incrementar el compromiso de los directivos y de los consejos de administración de las compañías en la lucha contra el cambio climático no va a desaparecer nunca, también es importante que estos esfuerzos se dirijan hacia aquellos ámbitos donde el impacto y la eficacia de las acciones puede ser mayor. En concreto, hay cuatro prioridades que las empresas deberían tener en cuenta.
En primer lugar, la descarbonización de las operaciones de las compañías y, sobre todo, de sus cadenas de suministro. En el caso de PwC, por ejemplo, las emisiones generadas por nuestra cadena de suministro superan con creces el efecto de las emisiones de carbono que se producen por nuestra actividad directa. Y no es una situación inusual. Para la mayor parte de las empresas la cadena de suministro representa entre el 65% y el 95% de sus emisiones de carbono. Son muchas las compañías que reconocen la necesidad de cortar esas emisiones de raíz, pero, en la práctica, acaban siendo superadas por el temor a que sea demasiado complejo hacerlo. Como explica Emma Cox, líder global de Cambio Climático en PwC, habitualmente nos encontramos con que hasta el 80% de las emisiones de la cadena de suministro de las empresas proceden de tan solo una quinta parte de sus proveedores. Por eso, es necesario que las compañías se comprometan a reconocer y reducir estas emisiones. Existe un gran debate en torno a las emisiones de alcance 3 [aquellas que provienen de la cadena de valor de una compañía, pero que no están bajo su control] y de ello hemos discutido en la Climate Week.
En segundo lugar, debemos comprender los riesgos climáticos y fortalecer nuestra capacidad de resiliencia y de recuperación. Son varios los tipos de riesgo que hay que tener en cuenta, pero uno de los más graves es el que muchas empresas aún no han evaluado como es debido: el riesgo físico derivado de los cambios que se están produciendo en el clima. Desde las sequías que han azotado al mundo este último año hasta las catastróficas inundaciones de Pakistán, ya no cabe duda de que el cambio climático es una amenaza material para las comunidades y negocios de todo el mundo. Y la cadena de suministro es, de nuevo, un elemento clave. Muchas empresas pueden pensar que sus centros de operaciones están relativamente a salvo, al menos, de los riesgos a corto plazo del cambio climático. Sin embargo, el ritmo con el que está avanzando nos lleva a pensar que esto no es así. Pero, incluso, si lo fuera, un análisis de las cadenas de suministro nos permitirá identificar los centros de producción que son más vulnerables. Las empresas tienen el deber y el interés de ayudar a identificar y gestionar estos riesgos.
La tercera prioridad es la movilización de capital sostenible. La transición a una economía con cero emisiones netas es la elección correcta desde el punto de vista económico, pero sólo será posible con la financiación privada. La Glasgow Financial Alliance for Net Zero ya reúne a más de 450 instituciones que gestionan 130 billones de dólares de capital en torno a un conjunto de objetivos diseñados para acelerar la descarbonización. La Sustainable Markets Initiative, de la que PwC forma parte, se centra en coordinar los esfuerzos del sector privado para acelerar la transición hacia un futuro sostenible.
Las inversiones de capital son fundamentales para financiar los avances tecnológicos que impulsen la transición a una economía con cero emisiones netas. Y, si bien las inversiones en tecnología climática son cada vez mayores, nuestros datos revelan que, actualmente, se destinan a soluciones tecnológicas que sólo tienen un 20% de potencial de descarbonización. Así pues, existe la oportunidad de hacer más hincapié en las áreas y tecnologías que pueden tener un mayor impacto.
El cuarto punto es la necesidad de contar con un reporting y con unas auditorías de las prácticas de sostenibilidad sólidas, así como con información de calidad. En una encuesta que realizamos el año pasado entre inversores internacionales, sólo un tercio creían que la calidad de los informes en materia ESG que reciben hoy en día es lo suficientemente buena. Y si la encuesta se hiciese entre la opinión pública, la cifra sería aún más baja.
Es cierto que se está haciendo un verdadero esfuerzo para abordar el problema de la falta de confianza. Los reguladores están demandando que las compañías den información más detallada, y se están creando estándares que deberían facilitar la presentación de informes sólidos y comparables. Tal y como afirman Nadja Picard, líder global de Reporting en PwC, y Gilly Lord, líder global de Políticas Públicas y Regulación en PwC Reino Unido, resulta vital que estos mecanismos sean complementarios. Pero, además, hay una necesidad de que los reguladores y los organismos normativos actúen con mayor rapidez, de forma alineada y con un enfoque pragmático. En este sentido, animamos a las empresas a que aprovechen los trabajos del Foro Económico Mundial y del Consejo de Normas Internacionales de Sostenibilidad, que proporcionan un buen punto de partida.
En PwC estamos colaborando activamente con los organismos de elaboración de normas y otros grupos de interés clave para apoyar el desarrollo de estándares de información sobre sostenibilidad alineados a nivel mundial. Además, estamos trabajando con empresas tecnológicas y con otras alianzas en la mejora de la tecnología, de las herramientas y de los procesos necesarios para impulsar la información de alta calidad.
Hay posturas que defienden que la actual crisis energética mundial es un motivo suficiente para ralentizar esta transformación. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario. Un mundo alimentado por combustibles de bajas emisiones de carbono estaría más aislado de los conflictos geopolíticos. Además, se beneficiaría de una energía más barata, gracias a la rápida caída de los costes de muchas tecnologías de energías renovables. Aunque es crucial tener en cuenta las repercusiones sociales de cualquier plan de descarbonización, eso no puede significar una desaceleración de la ambición.
Las empresas son uno de los agentes de cambio más rápidos y eficaces del mundo. La historia del último siglo demuestra que los mercados pueden innovar a gran velocidad, reducir costes y crear nuevas oportunidades. El reto es garantizar que el mundo utilice ese motor para llegar a una economía de cero emisiones netas. Esta es una obligación para los responsables políticos, que establecen las reglas que definen el funcionamiento de los mercados, pero también es un imperativo para los inversores, empleados, consumidores y directivos reconocer la urgencia del reto y ponerlo en práctica.