Los ciberriesgos, como la fuga de información, el robo de datos potencialmente sensibles, la suplantación de identidad o los ataques de phishing y ransomware, van a continuar siendo la gran preocupación de la industria aseguradora en el corto plazo. Esta es la principal conclusión del informe Banana Skins 2023, elaborado por PwC y el Centro de Estudios para la Innovación Financiera (CSFI), a partir de la opinión de 589 directivos de la industria aseguradora en 39 países -incluído España, cuya aportación al estudio ha sido relevante en términos de participación-. El análisis, que desde 2007 monitoriza, cada dos años, la evolución de los riesgos del sector seguros, concluye que las tres grandes amenazas para las aseguradoras son, por este orden de importancia, el cibercrimen, la regulación y el cambio climático.
El cibercrimen, en un entorno dependiente de la tecnología, se mantiene como la principal amenaza a la que se enfrentan las compañías aseguradoras en todo el mundo, al igual que en el informe de 2021. Esto refleja la preocupación generalizada entre los directivos del sector por el impacto que los ciberataques pueden tener en las operaciones y en la continuidad de sus negocios, en relación con el robo de datos sensibles de clientes y con la reputación de sus compañías. En este sentido, los desarrollos e innovaciones tecnológicas van acompañadas de ciberataques cada vez más sofisticados, donde el uso de la Inteligencia Artificial por parte de los cibercriminales representa, incluso, una mayor amenaza, y su respuesta supone un alto coste en términos presupuestarios y económicos.
La regulación también repite como el segundo riesgo más citado por las compañías. En los últimos años, los retos derivados de la regulación se han multiplicado. Destaca la entrada en vigor de la IFRS 17, la regulación en materia de distribución de seguros y, más recientemente, la normativa de conducta, entre otras. Una oleada regulatoria de calado que incluirá, en el corto plazo, la resiliencia operativa digital (DORA) -muy vinculada a los riesgos digitales-, y la futura Directiva de Reporte de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), cuyo cumplimiento requiere de una inversión y dedicación de recursos que preocupa a los directivos. Estos consideran que podría afectar a la capacidad de innovación, de desarrollo de nuevos productos y, en definitiva, a la competitividad de sus empresas.
El cambio climático gana peso y se sitúa, por primera vez, en la tercera posición del ranking. Preocupa el aumento de la frecuencia y de la severidad de los desastres naturales con impacto en la industria aseguradora y reaseguradora. Si en informes anteriores el cambio climático era considerado como una amenaza a largo plazo, en el estudio de este año queda patente que ya forma parte del día a día de las compañías, y de la agenda de los reguladores. A los directivos del sector también les inquietan los riesgos de la transición hacia una economía baja en carbono, y los efectos que esta pueda tener en el futuro en la valoración de sus activos, así como en la cada vez mayor exigencia de reporting en materia de sostenibilidad.
Otros riesgos relevantes
La tecnología, en sentido estricto, y la posibilidad de que las aseguradoras no sean capaces de seguir el ritmo trepidante del cambio tecnológico cae una posición -de la tercera a la cuarta-, pero sigue siendo un área de atención para las compañías de seguros. Uno de los mayores obstáculos para la modernización tecnológica son los costes, particularmente, en un contexto en el que es difícil saber por qué tecnologías apostar y hasta qué punto será posible rentabilizar estas inversiones.
La escasez de talento, la gestión del cambio, los efectos de un contexto geopolítico y macroeconómico volátil con altas tasas de inflación, y la reducción de costes son los riesgos que más posiciones han avanzado en la clasificación del informe. En el caso del primero, las compañías aseguradoras reconocen que tienen cada vez más problemas para atraer y retener el talento, especialmente, de perfiles tecnológicos. Una de las cuestiones que se plantean los directivos entrevistados es si la industria aseguradora es lo suficientemente atractiva como para atraer el talento que necesita. Por contra, los tipos de interés, la rentabilidad de las inversiones, y la competencia pierden peso en el ranking de riesgos y caen significativamente respecto a años anteriores.
Finalmente, el estudio pregunta a los directivos del sector cómo de preparados consideran que están para afrontar estas amenazas. De una escala de 1 -poco- a 5 -bien preparado-, la respuesta media de los entrevistados sitúa el nivel de preparación en 3,20 puntos, por debajo del 3,22 registrado hace dos años, lo que sugiere un ligero deterioro de la confianza que tienen las compañías de la industria para hacer frente a los desafíos a los que se enfrentan. Existe por tanto una menor percepción de la capacidad de la industria para hacer frente a las amenazas. Esta confianza decrece de forma exponencial en materia de riesgos y amenazas vinculados con la tecnología -cibercrimen incluido-, y el cambio climático.