Este año la banca afronta un desafío ineludible y que se explica con una sola palabra: FinTech. El acrónimo hace referencia a las dos primeras sílabas de ‘financial technology‘ y lleva tiempo en boca de la gente del sector. En un principio se utilizaba para designar a un grupo de start-ups, aparentemente modestas y más o menos desconocidas para el gran público, que daban pequeños pasos en el mundo financiero aprovechando la tecnología y se especializaban en determinados servicios como los préstamos online o la venta de productos online.

Pero en los últimos tiempos este grupo ha crecido. Entre sus miembros se encuentran ya gigantes del sector como Apple, Google y Samsung, y muchos de ellos se codean con las grandes entidades financieras. Estas empresas ofrecen servicios innovadores y, en muchas ocasiones, más efectivos y baratos que sus competidores. En áreas como los préstamos online, las transferencias de dinero o la calificación de crédito, las FinTech le han ganado la partida a las grandes entidades y las novedades no paran de llegar. Un dato revelador: la financiación de estas empresas en todo el mundo alcanzó los 11.200 millones de dólares en 2015, casi el doble que el año anterior.

Hasta el momento, la mayoría de las entidades financieras tradicionales ha respondido al reto FinTech de tres formas, y las tres son inadecuadas. Una primera opción recurrente ha sido la de adoptar la estrategia “wait and see“, es decir, esperar y ver cómo se desenvuelven los acontecimientos, conservando los recursos intactos hasta que se perfile con claridad la tecnología ganadora. El riesgo es claro: que esa tecnología acabe siendo una amenaza directa para tu negocio, y que te coja desprevenido. Otra decisión típica ha sido el de comprar empresas FinTech para poder tener un acceso directo a estas nuevas tecnologías, pero los problemas de integración son frecuentes y hacen peligrar el éxito de estas operaciones.

La tercera respuesta de las entidades financieras tradicional ha sido la de intentar renovar sus estructuras de IT, típicamente fragmentadas y condicionadas por sistemas antiguos, para dar paso a grupos más ágiles y centrados en las posibilidades del ‘data analytics‘ o de las redes sociales, entre otros. Pero estos cambios se ven lastrados por infraestructuras complicadas, cargas regulatorias muy fuertes, o contra partes atrincheradas en su modo de hacer las cosas. Si bien destinar más esfuerzo y recursos a renovar los sistemas IT es una actividad positiva para la mayoría de las empresas, no resulta igual de inteligente como estrategia de respuesta a las FinTech.

Posiblemente, a los directivos del sector no se les pasa por alto ninguno de los inconvenientes de estas estrategias. Sin embargo, existe una cuarta opción que aprovecha lo mejor de las anteriores y sitúa a las entidades finacieras tradicionales en una posición más ventajosa y las sitúa en el centro del entorno FinTech.

En lugar de intentar abarcar todas las novedades tecnológicas, es interesante hacer un seguimiento exhaustivo de aquellas que están en la base de mi negocio y tienen que ver con lo que demandan mis clientes.

¿En qué consiste? Primero en dejar de intentar gestionar toda la experiencia del cliente a través de los sistemas y procesos de toda la vida, y poner el acento en aprovechar la posición de confianza que tienen las entidades financieras con el cliente, el acceso a sus datos, y el conocimiento del entorno regulatorio. Esta aproximación a FinTech supone que las entidades miren fuera, analicen cuáles son los proveedores tecnológicos y los desarrollos y aplicaciones que mejor pueden encajar mi entidad, en vez de emplear recursos internos en el desarrollo de productos o centrar las inversiones en I+D en tecnologías que pudieran ser -o no-, ganadoras en un futuro.

Esto exige centrarse en lo que tu entidad financiera hace mejor -por ejemplo, identificar oportunidades de inversión, evaluar la exposición crediticia, gestionar los riesgos de terceros, realizar transacciones financieras…-. Y con este conocimiento en tu poder ir al escaparate de FinTech y elegir la tecnología que te sirva para potenciar la base de tu negocio.

Para muchas entidades financieras esta alternativa les exigirá cambiar su identidad y su propósito. Pasar desde la mentalidad actual de ‘defender mi territorio‘ -es decir, basada en defender con celo los productos, servicios, y clientes propios- a otra más abierta y capaz de responder con rapidez a los cambios en la demanda a través de la adopción de nuevas tecnologías, allá donde estén.

Cambiar cualquier modelo de negocio siempre es complicado pero hacerlo con un enfoque FinTech tiene sus propios riesgos. Gestionarlos mal puede llegar a devaluar y erosionar mi marca. Pero no todo son riesgos; la buena noticia para las entidades financieras es que llevan años esforzándose en ofrecer un servicio más orientado al cliente, con menos silos internos, y en el que los datos de los clientes se compartan de un modo más eficiente. Situarse en el centro del ecosistema FinTech no es más que un paso más en este proceso.