La Inteligencia Artificial tiene un potencial casi ilimitado para transformar todas las facetas de nuestra vida. Hoy estamos en un punto de transición clave, en el que la demanda de potencia de computación de esta tecnología coge velocidad de crucero, y en el que es clave que los avances y la confianza vayan de la mano.

En 2025, la Inteligencia Artificial debería haberse convertido ya en la tecnología clave para el análisis de grandes cantidades de datos. Entre 2020 y ese año, 2025, se espera que el volumen total de datos analizados por IA crezca a un ritmo anual del 27% en el Viejo Continente, según estimaciones de Strategy&, a partir de los datos de IDC y Gartner. Más impresionante todavía será el crecimiento del uso de los algoritmos. Hoy en día, sólo un 2% de todos los datos que se generan en Europa Occidental se procesan mediante algoritmos de IA. Se espera que esta proporción aumente hasta superar el 50%, a finales de 2025.

Este fuerte crecimiento, sin embargo, estará motivado por una serie de factores coincidentes entre sí. Los más importantes son:

  • La mejora del rendimiento del procesamiento y almacenamiento para IA, y al mismo tiempo, la caída en los costes que requiere este tratamiento;
  • El incremento en la generación de datos, sobre todo, de imagen y vídeo, que suponen más del 70% de todos los datos y para cuyo análisis la IA es particularmente adecuada;
  • Un mejor acceso a los datos, gracias a la popularización de las plataformas en la nube y las herramientas de gestión de datos;
  • Los avances en el descubrimiento de nuevos casos de uso en todo tipo de actividades y sectores, desde la sanidad, hasta el medioambiente, pasando por la fabricación inteligente o Smart manufacturing, o los descubrimientos en el mundo espacial y oceánico;
  • El aumento de las capacidades y habilidades en el análisis e ingeniería de datos, apoyados en nuevas herramientas de software;
  • La maduración de las plataformas de IA e IoT, que incluirán tanto centros de datos core, como aquellos edge o descentralizados -centros de datos más pequeños, ubicados en fábricas o en las afueras de las ciudades y situados más cerca de los nodos de conectividad, que se convertirán en una opción cada vez más viable y cuyo uso crecerá a gran velocidad, motivado por el uso de aplicaciones que exigen analytics en tiempo real, su menor coste o cuestiones relacionadas con la privacidad.

Para seguir el ritmo de este impresionante crecimiento, será necesario que la disponibilidad de recursos de computación y procesamiento vayan de la mano. Al mismo tiempo, también tendrán que evolucionar los controles apropiados para asegurar la protección de los datos y la seguridad de estas tecnologías, que permitan que gobiernos, ciudadanos y empresas puedan confiar en estos avances.

A partir de una investigación propia, y de los insights de más de 40 académicos reconocidos a nivel mundial y otros expertos de la industria, el informe Blazing a trail for European AI computing, elaborado por Strategy&;, la consultora estratégica de PwC, plantea cómo de bien posicionada está Europa para capitalizar este crecimiento, no perder comba de la próxima generación de la IA, y poner en marcha el nivel de control suficiente en materia de seguridad, privacidad y un uso apropiado de la tecnología.

El análisis concluye que hoy en día, y a pesar de que Europa -al igual que otras grandes regiones del mundo- reconoce el valor que ofrece la IA y los distintos beneficios económicos y sociales que traerá a los ciudadanos y a aquellos stakeholders y empresas que hagan avanzar la tecnología, dependemos en gran medida de otras potencias económicas para aprovechar esta tecnología. Esto supone una oportunidad perdida pero, además, es una fuente de riesgos.

El Libro Blanco de la IA

La Comisión Europea ha articulado su estrategia en torno a la IA en el Libro Blanco  de la Inteligencia Artificial. En este documento, se dan recomendaciones para movilizar recursos que permitan lograr un “ecosistema de excelencia” a lo largo de toda la cadena de valor de la IA; y creen un “ecosistema de confianza” único que dé a los ciudadanos europeos la confianza necesaria para aceptar las aplicaciones de esta tecnología y aporte la seguridad jurídica necesaria para seguir innovando a las empresas y organizaciones públicas.

A pesar de este doble enfoque, el informe apunta que la postura de la UE en relación con la IA ha estado menos vinculada a la carrera por el dominio de la tecnología, y más a que el uso de esta sea seguro y útil. La “confianza” representa hasta el 80% de la estrategia del documento, muy centrado en la prevención de riesgos que conlleva su uso, como la opacidad en la toma de decisiones, la discriminación o la violación de la privacidad.

Sin embargo, y dada la evolución de estas tecnologías, lograr la confianza y mantener la “excelencia” deben priorizarse por igual. Para lograr este ecosistema de excelencia, el Libro Blanco propone que los órganos comunitarios y las potencias nacionales alineen esfuerzos. Entre las acciones que se contemplan están el proporcionar financiación a nivel de la UE para atraer y aunar inversiones; coordinar la comunidad de investigación e innovación para crear escala y evitar la fragmentación de la competencia; desarrollar el talento de la IA; colaboración entre sectores y empresas de todos los tamaños; y asegurar el acceso a los datos y la infraestructura para mejorar el intercambio de datos entre las empresas europeas.

Conquistar el sueño europeo de una IA fiable, segura y beneficiosa para la sociedad, y que aproveche el potencial de esta tecnología, requerirá de hacer inversiones estratégicas y de una amplia cooperación multilateral. Los reguladores europeos y los agentes del sector privado necesitan colaborar activamente para hacer este sueño una realidad.